El mejor concierto de “heavy” de la temporada, hasta la fecha, tras la decepción de Metallica en fast forward. La banda puede ser el equivalente de Olga Tañón en la escena del rock internacional, por su cantidad de shows en Venezuela, sin embargo, cada una de sus presentaciones aquí, vale su precio en oro
La de ayer fue, posiblemente, la menos larga efectuada en territorio nacional: dos horas y cuarto. No obstante, saciaron plenamente las expectativas de los fanáticos, acompañados por una no menos memorable intervención de BIG ELF, grupo telonero de inspiración retro con ecos de Jethro Tull y pinta de Blind Melon. Brillante ejecución, estupendo perfomance en tarima. Por desgracia, el sonido no los favoreció.
El audio sería uno de los pocos puntos bajos de la velada.
Después vino el plato fuerte de la noche con los cinco grandes del metal progresivo, para interpretar en vivo el contenido de su último álbum de estudio, Black Clouds & Silver Linings, una placa de inspiración gótica apropiada para la locación y para el contexto de la ciudad de Caracas, cubierta por la espesa nube de calina.
El disco resume la filosofía épica, nostálgica, oscura y a ratos contestaria del ensamble de músicos.
De nuevo, el baterista, Mike Portnoy, se comportó a la altura, como un caballero, y nos deleitó con su virtuosismo durante toda la sesión. Al final, salió con la franela de la vinotinto y nos despidió con humildad, como lo hizo antes en el Forum de Valencia. El hombre se gana su fama de ser uno de los diez de la disciplina, con mucho sudor y trabajo en tarima. Se le agradece.
Por su lado, el tenor, Kevin James LaBrie, lucía un tanto castigado por los vaivenes de la gira, aunque jamás desentonó. La acústica tampoco lo ayudó, pero pudo compensar el problema con destreza vocal.
El bajista, John Myung, también estuvo aceptable, y nos regaló un par de solos para el recuerdo. En lo personal, es mi favorito por su eterna compostura de maestro Zen.
La sorpresa, sin duda, recayó sobre los hombros del tecladista Jordan Rudess, quien hizo alarde de su dominio técnico del instrumento, al improvisar durante diez minutos seguidos en compañía de un divertido duendecillo virtual.
Por lo demás, los visuales de fondo derrocharon creatividad, originalidad expresiva y conciencia de la experimentación con la imagen en movimiento.
Para rematar, John Petrucci volvió a demostrar por qué se le considera uno de los cuatro guitarristas más importantes del mundo. Al final, nos electrizó y no conmovió con una fuga de cinco minutos, llena de melancolía, dolor y romanticismo.
Un epílogo sencillamente genial, para otro toque inolvidable de la formación de Estados Unidos.
20 puntos para la organización de Profit, en las antípodas del mal trato, la subestimación y la improvisación de Evenpro.
Hubo respeto por la prensa, por la dignidad del público y por el significado del evento.
Ojalá se repita.
Si no los conocen, es hora de hacerlo.Se llaman Dream Theater, vienen a Venezuela a cada rato, nos quieren de verdad, no echan carro, no embarcan y no tienen complejos de estrellitas.
Cojan dato, incondicionales de «Guns and Roses». Yo no espero tres horas por Axel Rose, ni sentado en la VIP del Poliedro.
Por lo pronto, nos vemos hoy en «Franz Ferdinad».