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Estreno de «Zamora»:Una Telenovela Personal

Capítulo 30: Primeros Minutos contra La Historia

Leer el capítulo 29 aquí


Estuve perdido durante tanto tiempo en la investigación y en el refrescamiento de mis conocimientos Zamoranos. No quería terminar con una mera reseña de mis apreciaciones personales, de buen o mal gusto, sobre el contenido de la película.
Hubiese sido una forma sencilla pero simplona de concluir.Ustedes no me lo habrían perdonado, estimados lectores y cómplices del proyecto, después de mantenerlos en suspenso por más de un semestre, desde Octubre hasta hoy.

Ciertamente, debo confesarlo, me costó un mundo el hecho de darle la estocada final a la novela, porque me sentía inseguro de cómo hacerlo, por tratarse de mi ópera prima.
El buen envión del arranque me dejó exhausto, y luego el peso del compromiso del remate se me vino encima. Irónicamente, pude descubrir en el proceso un espejo de aumento de mi condición, al volver a revisar el famoso documental “En El Corazón de las Tinieblas: Apocalipsis de un Cineasta”, donde se relata la crisis y el bloqueo de Don Francis Ford Coppola al momento de acometer la realización de las secuencias definitorias de su obra maestra antibélica.
Salvando las enormes distancias de contexto, pude identificarme con los miedos y temores de “El Padrino” de Hollywood a la hora de llegar a la meta de su calvario, porque también se me hacía técnica y humanamente imposible encontrarle una salida satisfactoria a mi laberinto literario.
Por instantes,llegué a pensar en la idea de abandonarlo todo y reconocer públicamente mi fracaso. Era una dura lección aprendida por querer embarcarme solo en una empresa subjetiva, sin mayor sentido y futuro, a no ser para mí como exorcismo personal.
De cualquier modo, con el apoyo de amigos y estudiosos en la materia, fui consiguiendo el camino para cerrar con cierta dignidad, con lo mejor de mí, el largo trayecto emprendido, la odisea o el viaje de retorno hasta aquí.
De nuevo, la luz para atravesar el túnel, la hallé en los libros, en las fuentes vivas y muertas. Allí descifraría la clave para abrir el cerrojo de la caja fuerte de mis tormentos.
A partir de entonces, mi trabajo sería leer y reencontrarme con la historia real de Zamora, para comprender su alto grado de distorsión en la película de Chalbaud y Luis Britto García, quienes consciente o inconscientemente alterarán, maquillarán, trastocarán, manipularán y censurarán cada pasaje conocido y analizado, por múltiples formas, en la vida del prócer, a efecto de contribuir con la campaña política de adoctrinamiento desarrollada por Ministerio de Cultura.
En pocas palabras, ambos creadores tomaron la decisión menos revolucionara para efectuar su encargo:obviar detalles incómodos del prontuario del personaje en cuestión, para contribuir a su mitificación religiosa, en beneficio directo o indirecto de la imagen del presidente.
De ser valientes y arrojados de verdad, los productores del largometraje exprimirían sus venas de contestación crítica, para concebir el riesgo de una versión alternativa del héroe, cual “La Última Tentación de Cristo”.
En lugar de ello, los responsables de la confección del traje a la medida, apenas se atreven a presentar la “versión oficial” del general de la guerra federal, según el cuestionado evangelio de izquierda fabricado por Luis Britto Figueroa, a semejanza del modelo puritano y dogmático de “La Pasión” de Mel Gibson. Una de tantas y miles de maneras de interpretar el pasado del caudillo de la batalla de Santa Inés.
De hecho, existen en Venezuela diferentes y diversas teorías al respecto. El problema de la película reside en unificarlas y diluirlas a todas alrededor de una sola: la falsa visión marxista y dialéctica del cruzado del Pueblo Soberano.
Inclusive, la propia y clásica lectura comunista del hombre del llano, es trasquilada, adulterada y tergiversada con objetivos propagandísticos, pues en ella también se asoma la contradicción inherente de la figura de Ezequiel Zamora.
El propósito de Chalbaud consistirá en depurar y limpiar la hoja de servicio de su protagonista, para ofrecerlo como un antecedente apropiado y adecuado en la edificación monumental del santuario Bolivariano, usufructuado por el “Comediante en Jefe” de la Quinta República. Tal como Stalin lo hizo con Eisenstein en el montaje de “Iván el Terrible”, con la divergencia en los resultados mostrados por uno y por otro. A su lado, “Zamora” es una farsa engreída y acartonada de barraca de feria, con actores de zarzuela. Un circo ambulante de payasos tristes, famélicos y menesterosos.Algo así como el piche “Sambodromo” o el “Chambodromo” ridículo de la celebración del bicentenario en el Paseo de los Próceres.
Por algo, el actor protagónico de la película, Alexander Solórzano, ahora participa como secundario en una telenovela del canal cuatro,“Harina de Otro Costal”, réquiem del talento nacional.
En mi regreso a las fuentes vivas y calientes, para culminar la novela,tuve la ocasión de entrevistarme con varios historiadores de la academia.Entre ellos reconozco el apoyo humilde y servicial de dos recientemente consagrados y laureados por el premio iberoamericano de las letras, concedido por la Universidad de Salamanca. En específico, me refiero al polémico Guillermo Morón y al prolífico Enrique Viloria Vera.
Con el primero, compartí una mañana de café y tertulia, para conocer a fondo su percepción del tema. Con el segundo hice lo propio en su casa, donde gentilmente me regaló una edición de uno de sus últimos ensayos publicados, “Ezequiel Zamora y Hugo Chávez: Dos caudillos en discordia”.
En ambos casos, pude reconfirmar sospechas, comprender mejor el proceso de mi campo de acción y redescubrir el altísimo nivel de falsificación histórica de la película de Chalbaud.
Asimismo, agradezco la ayuda del novel historiador ucevista, Carlos Zambrano, al recomendarme y prestarme bibliografía fresca sobre el particular, de plena actualidad y vigencia.
Sin querer queriendo, me adentré a un mundo desconocido por mí y salí rejuvenecido de palmo a palmo, en la conciencia de haberme reencontrado con mi país. Con la Venezuela ignorada, bloqueada y hostigada por la República Bolivariana. A ella le ofrendo las siguientes líneas.

En principio, la película nos sitúa en los “Llanos Centrales”, para el año 1840. De entrada, dos vitales décadas en el nacimiento, la madurez y la formación del General Zamora, son borradas de un solo plumazo.
En adelante, ningún flash back nos hablará de su pasado y de su modesto alumbramiento “en la población de Nuestra Señora del Rosario de Cúa en los Valles del Tuy, actual Estado Miranda”, según lo registrado por la remembranza del profesor Viloria Vera.
La pregunta del inicio es ,¿por qué Luis Britto y Chalbaud ocultan sistemáticamente los orígenes del Caudillo en 1817? Por una razón muy simple. La niñez y la juventud de Zamora carecen del más mínimo aliciente épico, para favorecer la edificación de una estatua ecuestre y heroica, de manera unidimensional.
Por eso, esconden y discriminan al Zamora de verdad, al Zamora de a pie, al Zamora humano demasiado humano, al Zamora de los errores y los pecados cometidos en la adolescencia.
No le perdonan sus aires, sus pretensiones y sus desplantes de aspirante a mantuano. No le aceptan sus confusas y ambiguas costumbres. Sus metidas de pata, de vulgar y silvestre mozalbete con look pomposo de patiquín.
Entonces, la revolución prefiere volver a aburguesar al mito, para distanciarlo de las masas, antes de aproximarlo al común de la gente, al revelar sus innumerables defectos y debilidades,comprensibles para la época.
Como buen muchacho escalador de su tiempo, Zamora irrumpe en su contexto con hambre de poder, dinero y fama.Valores capitalistas afincados en su entorno de blanco de orilla.
Sus padres poseen propiedades agropecuarias, tierras en latifundio y hombres a merced del cautiverio. Después, la familia cae en desgracia, por la muerte del patriarca, y el carácter de Zamora se consolida en la necesidad, manejada con criterios de escasez y rapacidad especulativa.
En el film, nada se dice de la condición de pulpero y mercante del Zamora de juventud.Antecedente de los abasteros, los panaderos, los bodegueros y los carniceros criollos, hoy encarcelados por el gobierno, por supuestos delitos de acaparamiento, peculado, evasión de impuestos y venta con sobreprecio. Al respecto, los invito a leer una reflexión del maestro Viloria:
“Hacia 1838, el joven Zamora comienza en la Villa de Cura de sus ancestros, la carrera de comerciante. Así pasó de dependiente de pulpería, a socio industrial, para luego establecerse por su cuenta y riesgo, y administrar una bodega de su propiedad”.
Por ende,de haber existido en el siglo XIX, los funcionarios del Indepabis, la Superintendencia de Silos y la Guardia Nacional perseguirían y arrestarían, placenteramente, a Zamora en medio de una de sus mentadas “inspecciones nocturnas” a lo SWAT. La Locademia de Policía, Operación Caracas.
Aparte, el Caudillo expendía puros productos importados en su red PDVAL, a la usanza de un Mercal atestado de latas de Red Bull y refresco del imperio.
En palabras de Adolfo Rodríguez y Viloria Vera, Ezequiel Zamora era dueño de toda una sucursal de “El Rey David”, donde ofrecía “pólvora, tabaco, aguardiente,vino blanco,manteca, bacalao, bizcochuelos y café de primera”.
En consecuencia, de ahí la ofuscación por iniciar el largometraje en la secuencia fechada e identificada con el número 1840.
De inmediato, la cámara nos ubica en el resplandor de un espacio polvoriento de western crepuscular, con ínfulas de Cinema Nouvo. No en balde, Glauber Rocha es uno de los referentes a imitar y a plagiar.
Zamora cabalga con su cuñado, hay buitres alrededor, y un esclavo aparece de la nada,irrumpiendo abruptamente en la toma(como cuando un extra sale de uno de los lados del proscenio de una sala de teatro).
Al esclavo lo mal interpreta “Machuca”, otrora comodín racial de RCTV y Radio Rochela. El “pobre negro” busca escapar y el cuñado de Zamora le espeta con tono grave y solemne de profesor lapidario: “usted es libre”.
Así de tiesas, ensayadas y enyesadas, serán el resto de las situaciones de la película,aquejadas de los síntomas de la enfermedad de la artritis: “limitación de los movimientos, hinchazón de las articulaciones y calor local.”
Encima, desde el inicio de la obra, se volverá a ocultar información valiosa, porque el secreto mejor guardado de la producción, apuntará a silenciar y a limpiar, sistemáticamente, el distinguido expediente de Zamora como “negrero” y esclavista, en una maniobra de vil encubrimiento judicial.
¿Te dolió?¿No lo sabías, amiguito de Zurda Konducta?Pues entérate. Ezequiel Zamora, tu padre de la patria, era un tratante de mercancía humana.Después ahondáremos sobre ello, en las ulteriores viñetas de colección de la historieta gráfica de Chalbaud.
Por lo pronto, cabe alertarte del plan demagógico de la pieza, por arrimarse al mingo del tabernáculo de Miguel Cervantes, para conferirse un aura de legitimidad cultural, a costa del éxito ajeno.
Sin embargo, hay un inconveniente. “Zamora” aspira a acariciar la gloria de “El Quijote”, pero en honor a su acabado,sólo consigue rescatar el desprestigio y el halo pestilente de la novela de caballería, hundida tras el embate del siglo de oro español.
Por consiguiente, Francisco de Quevedo arremetería, gustosamente, en contra de la humanidad del fatuo, afectado y campanudo “Zamora” de Román. Ni hablar del autor anónimo de “El Lazarillo de Tormes”, quien lo ejecutaría, de plano, con las armas ilustres de la picaresca.
En menos de cinco minutos, el Doctor pierde la paciencia con la película y me dice al oído: “con permiso, voy al baño”.
También para mí, ya fue suficiente con la primera secuencia. No obstante, es mi deber aguantar el castigo hasta el final.
A mi izquierda, el presidente tampoco puede disimular su hastío, su cansancio, su agotamiento.Cabecea hecho el loco y cierra los ojos. Por diez segundos, el comandante duerme en paz, como un niño.
A mi derecha, cinco ancianitos de la reserva, roncan a pierna suelta. Entre el sueño y la pesadilla, soy testigo del descalabro de una utopía, de un proyecto de país.
En la pantalla, asistimos al embargo y al asesinato de un ganadero, muerto en los brazos de Zamora, luego de enfrentar a los cobradores y expropiadores de la época(igual a los de ahora). De John Wayne a Clint Eastwood, hemos padecido el mismo cliché de martirio bíblico, de postal de semana santa, de expiración aleccionadora de una víctima de la tiranía.
El estanciero agoniza y reúne fuerzas para cumplir su última voluntad: entregarle al caudillo una lanza del Catire Páez. Con ella, fallecerá con las botas puestas. Una de las alegorías más gruesas del largometraje, cobrará carta de natalidad.A partir de entonces, el simbolismo rastrero, la argucia,el estereotipo y el lugar común sellarán un pacto de no agresión en la estructura dramática de la pieza.
Así las cosas,todavía falta mucha tela por cortar en la película.
Gracias, de nuevo, por llegar hasta acá.
Espero recobrar la frecuencia de antes, para culminar.
Sea como sea, me despido por hoy, para no abrumarlos y saturarlos.
Continuará…

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