La pelea de la palma con la mata de mango

La pelea de la palma con la mata de mango

Aun hay en el patio de una casa, que aun visito, una mata de mango grandísima, viejísima y linda, que da unas mangas moradas que tienen el sabor de la alegría, que todo el mundo sabe es dulce pero no empalagosamente, que es ácido pero no demasiado, que es medicinal pero no sabe a medicina, que pica pero poquito y es alimenticio, pero es postre.

La mata de mango de que estamos hablando, tiene aun a una chaguarama de vecina, que era muy pretenciosa, celosa y entremetida.

Ambas competían por atraer más guacamayas, loros, periquitos, azulejos, pecho amarillos, tortolitas y demás pajaritos y la chaguarama siempre llegaba de segunda, cosa que la enfurecía y estremecía de la raíz hasta el cogollo.

Pero como las chaguaramas son muy elegantes y estilizadas, disimulaba su furia con mucha clase y menospreciaba a la manga atribuyendo a la rutinaria hambre, la preferencia de los pájaros, por su rival en la competencia.

Donde duermes es donde vives, no donde comes y las guacamayas, los loros, los periquitos y hasta unos gavilanes, viven en mí, -se decía la chaguarama-, si van a comer a la manga es una cosa, pero otra es, que tienen sus nidos en mí.

La manga que sabe que es rica hasta para la vista, se pavoneaba con voluptuosidades premeditadas y excesos repetidos; aun acostumbra regar el piso con fruta en todos los estados de sazón, hojas y flores; y cuando es época de mangos se luce dándolos en racimos y coloreándolos como lo haría un pintor naif jamaicano borracho, celebrando la millonaria venta de sus obras, en una fiesta.

Pero la palma jamás comete esos deslices de etiqueta; ella se deshace de sus hojas secas con mucho disimulo, casi siempre de noche, anunciando su caída con un rumor fortísimo y un frenético estremecimiento de palmas; da unas fruticas que los periquitos comen con desgano, si no consiguen otra cosa; además ella es muy recta, ya que si se cumplen los designios de sus cuidadores iniciales, con ella harán una curiara guerrera y un montón de flechas.

La manga era demasiada imprudente para soportar la tentación de burlarse de una vecina tan seria y aun hoy continúa atrayendo a l@s muchach@s más valientes poniéndoles unos mangos inmensos en lo más
alto de su copa y a l@s más cobardes les tira en la cabeza los mangos ya picados por los azulejos, los murciélagos y las avispas. Así que se quejaba en voz alta en el viento: La gente, los pájaros, hasta los picures se alimentan de mí, no me dejan en paz ni cuando ni siquiera estoy floreada, porque no habré yo sido palma derecha que a nadie alimenta, que no da ni resina seca.

La palma percibía ese sentimiento de felicidad de la mata de mango, como una humillación que la hería profundo, como si el filo de un hacha le hiciera sangrar toda la sabia que le hervía por dentro.

Muchos sabios han escrito acerca de la realeza de las palmas, de su nobleza; influenciados quizá, por su dominio sobre los oasis. Ahmmur al Sheridah en su estudio de los espejismos del mar de arena que

rodea al mar de agua amarga de los arios, llega incluso a atribuir a los espejismos y al anhelo de agua de los sedientos, el origen de las palmas datileras.

Filipe von Stern, el más prolífico escritor de la ciencia ficción, desarrollando sus ideas, – En más de dos mil quinientas páginas, sin ninguna ilustración y en tamaño de fuente más pequeño-, acerca del diseño de los animales más evolucionados, llega a la conclusión de que deben ser como las palmas:

1- Raíz (Órgano para alimentarse)
2- Tallo (Bus de comunicaciones interno)
3- Órgano reproductor
4- Órgano de respiración (Comunicaciones externas)

E imagina palmares cubriendo todo el terreno de planetas completos, excepto en las regiones polares, en los que cada palma es una célula, un individuo, de una comunidad que forma un animal completo.

¿Qué se puede escribir aun sobre el árbol de mango?

Pesados y profundos tratados de sociología atribuyen a su generosidad, el atraso y la flojera de pueblos enteros; es notable el ejemplo del fracaso de las explotaciones bananeras en el país de los orhizas, debido a la desidia de los frugívoros trabajadores nativos.

Tenemos entonces aquí amigas y amigos una pelea entre dos reinas, acostumbradas a tener siempre la razón y a hacer prevalecer sus criterios, aun sin ella.

Mucha gente cree que algunas damas de la alta sociedad son bobaliconas, casadas con o hijitas de capitanes del capital, la política o la ciencia; simples adornos, meras conveniencias; déjenme darle un concejo a quienes así piensan: Nunca le hagan la guerra a quien logra controlarle la chequera a un dueño de empresa, hacerle creer promesas a un político o sembrarle ilusiones a un hombre de ciencia.

Las primeras salvas de la guerra entre la chaguarama y la manga coqueta fueron una advertencia de que lo que vendría era una guerra seria; la palma se deshizo de las guacamayas tapándoles la entrada a su nido con una hoja seca, y a los loros y periquitos los echó sin contemplación, ni etiqueta; sacudiendo sus ramas hasta que se asustaron y se fueron a buscar otra palma menos inquieta.

Ninguno de los pájaros grandes ni siquiera evaluó la posibilidad de hacer su nido en una mata de mango tan coqueta y frecuentada por los muchachos y la más cercana palma sería quedaba muy lejos, en una montaña que era muy fresca y estaba llena de matas de aguacate, níspero, mamón, jobo, cereza y ciruela.

Cuando los pájaros se mudaron a la montaña fresca se olvidaron de la manga coqueta y ahí fue cuando la manga aprendió lo que es la tristeza, así que la siguiente cosecha de mangos fue de un uniforme color

verde militar y la mayoría de los mangos se cayeron inmaduros al suelo.

Fue entonces cuando la palma se asustó por sus acciones y pensó en voz alta para que la escuchara la manga: Ya yo estoy vieja, ojala viniera un rayo y me dejara seca, para que las guacamayas bandera

vinieran a hacer su nido en mi, para que el picure haga en mi su madriguera; mi vecina la manga

coqueta está dando unos manguitos que ni siquiera cuando verdes dan dentera.

La manga oyéndola entendió el problema, había estado ocupada mucho tiempo siendo feliz y pensando egoístamente solo en sus propios problemas y había sido desconsiderada con la chaguarama; así que murmuró con todas sus hojas muy lento, propagando en el viento un sentimiento de arrepentimiento, que casi era espeso : Me bastan los azulejos, las tortolitas y los cucaracheros, pero si dejas el nido de las guacamayas abierto, sería muy feliz con ella; ya las canoas las hacen con fibra de vidrio, así que mejor evitémonos problemas y no fomentemos el desperdicio de madera.

La palma y la manga llegaron a un acuerdo, los pajaritos pequeños harían sus nidos en la manga y los grandes en la chaguarama y en tiempo de cosecha de mangos, cuando llegaran l@s muchach@s, o

cualquier tipo de inconveniente, todos los pájaros se pondrían a salvo en la palma.

La manga podría cantar en la briza de la noche sus canciones alegres y si a la palma le llegara a provocar cantar algún himno guerrero, no había ningún impedimento.

A partir de ese momento o mejor dicho desde que una pareja de loros domésticos se fugaron de sus ex dueños y se apropiaron del nido abandonado de los guacamayos, solo un picure es más feliz que yo durante la cosecha de mangos y es porque a él, además de los mangos, también le encantan las pepitas que bota el chaguaramo.

Para Vicky

VABM 26 de Marzo de 2010

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