1913, en un pequeño pueblo aleman vive una ortodoxa y rígida comunidad de protestantes. El Barón, El Encargado, El Médico, La Comadrona, y Los Granjeros tienen un vínculo en común: sus hijos pertenecen al coro del colegio y de la iglesia. Poco a poco la «paz» de la comunidad se ve alterada por una serie de accidentes que pronto empiezan a despertar sospechas en torno a lo fortuitos que estos puedan ser.
De entrada, en la misma primera secuencia, luego del accidente del doctor, sabemos que esos niños que se van en grupo luego de preguntar por la suerte del médico, serán los futuros nazis. En tan sólo 20 años esa generación engendrará un horror sin precedentes en la historia. Haneke, los sigue con su camara en un largo plano, mientras la voz en off de un profesor nos narra lo que parece ser un cuento de hadas, que deviene en un oscuro cuento de terror.
Posteriormente, en otra secuencia con marca Haneke, vemos el momento en que los chicos son castigados, al igual que en Funny Games (tanto en la versión original de 1997, como el remake del año antepasado) la violencia ocurre fuera de campo, dejando que la presumamos e imaginemos.
Michael Haneke es un experto en mostrar con sutileza los mecanismo que cohecionan la hipocresía social, esos hechos que subyacen en la comunidad y que se disfrazan bajo el manto de la corrección y el orden, que no son más que hipocresía. Como siempre, el director vuelve a abofetear esa hipocresía social dejado ver que debajo de toda sociedad supuestamente perfecta se ocultan terribles desigualdades y horrores que tarde o temprano estallarán inevitablemente en violencia. Esta violencia no es explícita, por eso ocurre fuera de campo; sólo en un momento breve (cuando atacan al chico con retardo mental) la violencia se ve en pantalla, de resto, la vioencia que existe en la comunidad es más psicológica y tiene que ver con los mecanismos de interrrelación entre los habitantes del pueblo: las desigualdades, el incesto, la doble moral, y sobre todo, la brutal disciplina que se le imparte a los chicos, amen de la doble cara de sus padres. En este sentido la película tiene puntos en común con Dogville (2004), la obra maestra de Lars Von Trier, con The Village (2005) del infravalorado e incomprendido M. Night Shayamalan, y con Village of the Damned (1960) el clásico de Wolf Rilla.
Por ejemplo, en un momento soberbio, uno de los chicos se descompone mientras el pastor lo increpa por masturbarse. Lo demoledor de esa secuencia es que el Pastor habla con afabilidad y amabilidad, narrando el cuento de un supuesto chico que «acabó con todo su sistema nervioso al ceder a la tentación de su joven cuerpo». En otra escena brutal, el doctor desprecia a su amante y le desea la muyerte, mientras ella trata de justificarse.
La Cinta Blanca (2009), es la película definitiva de Michael Haneke, la cumbre de su madurez creativa, y sin duda su mejor película. Por eso no ganó el oscar a la mejor película extranjera, demasiado ruda e incómoda para la academia, que prefirió al complaciente Campanella.
Todavía no tiene fecha de estreno en Venezuela, pero ya la encuentran en el mercado negro.
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