Venezuela +, + y + burlas, ¿Hasta cuando…..?.

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Venezuela +, + y + burlas, ¿Hasta cuando…..?.
Consejo Federal de Gobierno, Un Chiste de muy mal gusto.

El amor, la esperanza y la fe en nosotros mismo, necesita estar alimentado por el deseo.
No todo está perdido

No puede existir caridad sin esperanza. La caridad, fruto ultimo de la vida religiosa, sólo se desarrolla en condiciones propicias. El amor requiere espacio para expandirse y crecer; es una realidad maravillosa pero, en cierta manera, también frágil pues sin su «espacio vital» acaba fácilmente ahogada, aprisionada e infecunda. Y el «miedo» concreto que requiere para desplegarse está compuesto por la esperanza. Si estamos atentos a lo que ocurre en nosotros, nos daremos cuenta de que, cuando el amor se enfria o deja de crecer, a menudo se debe a que nuestros anhelos, nuestros miedos, nuestras inquietudes y nuestro desánimo lo están ahogando.

De algún modo, el amor es connatural al hombre: éste ha sido creado para amar y lleva dentro suyo una aspiración a brindarse. El amor podrá crecer solamente en el corazón, como la semilla que, una vez sembrada, germina y va creciendo, sin que el sembrador sepa cómo. Pero la realidad es que, a menudo, el amor no crece: su desarrollo se ve bloquedao por algo. Puede tratarse del egoismo, el orgullo o, en las preocupaciones del mundo y la seducción de la riqueza; o bien cualquier otra traba. Sin embargo, la mayoria de las veces el problema radica en la falta de esperanza.

A causa de esta falta de esperanza, no creemos realmente que Dios pueda hacernos dichosos y construimos una felicidad con nuestras propias recetas: la codicia egoista. No esperamos que Dios nos haga vivir en plenitud y nos creamos una identidad artificial: el orgullo. O bien (y ésta es la situación más común entre personas de buena voluntad) nos gustaria mucho amar y ser generosos en ese amor y en la entrega de nosotros mismos, pero nos vemos atrapados por el miedo, la duda o la intranquilidad. La falta de esperanza y la falta de confianza en que la gracia divina puede obrar en sosotros y en lo que nosotros podemos hacer con su ayuda, trae como consecuencia inevitable un estrechamiento del corazón y una mengua de la caridad. Y, por el contrario, la confianza que conduce al amor.

El hecho de que una persona pierda el fervor, el impetu y la generosidad para amar a Dios y al prójimo, obece con frecuencia al desaliento, es decir, a una especie de desesperanza oculta que ha comenzado a invadir el corazón con un efecto paralizador. A causa de los fracasos, las decepciones, las dificultades, la experiencia de nuestra miseria y las inquietudes que nos quitan la tranquilidad, perdemos nuestras energias y «bajamos los brazos». En estos casos, el remedio (es decir, el modo de hacer rebrotar el amor) no consiste en un esfuerzo voluntarista, sino en reanimar la esperanza, en reencontrar nuevamente confianza en lo que Dios, por grande que sea nuestra miseria, puede hecer por nosotros y en lo que nosotros podemos realizar con la ayuda de su gracia.

La mayoria de las faltas de amor, de fervor y de generosidad, proceden en realidad del desaliento más o menos consciente, «Es el desánimo lo que pierde las almas». En ese momento es la de descubrir la causa del desaliento, ese «motivo de desesperanza», y poner el remedio espiritual que consiste en volver a dotar a la persona de una mirada esperanzadorasobre dicho aspecto concreto de la vida. Todo esto responde a una realidad mental muy sencilla, pero importantisima: para que nuestra voluntad sea fuerte y bien dispuesta, necesita estar alimentada por el deseo. Y ese deseo no puede ser poderoso si lo que se desea no se percibe como posible y accesible; porque, si nos representamos algo como inaccesible, dejamos de desearlo y quererlo con tesón. No se puede querer nada de modo eficaz si mentalmente tenemos la sensación de que «no llegaremos». Cuando la voluntad desfallece, para volver a despertarla se requiere una labor de «reeducación» de nuestras representaciones, que nos permita percibir de nuevo lo que queremos como accesible y deseable.

La esperanza es la virtud que pone en práctica esa reeducación; gracias a ella, sé que lo puedo esperar todo de Dios con plena confianza. La esperanza nos sana del miedo y el desaliento, dilata el corazón y permite que el amor se expanda. Pero por otra parte, tambien la esperanza se convierte en una auténtica fuerza, necesita de una verdad en la cual apoyarse. Este fundamento proviene de la fe: puedo esperar contra toda esperanza porque sé en quien he puesto mi confianza. La fe me adhiere a la verdad transmitida por la Escritura , la cual no cesa de mostrarme la bondad de Dios, su misericordia y la absoluta fidelidad a sus promesas, Por medio de la Palabra de Dios, nos dice la epistola a los Hebreos: esta esperanza que nosotros tenemos, es como un ancla del alma, sólida y firme, que penetra más alla del velo, alli mismo donde Jesús entró por sosotros como precursor.

La escritura nos revela el amor absolutamente incondicional e irrevocable de Dios hacia sus hijos, manifestado en Cristo, que nació, murió y resucitó por nosotros. Él me amó y se entregó´por mi. Por la fe, el corazón se adhiere a esta verdad y encuentra en ella una esperanza inmensa e indestructible. «La fe es la madre del amor y de la esperanza, asi como de la confianza y de la certeza.

Y ese deseo no puede ser poderoso si lo que se desea no se percibe como posible y accesible.

Un Peatón sin Barreras

Arq.Iván Enrique León Hernández
www.peatonessinbarreras.tk
[email protected]
[email protected]
0412-585-6762
Venezuela-Caracas, 15 de Mayo de 2010.

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