Despierto y todo es blanco. No sé cómo describirlo. Blanco. Simplemente… blanco. No puedo verme ni a mí mismo. Sólo percibo la blanca nada. Cierro los ojos y el blanco sigue ahí. El mismo blanco, con los ojos abiertos o cerrados. Me doy cuenta que no hay sonido alguno, ni siquiera la más leve brisa, o el mínimo zumbido. Nada hay que pueda ver, oír, oler, tocar o sentir. Estoy en medio de la nada absoluta y ni siquiera puedo asegurar que yo mismo esté ahí, porque tampoco puedo verme ni sentirme.
Pasa el tiempo y sigo ahí sin saber si en realidad estoy ahí, o siquiera si ahí existe. El aburrimiento que comenzaba a sentir se convirtió rápidamente en sorpresa cuando escuché su voz; una voz dulce, joven, femenina:
- ¡Hola!
- ¿Dónde estoy?
- Aquí.
- ¿Dónde es aquí?
- Aquí es lo que tú entenderías por… cuarta dimensión, creo. O quizás por un estado elevado de conciencia. Todavía no me acostumbro a tu idioma.
- ¿Y cómo lo entenderías tú?
- Yo lo entiendo, en tu lenguaje, como… aquí.
- ¿En mi lenguaje? ¿Quién eres?
- Eres mi otra mitad -dijo.
- ¿Soy tu… otra mitad?
- Sí. Espera un momento.
- ¿He muerto?
- ¿Muere la larva que se transforma en mariposa?
- ¿Por qué no puedo verte?
- Claro que puedes verme. ¡Me estás viendo justo ahora! todo ese blanco soy yo. Todo ese blanco eres tú mismo. Estamos en todas partes y en ningún lugar. Pero estás esperando despertar de un sueño en el que te sientes atrapado. No quieres entender. Hasta que no lo desees realmente, no entenderás.
Ciertamente me siento atrapado y espero despertar pronto. Vuelvo a preguntar:
- ¿He muerto?
- No. No has muerto. La larva no muere al transformarse en mariposa.
- ¿Quieres decir que toda mi vida fui una larva?
- Sí. Hasta hoy fuiste sólo un embrión de algo que será mucho más grande.
- ¿A qué te refieres?
- ¿Sientes miedo? –preguntó la voz.
- No… no es miedo lo que siento. Es más bien…
- Impaciencia.
- Sí. Impaciencia. Eso es.
Impaciencia. Una impaciencia asfixiante que estoy seguro pronto se transformará en desesperación. «Debes calmarte», dice; y vuelve a reinar el silencio. Aunque me esfuerzo por pensar en otra cosa, no logro hacerlo. Sólo puedo pensar en la infinita nada que lo ha envuelto todo y de la que formo parte.
- ¿Sabes? Me has hecho esperar bastante –dijo.
- ¿Esperar? ¿Sabías que vendría aquí?
- ¡Claro! Bueno… no tú exactamente; pero alguien debía venir. De otra forma no tendría ningún sentido mi existencia.
- ¿Tiene sentido existir en este lugar?
- Más que ninguna otra cosa. Ya lo entenderás… ya te lo explicaré.
De pronto percibo una ráfaga de colores y sonidos. Todo pasa muy rápido por lo que no consigo apreciarlos por completo. Apenas una fracción de segundo en la que la inmensa nada se llenó de colores y sonidos que nunca había visto u oído. Grito y todo desaparece, trayéndome de regreso al blanco absoluto.
- ¿Qué fue eso? –pregunto.
- Estás comenzando a creer.
- ¿¡A creer!? ¡Pero si sigo sin entender nada!
- Cierto. Sigues sin entender. Pero al menos ahora ves como una posibilidad que no estás soñando.
- ¿Qué fue eso?
- Parte de mi creación.
Vuelve a hacer silencio. Sigo sin entender, pero al menos pienso que es posible que no esté soñando. Pienso en algunas de las cosas que ha dicho la voz: «Eres mi otra mitad. Estamos en todas partes y en ningún lugar. Hasta hoy fuiste sólo un embrión de algo que será mucho más grande. Me has hecho esperar bastante». Pregunto:
- ¿Qué somos?
- Me alegra tu pregunta. Demuestra que entiendes que somos dos semejantes. Dos de algo.
- ¿Dos de qué?
- Energía. Te explicaré desde el principio ahora que sé que estás dispuesto a entender. Todo lo que sabes, lo que conoces, lo que piensas, todo ha sido creado por ti. Todo lo que creíste ver, oír, conocer, palpar, entender, descubrir, oler, pensar, amar, temer, leer y demás; todo, absolutamente todo lo que recuerdes de tu estado embrionario ha sido creado por ti.
- ¿Como un sueño?
- Exactamente.
- Por eso hablas de mi lenguaje…
- Sí. Me maravillé al ver muchas de las cosas que has creado.
Vuelvo a estar convencido de que todo esto no es más que un sueño.
- Algunas de tus cosas me perturban –dijo-. Como el dolor, el odio, la guerra. Es una lástima que probablemente lleguen a existir. Pero hay cosas realmente maravillosas. El universo, las estrellas, la física con la que explicaste su existencia. El lenguaje, tantos idiomas, la cultura, el arte. Tantas cosas que me hacen sentir dichosa de que seas mi mitad. Pero algunas de tus cosas me perturban.
- Sigo sin entender. No puedo creer que todo ha sido mi creación. Yo estuve allí. Lo viví. El universo ya existía antes de yo estar en él.
- No –dijo-. Nada de eso existía antes de ti. Simplemente has fantaseado con que así era.
- ¿Cómo es eso posible?
- Imagina un cuadro gigantesco. Tú eras ese cuadro, pero a la vez fuiste el pincel, y a la vez un punto. Un punto que podía moverse a lo largo de la pintura. Como punto, sólo creías descubrir, entender, odiar, amar, interactuar, comer, respirar, etcétera, los puntos que te rodeaban. Como lienzo todo estaba ahí para ti, para ese especial punto. Como pincel ibas creándolo todo, añadiendo detalles, líneas, puntos, curvas, formas, abstracciones; algunas cercanas a ti mismo como punto, otras distantes, pero a las que hubieses podido llegar. Como cuadro, todo estaba integrado, todo formaba una hermosa conjunción.
- ¿Puedes explicarme mejor? ¿Cómo es que todo se integraba?
- Piensa por ejemplo en el Arte. Para poder crear digamos… una escultura como obra de arte, primero debiste inventar el Arte. Para verte a ti mismo como un ser humano, como un mamífero, primero debía existir la biología que tú mismo creaste, aunque cuando imaginabas ser un niño aún no la descubrías. Tu vida fue ese punto moviéndose en ese inmenso cuadro del que tú mismo eras el pintor.
Todo lo que pueda pensar; todo lo que pueda recordar; todo lo que he olvidado; todo lo que pensé que era cierto; todo lo que consideré falso; incluso las palabras con la que expreso todo esto, no fue más que mi propia invención.
- ¿Cómo es eso posible? –pregunto.
- Ya te lo he dicho: eras el embrión de algo mucho más grande. Los dos somos mitades de algo inmensamente más grande.
- ¿Y tú también fuiste una larva?
- Sí. Pero cada uno de nosotros imaginó únicamente lo que creyó necesario imaginar.
- ¿Puedo ver tus creaciones?
- Cuando realmente quieras verlas, las verás todas. Es así como yo he podido apreciar todas tus creaciones. Es así como puedo hablar en tu lenguaje.
- Cuando hablas de todas mis creaciones… ¿Te refieres al cuadro? ¿O a la fracción descubierta por el punto?
- Puedo verlo todo. Tú también podrías si realmente quisieras. Pero eso no importa. No es para eso que estamos aquí.
- ¿Entonces para qué?
- Todo lo que somos, toda esa energía está aquí con un único propósito: fusionarnos.
Todo se me hace irreal. Espero despertar pronto.
- Si ya lo he creado todo ¿qué necesidad hay de fusionarnos?
- No seas vehemente. No hemos creado nada aún. apenas hemos imaginado algunas cosas. Además no somos las únicas larvas. Además, lo que hemos imaginado se fundirá para crear una nueva obra; una obra en la que existe probabilidad de que tus creaciones y mis creaciones se mezclen. No será exactamente igual a lo que cada uno imaginó.
- No entiendo.
- Sigues una lógica confusa: puedes entender que es posible que existan muchos universos, pero a la vez te niegas a creer que sea cierto. ¿Puedes imaginarlo? ¿Un universo que es el resultado de todo lo que hemos imaginado? ¿Puedes imaginar tus dragones en mi Aii Aeaee?
«Los dos somos mitades de algo inmensamente más grande».
- ¿Qué pasará con nosotros después de fusionarnos?
- Estaremos como estamos ahora: en todas partes y en ninguna. Seremos el cosmos mismo. Pero no tendremos conciencia. No podremos alterar nada. Todo estará formado por nosotros, pero nosotros como individualidades desapareceremos.
- Moriremos.
- No ha muerto la larva que se transforma en mariposa.
- ¿Qué debemos hacer para fusionarnos?
- Desearlo realmente. Desearlo como yo lo deseo.
Estoy listo.
(Publicado originalmente en Fucked Up Crazyland, el 13 de enero de 2010).