En Venezuela habemos actualmente más de veintiocho millones de habitantes, algo está claro, cada vez somos más, lo curioso del caso es que a veces las sociedades son como las fiestas, mientras más personas hay más desastrosos tendemos a ser. Sería tal vez una tarea imposible saber que porcentaje de esta cantidad de personas es heterosexual, homosexual, bisexual y transgénero, al menos este ultimo podemos notarlo de una manera más fácil, no es cuestión de ponernos a contar, sólo basta con mirar a los lados. Como sociedad somos y habemos un montón de cosas. Dentro de una población tan variada como esta, que se presenta en todo tipo de colores, formas y tamaños de pronto empezamos a tener problemas con las diferencias, unos más que otros claro. Dicho esto he pensado que muchas veces los principales jueces de los homosexuales somos los propios homosexuales, somos los primeros en abstener a otros, y si quieres saber fácilmente que tengo razón entra a algún Chat gay concurrido y veras la palabra “abstenerse” como una plana mandada a hacer. Somos fuertes críticos, y es que muchas veces somos los primeros en etiquetar y juzgar, dicho esto ¿Cómo pedimos tolerancia si somos intolerantes? Podría explicar mi punto de vista mejor, escucho siempre a cierta población gay criticar a otros homosexuales por asistir a marchas gays o llevar su preferencia sexual abiertamente, en términos del medio, salir del closet. De igual modo existen homosexuales que se muestran aberrados ante los travestís y transgéneros, esto me lleva a pensar ¿Qué tan cerrados somos realmente? ¿Acaso somos incapaces de ponernos en la piel de otra persona al menos por un momento? Entre más de 28 millones de personas ¿Cómo es posible que no aceptemos aun las diferencias? Esto me lleva a la gran conclusión que como minorías sexuales deberíamos entender de una vez la voz de guerra “en la unión está la fuerza” y empezar a analizar un poco más nuestro yo intolerante ¿Acaso bajo este arco iris no cabemos todos? deberíamos entender que cada color tiene un significado y una tonalidad diferente. Hay cosas que simplemente no se eligen, el verdadero significado de ser ignorante recae en no querer saber, en ser incapaz. Son las diferencias las que nos hacen únicos, son benditos los que pueden llevar consigo lo que realmente son y tener las agallas de mostrarlo al mundo, los que no pueden hacerlo deberían gastar menos tiempo en criticar y pensar de una vez «qué es lo que realmente estoy haciendo», si bien en una realidad de criticas hemos aprendido a ganar terreno quizá tendríamos resultados más satisfactorios al aprender de dos cosas que parecen en peligro de extinción: Tolerancia y respeto. A veces lanzamos innumerables piedras al vecino sin notar todo el vidrio que nos rodea. No pido que nos guste lo que no nos gusta, si no que no lo dañemos. Así que desde el peluquero al doctor, desde la profesora de educación física hasta la abogada, desde el transexual de la esquina de noche hasta la dirigente política, de todos hablo, después de todo quizá valga la pena pensar que entre gustos y colores aquí cabemos, hay lugar para todos.