El sábado fuimos al evento organizado por Relectura para hablar de ciencia ficción, literatura, cine, inteligencia artificial y “second life”, desde la perspectiva de tres ponentes: dos de peso, uno ligero, pero interesante en su imagen de freak de la computación, aunque sus argumentos fueran, por lo demás, discutibles.
Asistimos con la idea de escuchar, dejar a un lado nuestros prejuicios y abrir caminos de diálogo con los colegas de las páginas de la competencia. Es decir, para ir superando un poco el esquemita binario del “Panfleto” bueno enfrentado a la maldad suprema de “Relectura”.
Ya es tiempo, me parece a mí, de pasar la página y abonar el terreno para mejores causas, sin por ello abandonar la vocación de discutir y debatir, cuando no nos sintamos a gusto con la opinión del otro.
En cualquier caso, hicimos acto de presencia en Centro de Cultura Chacao, para disfrutar de las intervenciones de Amílcar Ortega, Joaquín Ortega y José Urriola, bajo la moderación de Luis Yslas y el respaldo técnico de sus compañeros de ruta.
En principio, debo confesarlo, me sorprendió la capacidad de convocatoria del evento, a una hora difícil en un día de semana complicado, y para colmo con lluvia.
Salimos un tanto melancólicos y abatidos de nuestra madriguera de La Castellana, con la certeza de dirigirnos a una suerte de velorio, de desierto o de encuentro solemne de notables, entre cuatro gatos. Pero nada menos cierto.
En realidad, llegamos con cinco minutos de retraso, a una sala colmada de atentos, pacientes y jóvenes fanáticos del género, en actitud informal y distendida. Cero corbata, cero foto pose, cero “show off”. Cada quien andaba en lo suyo con su respectiva pinta de sábado en la tarde.
Abundaban las franelas y los zapatos de goma. Escaseaban las imágenes recargadas de divos presuntuosos con aires de modernidad intelectual. No era tanto un público de burguesitos bohemios, tipo mercadito de diseño, como una audiencia promedio de universitarios modestos, estudiantes inquietos, escritores de bajo perfil, interesados en la matera y afines.
En cuanto a la organización, también me gustó la manera de llevar la dinámica por parte de los moderadores. Ninguno de ellos tomó el micrófono para hacer una acotación fastidiosa, para agregar de su cosecha, para sacar ventaja del momento o para alardear de sus conocimientos.
En cambio, Yslas se mantuvo sobrio hasta el final, en su papel de presentador. Después del foro, concedió el derecho de palabra a la platea, en condiciones de total libertad. No hubo restricciones de tiempo, de vocabulario y de fondo, a la hora de invitar al respetable a dialogar con los entendidos.
Quizás, la única limitación fue el horario de cierre del evento, pautado para las nueve de la noche. Ello cortó el desarrollo del intercambio, de forma abrupta.
Para la próxima, como sugerencia, sería conveniente abreviar el lapso de las ponencias, para darle más cabida al fenómeno de la interacción con la red social, donde aumenta la tensión y se logra incrementar el índice de atención, después de su natural desgaste a lo largo de las charlas.
En tal sentido, compartimos la siguiente crítica. Los Ortega, al margen de su trabajo, se excedieron con el reloj. Por el contrario, la sesión de Urriola fue directamente al grano y reveló dotes para la capacidad de síntesis, alrededor de una tesis dominada y explicada en apenas un puñado de láminas con información precisa.
En paralelo, Joaquín cometió el error de querer abarcar mucho en poco tiempo, a través de una estructura caótica y descentrada, de diapositivas sobrecargadas de texto y de contenido pesado para digerir en treinta minutos.
En lo personal, le recomendaría resumir su estupenda investigación, a la luz de las técnicas en boga, perfeccionadas por los maestros de la presentación Zen: Garr Reynolds y Guy Kawasaki, el descubridor de uno de los “dogmas” de Daniel Pradilla: máximo 10 slides, con fuente de 30 puntos, para una ponencia de 20 minutos.
Por defecto, Joaquín rebasó la marca de los veinte, y proyectó montones de páginas saturadas de contenido, al estilo de Wikipedia, con intérvalos de fotos jocosas extraídas del Google. Dichos recursos lucen adecuados para una clase magistral de dos horas en un aula magna de la UCV. Pero son poco efectivos para una ponencia a la usanza del COMIC CON o del TED.
Del otro Ortega, ni hablar. Con objetividad, su presentación fue la peor del grupo en forma y fondo. Leyó directamente desde su procesador personal, careció de apoyo audiovisual, y se mostró confuso, enredado y desordenado al expresar sus ideas.
Aparte, disfrazó de incorrección política, un conjunto de teorías altamente discutibles, cerradas y dogmáticas, en plena contradicción con su predica de apertura a la disidencia en la web.
Específicamente , se atrevió a sostener la teoría de la voluntad popular de la internet, por encima del criterio individual de cualquier científico social, al descartar la opinión de un crítico, delante de la infalible y democrática base de datos de Rotten Tomatoes, por ejemplo. Ahora aprovecho para responderle, como crítico de cine.
Amigo Amilcar, por lo general los índices de Rotten no dan en el blanco, y casi siempre vienen entubados por una maquinaría de consenso fabricada para matar y destruir a lo diferente. Su imprecisión es equivalente al hecho de condenar a obras maestras del cine experimental, con calificaciones similares a las obtenidas por ganadoras de los Premios Razzie. Por tanto, yo no me atrevería, como tú, a defender la legitimidad de un portal capaz de poner al mismo nivel de infravaloración a Woody Allen y Eddy Murphy o a Lynch por debajo del lacrimógeno Will Smith. Por ende, Amilcar, la democracia de internet no es la panacea, ni es de fiar. Atención con la ingenuidad de verla como una tabla de salvación de la humanidad.
Posteriormente, José Urriola consumió su turno al bate y la sacó del parque, con una energía bien administrada, en función de una postura acertada : la ciencia ficción es una vacuna, una cura contra las enfermedades a prevenir en el futuro cercano.
Para argumentarlo y sostenerlo, presentó la evidencia de una docena de casos, donde el género se anticipó a la realidad, para contribuir a resolver sus falencias y deficiencias republicanas, como “V de Vendetta” de cara al fascismo Británico, Godzilla de frente al suceso de la bomba atómica, y la historieta gráfica ante la caída del muro de Berlín.
Al final, se invito a la audiencia a tomar cartas en el asunto, en relación con el presente y el destino de Venezuela.
José hizo un llamado iconoclasta a destruir, deconstruir y reconstruir Caracas, bajo la inspiración de la ciencia ficción. Un reto para las nuevas generaciones de escritores nacionales.
Además, se lamentó el déficit del género en la historia de nuestro país, y se auguró por su pronta resurrección de la mano de sus últimos exponentes, entre los cuales se citó a Fedosy Santaella.
En lo personal, sólo me quedó una inquietud en el aire: ¿hasta qué punto la vacuna es efectiva o funge más bien de sedante y paliativo? Lo digo no por aguar la fiesta, sino porque, a pesar de los empeños de la ciencia ficción, la distopía vuelve a entronizarse como fantasma en todo el mundo, al son de dictaduras y plutocracias corporativas incontrolables, de Londres a Bagdad. Por no hablar de las repúblicas fallidas de América Latina. Por aquí esperamos a José para conocer su respuesta y su opinión al respecto.
Por último, Joaquín deslumbró con su erudición y con su pasmosa tranquilidad, para abordar temas escalofriantes y terroríficos, con un sentido del humor envidiable, herencia de su época en la radio con la tropa de la “Gente Bella”, cuyos integrantes y adeptos lo secundaron en la grada, en compañía de Roberto Echeto y Sergio Márquez. La corte de los hermanos Chang en pleno.
A propósito, Joaquín soltó un comentario para la posteridad, acerca de la fantasía “cybepunk” de las “MILFS”, así como un chiste divertido del vínculo de Venezuela con la distopía China, al compás de su asociación para el progreso.
En su caso, cada frase iba condimentada con una esmerada dosis de mala leche, ironía y desparpajo pesimista. El ponente se lució al describir el origen histórico del género, y al repasar sus constantes a lo largo de los siglos. De repente, perdió oxigeno hacia el desenlace y clausuró con poca fuerza, a mi modo de ver.
Yo siendo él, trabajaría más el cierre, para hacer una ponencia redondita. De resto, le celebramos y le aplaudimos su constancia, su dedicación y su loable ejercicio de pedagogía posmoderna y filosofía “copyleft”, al transmitirnos todos sus conocimientos, de manera gratuita. De verdad, se lo agradecemos a él, a todos los participantes y a los organizadores del evento.
Pulgares arriba para la iniciativa de Relectura.
Aquí sí los elogio, sin complejos.
Sigan por ahí.
Un camino mejor a continuar elevando estatuas con pies de barro, y a depender de la eterna aprobación de las vacas sagradas.
Saludos y paz para todos.
Después no digan.
En panfletonegro también sabemos reconocer el buen trabajo.