El Silencio de Lorna:La Agonía de cierto Cine de Autor

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Los Hermanos Dardenne ganaron la Palma de Oro de Cannes en 1997 por su obra maestra,“Rossetta”,cumbre de su modelo cinematográfico de recuperación del neorrealismo italiano, para abordar los problemas sociales de la agenda política del mercado común, como la discriminación, la desigual distribución de los recursos,el desempleo crónico,el paro,la segregación endémica de la adolescencia,el efecto de la depresión económica,el individualismo y la alineación.Temas, por lo general, encarnados en figuras juveniles y femeninas representativas de los sectores minoritarios y marginados de la población, así como en el pasado la mujer sirvió de emblema arquetipal de la crisis de posguerra, para la escuela romana de Vittorio De Sica,Luchinno Viscoti,Roberto Rossellini,Antonioni y Federico Fellini(el menos interesado del grupo en rozar los límites del panfleto lacrimógeno de pornomiseria).
No en balde,la nueva película de los realizadores,“El Silencio de Lorna”, repite el esquema antes citado,para proyectar y analizar el tópico de la inmigración interna del viejo continente,desde la perspectiva de otra víctima o mártir de las inequidades y disparidades de la civilización occidental, donde países ricos “conviven” con naciones empobrecidas, mientras entre ambas surgen y se elevan fronteras para contener los flujos de intercambio de personas,en plena época de globalización y libertad de las comunicaciones.Ergo, circula el comercio,no la gente. Acá Galeano tiene razón.Verbigracia,recuerden la actual cacería de brujas contra la colonia chicana en Arizona(por vía de una ley retrograda).
En tal sentido,el film viene a demostrar la falsedad,la hipocresía y la impostura del paradigma de la mundialización,a la luz de su imparable idealización publicitaria y propagandística por parte del poder internacional.
Sin incurrir en los defectos de la caricatura populista, a la película sólo le hacen falta cien minutos,un personaje principal,un par de locaciones y una puesta en escena cerebral, para echar por tierra las eternas promesas de inclusión y de integración de la diversidad, enarboladas por las campañas de persuasión de los candidatos de la izquierda caviar.
Los cineastas vuelven polvo la retórica y el discurso bucólico del progresismo audiovisual en boga.
Si la industria miente al plantear la fantasía posible del “melting pot” y de la asimilación de la alteridad dentro del sueño de la tierra de las oportunidades, los autores de “El Niño” siguen dejando al descubierto las costuras, las heridas y las cicatrices del colchón familiar del estado de bienestar, cuyos resortes lucen oxidados al calor de las circunstancias posmodernas, de Norte a Sur y de Este a Oeste.
De hecho,“El Silencio de Lorna” se inscribe en toda una corriente audiovisual, encabezaba por magníficos y reconocidos talentos de la talla de Ken Loach, Michael Haneke,Jaques Audiard, Bela Tarr y Gianni Amellio,encargados y empeñados en romper con el velo de la censura, a efecto de desenmascarar el lado oscuro de las fuerzas de la reacción conservadora en curso.
De igual modo, la derecha recibe lo suyo en el último trabajo de los hermanos Dardenne, prestos a narrar la traumática historia de una antiheroína de origen albanés, manipulada a placer y secuestrada por la mafia rusa, en su búsqueda por obtener la codiciada nacionalidad belga.
Para ello,la chica literalmente vende su cuerpo, al contraer nupcias, por conveniencia, con un yonqui afincando en Seraing, “ciudad fetiche” y locación preferida para los directores a la hora de rodar y concebir sus ideas.Allí la protagonista desciende a los infiernos de la soledad y el desamparo, al vivir y padecer el calvario del extranjero mal tratado y reducido a la condición de mercancía.
En mutismo y con resignación, ella es tan explotada por sus captores como por sus empleadores, en una pequeña empresa de planchado de ropa al mayor y al detal. Una típica lavandería de baja calaña. En cualquier caso, su silencio no sólo denuncia un secreto a voces, sino expresa un curioso paralelismo entre la cultura de opresión femenina en los países islámicos y la realidad de la mujer inmigrante en Europa, condenada a callar y aceptar la injusticia de la violación de sus derechos humanos.
Por ende y de cara al largometraje, el decreto francés por eliminar y suprimir la prenda de la Burka, resulta ser una completa engañifa, al constituir una vulgar tapadera de lo visto y planteado por “El Silencio de Lorna”.
De ahí la interesante interpretación del colega Pablo Gamba, quien identifica a la protagonista con la pieza central del cuento de la Caperucita Roja. Una metáfora exteriorizada, a grandes rasgos, en el desenlace del argumento, cuando nos internamos en el bosque de la mano de la lolita perseguida por sus lobos, en una secuencia de un corte casi onírico y posiblemente en discordancia con el resto del metraje. A lo mejor, aquí los hermanos quisieron invocar y sublimar el subconsciente de la joven, después de su evidente fracaso. Quizás, ella bloquea su trágico final y opta por sumergirse en el espacio de la fantasía ingenua de Disney, adecuada para su estatura intelectual.
Sea como sea, es de lo peor del guión, justificado o no. Irónicamente,“El Silencio de Lorna” fue premiada por su libreto en Cannes.Pero si somos estrictamente rigurosos, su estructura y su dramaturgia no soportan la menor revisión crítica.
Ciertamente,su conclusión indefinida,su canto a la maternidad y su flojo desarrollo, son síntomas de una enfermedad terminal.
Para empezar,la trama encadena acciones de manera forzada a través de diálogos, también, de escaso vuelo.De paso,algunas situaciones son predecibles.Encima,los secundarios carecen de dimensión y bordean el perfil del estereotipo, tal como los delincuentes del deshielo soviético(vestigios de una xenofobia a rebatir).
El adicto es plano y debe morir como lo dicta el código puritano de la moral. Su metáfora, por lo demás,es obvia: europa sería, según el dogma rígido de los Dardenne,un cruzado entre él y ella.Tampoco para tanto.
Para rematar,los autores se repiten así mismos,del primero al último minuto, y no logran desprenderse de la sombra de su programa estético y conceptual.
Reinciden en técnicas, derroteros y fórmulas expresivas.
Se les celebra el mérito de ser coherentes y congruentes con su carrera, aunque al precio y al costo de renunciar a su capacidad creativa de reinventarse.Por lo visto, un año sabático o unas vacaciones no le sentarían nada mal a los hermanos.
De lo contrario, les espera un futuro gris de olvido, ostracismo y autoindulgencia al estilo de Kusturica,Almodóvar,Coppola,Scorsese y Chabrol, quienes no se cansan de vivir de sus rentas y de sus fortunas cosechadas en el pasado.
En resumen,“El Silencio de Lorna” es un deja vu en la trayectoria de los Dardenne, no necesariamente desechable o descartable, pero sí alegórico del estado de entropía de cierto cine de autor europeo.
Así como existe la crisis de Hollywood encarnada en el círculo vicioso del remake, también hay un evidente declive en el ámbito alternativo,imposible de soslayar.
Es fundamental no vendarse los ojos ante él, detectarlo como fenómeno y augurar por su pronta superación.
Silenciarlo es prolongar,innecesariamente,su agonía.
En palabras de Carlos Losilla, de Cahiers Du Cinema: “Son el reflejo de un mundo que se acaba, museos interiores de un universo en extinción.Pueden gustarnos,pero no reconfortarnos,pues no constituyen promesa de futuro alguna”.

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