Duélale a quien le duela, vamos a romper, de una buena vez, la espiral del silencio con el estreno de la semana en Venezuela. A continuación, entérese por qué nos decepcionó la nueva película de Tim Burton, al extremo de poder considerarla, desde ya y sin problemas, una cinta parcialmente fallida. ¿Un blooper por todo el cañón? Elemental, mi querido Watson.
Así comienza el declive o el esperado «backlash» de la técnica 3D, luego de haberse convertido en la gallinita de los huevos de oro para Hollywood, de cara a su competencia desleal con youtube.
En el film, el uso de los lentes parece innecesario y redundante, a la luz de la sobrecarga de efectos especiales con mínima profundidad de campo. De paso, los colores se diluyen entre un pastiche degradado de pantalla lavada de VTV. Por eso, como me dice La Mala, Roger Ebert recomienda verla en 2D. Ni hablar del dolor de cabeza. Todavía andamos en la era de piedra del 3D.
En especial, uno se puede quitar tranquilamente las gafas oscuras, durante el prólogo y el epílogo, donde asistimos al clásico desencuentro de la protagonista con su aburrido y monótono mundo real en formato plano, hinchado a panorámico.
Luego en el espacio onírico y pesadillesco, ocurre otro tanto,cuando el accesorio óptico empieza a operar de verdad, pero en contra del resultado del arte final.
En aumento, sufrimos la primera desilusión estética: descubrir los innumerables defectos del pobre acabado CGI de personajes como el de Crispin Glover, de conejos, ratones y compañeros de ruta del muñeco Banesquín, similares al corto animado de Cinex, en función de sus graves y severos problemas de motricidad, al desplazarse rígida y mecánicamente como Robots y figurillas de video game.
Aquí se nota, claramente, el ahorro de recursos y la perjudicial celeridad en el desarrollo de los naturales procesos de postproducción. Olvídense de «Avatar». Esto es un surrealismo de “Guitar Hero”, de melancolía kistch pasada por el agua de Robert Zemeckys. Una experiencia lisérgica de laboratorio para la demanda infantil.Un cine ortopédico, de simulacro y de diseño, en compensación a una memoria amputada.
Hasta parece un boceto o una maqueta inconclusa para presentar a un cliente. Me imagino la cara de Burton al descubrirlo, para pedir, de inmediato, la cabeza del jefe del respectivo departamento.
Por ende, se hace evidente la claudicación del imaginario de Tim Burton al régimen, de ahorro y préstamo, de la Disney en tiempos de crisis.
Por lo visto, el dinero escatimado en la producción se derrochó en la monumental campaña de publicidad, para garantizar la rentabilidad del largometraje, cuya definición reúne méritos suficientes para haber sido lanzado, en directo, al mercado del video, como las torpes secuelas de «Alladin» y los innumerables clones del despropósito «Barbie».
En paralelo, el genio de «Ed Wood» también sale perdiendo con la adaptación de la historia, bajo la estricta sombra, monárquica y conservadora, de la compañía del viejo Walt.
Por cierto, la versión de 1951 es muy superior a la del 2010. Al menos, respeta y preserva el espíritu kafkiano de la obra original. No obstante, ahora sucede lo contrario, de acuerdo al criterio especulador y victoriano del Pato Donald en el tercer milenio.
De hecho, el auténtico título de la pieza debería ser: «De cómo Mickey Mouse le cortó la cabeza a Lewis Carroll y a Tim Burton de un solo hachazo».
Por un lado, brilla por su ausencia el absurdo y la incorrección política del libro homónimo. En lugar de ello, impera una comicidad naiff, de baja estofa, altamente reiterativa, reprimida, ligera y condescendiente.
Por el otro, la mala uva del realizador de «Beetlejuice» queda comprimida y reducida a una triste fotocopia, medio descolorida, previsible y aclichetada, a kilómetros de distancia de la marca de «El Cadáver de la Novia» y “El Extraño Mundo de Jack”.
Su humor negro y su personal oscuridad tampoco son rescatados con justicia, salvo por la inclusión del increíble secundario de La Reina de Corazones. De lejos, lo mejor del conjunto, por encima del igualmente reciclado papel del dueño de la fábrica de chocolates, quien insiste en remedar a Michael Jackson, al compás de un bailecito insoportable.
Pobre, tonta y pusilánime la intervención de Johnny Deep en las antípodas de la locura anárquica del sombrerero fundacional, rebajado a la condición de un estereotipo de lunático.Supuesto símbolo de libertad, anarquía y autonomía de movimiento, donde no la existe.
Verbigracia, el hueso más duro de roer llega al final, por medio de un «happy ending» de fórmula, calcado al carbón de aventuras épicas como «Las Crónicas de Narnia», «El Señor de los Anillos» y «Corazón Valiente». La única diferencia, superficial, es el cambio del elegido de siempre, del Neo de la partida, por una chica desabrida en plan de mujer emancipada con aires de guerrera, de Juana de Arco, de Doña Bárbara, de la «Coronela Manuela Saenz».
Al respecto, la joven encargada de interpretarla es un pelón de casting y un huevo sin sal. Ya se pueden imaginar el resto de la conclusión en la batalla decisiva, por acabar con el yugo de la maldad suprema de la corte absolutista.
En adelante, como diría la colega Malena Ferrer, la moraleja desprende incontables aristas y posibilidades de lectura, a cual menos alentadora y más aterradora,menos progresista y más reaccionaria, menos antivictoriana y más imperialista, menos Lewis Carroll y más corona Británica.
Por ejemplo, regresamos al paradigma de la guerra para solucionar conflictos internos y externos, en abierta oposición con el mensaje pacifista de la verdadera Alicia. Disney la convierte en un espejo invertido de su antagonista, dispuesta a cortar la cabeza de su potencial enemigo y de su amenaza latente, sin mayor reparo.
“Aliens versus Depredador” retorna en el 3D de “Tiburón III”. Gane quien gane, nosotros perderemos.
Por tanto, el autor de “Batman” se pasa por el filo su obsesión por defender al monstruo, al diferente, al reverso de nuestra imagen. Con Alicia, Tim Burton, literalmente, renuncia a su lucha de abogar por la tolerancia y la integración de la curiosidad de feria, del freak, para tomar una espada y sacrificarse en público, para beneficio de sus chupasangres de la meca.
Después de reafirmar el ideal marcial en boga, cierra ,por último, con un llamado a la acción de conquista, en clave de invitación a tomar al continente asiático por asalto, en compañía de la capitana de «Mar y Tierra».
En resumen, una continuación del extraño credo de redención femenina de la Disney en «La Sirenita» y «Mullan», donde la mujer sólo podía madurar y crecer al transformarse en un hombre hecho y derecho, con dotes para la pelea cuerpo a cuerpo. Es la dominación masculina traducida para niños.
En lo personal, apuesto por la imagen de una mujer distinta y diferente, capaz de superar los complejos de destrucción masiva del cavernícola posmoderno.
Sólo así, Alicia dominará sus fantasmas y logrará, finalmente, atravesar el espejo de su laberinto.
Ni la pasividad de la esposa de Homero Simpson, ni el materialismo histérico de Paris Hilton, ni el machismo diferido de Alicia y Katryn Bigelow, son una alternativa para ustedes, estimadas amigas.
Es la hora de romper con dichos corsés ideológicos y de proponer nuevas salidas.
Es uno de los retos del siglo XXI.