¡Aguante Cerati, la concha de tu hermana!

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1.

Había una chemise azul tirada en una silla de la sala. Papá trabajaba hasta media tarde y mamá hasta la noche. Había arroz con pollo en una olla que tenía que calentar para comer. Y un disco de Guns n’ Roses esperando justo al lado del reproductor.

Luego llegaste tú. Venías con tus amigotes. Ibas en una carátula naranja de leones y letras negras y azules. Pasé mucho tiempo viéndote con indiferencia, que más bien era miedo a lo desconocido y al tiempo que pasa, pero de tanto sonar en las fiestas al aire libre, de tanta verbena y camisas a cuadros te volviste imprescindible para nosotros. Tarareamos las canciones como posesos mientras juramos ser jóvenes para siempre.

Así llegué hasta Sueño Stereo; así compré el Unplugged. Era la vitamina que necesitaba consumir mientras aprendía a manejarme en esa ciudad que sí, también está llena de furia. Como esa Buenos Aires que jamás he pisado pero que me reconforta conocer en las voces de mis amigos, amigos que decían “quiero conocer a la Europa de Suramérica”, y que aprovechaban el viaje también para verte, conocer un poco más tú ciudad y tomarse fotos en el Planetario Galileo, entre Sarmiento y Belisario Roldán.

Cuando por fin me empecé a entusiasmar con ustedes, decidieron que ya no iban más. Cada quien a lo suyo y tú ahí, en lo tuyo. Un amigo puso Amor Amarillocomo banda sonora de su carro y de ese carro no nos bajábamos sin escuchar “A Merced”, “Te llevo para que me lleves”, “Ahora es nunca”, “Avenida Alcorta” y “Bajan” mientras mis amigos, que se iban subiendo al carro y te seguían con más fuerza que yo, me decían que “Bajan” no era tuya, sino de un tipo llamado Spinetta.

Fui (fuimos) a verlos (verte) en el Tour de despedida. Era el año 1997, si no recuerdo mal. Cantaron todas las canciones y yo tarareaba, porque no me las sabía de memoria, confundiendo “llama” con “llaga”, “vacilación” con “satisfacción”, y “techo” con “cielo” en la Cúpula de lo que sangra.

El caso es que poco a poco empecé a meter esa música debajo de la piel, a tatuarla por puntadas, descubriendo que tenías tiempo haciendo el camino por tu cuenta. Perdóname la confidencia cursi: logré que una chica se enamorara de mí cuando le dediqué “Vuelta por el Universo”. Funcionó. Y me gustaría pensar que sigue funcionando. Dale las gracias a Melero de mi parte.

2.

Fuiste tantas veces como tantas íbamos a verte. Al teatro Teresa Carreño, al Poliedro, al San Ignacio. Cuenta la leyenda que hasta pasaron por un cine en El Cafetal y tu guitarra empezó a sonar a las cinco de la madrugada. Yo tenía doce años, y como ya dije, escuchaba Use your Ilussion II.

No podía saberlo.

Luego si supe, y bien que supe de Bocanada. No me gustó la primera vez que lo escuché. Eso me pasa cada vez que escucho un disco nuevo. Pero despuésBocanada fue descubrir las posibilidades del sonido estéreo. Me pasó en Michelena, ese pueblo donde nació Marcos Pérez Jiménez. No tienes que saber quién era ese tipo ni dónde queda el pueblo. Sólo te diré que tenía 21 años y aún se usaba el Disc-man, y con él y tu disco anduve escuchándote entre cañaverales y cerveza barata.

El hecho es que, y valga el lugar común que se repite mil veces, el tiempo pasa, pero también se devuelve. Porque siempre está la música grabada, siempre están los discos, los mp3 y las añoranzas. Por eso, una noche de esas de arepas y cervezas, mientras me apuntaban en la cabeza con una pistola para pedirme un carro que no era mío, sonaba en el reproductor “Secuencia Inicial” Gustavo, sonaba a todo volumen en su propio disco original.

Quizás por eso nadie resultó herido esa noche.

Quizás.

Recordé los días de mochila a la espalda y pasos extraviados por Barcelona, allá en septiembre u octubre del 2004 (ya empiezo con los años de nuevo Gustavo), cuando te ví en la calle, tu foto en un póster que anunciaba el concierto pocos días después. Y yo no te di bola, como dicen ustedes, pensando que estarías para siempre. Pero el tiempo sí se movió hacia adelante y ya estaba parado frentea ti, en el Anfiteatro del Sambil, dispuesto no a verte ni a escucharte sino a enfrentarte. Era noviembre de 2006, pasaba mis últimos días en Caracas y no tenía nada que perder. Viniste con Ahí Vamos y estuve toda la noche retando tu energía descomunal. Muchas veces creí que no soportaría esa pelea. Tu venías con “Al fin sucede”, “Caravana”, “Adiós”, “Lago en el Cielo”, “Crimen” y yo deliraba con Venezuela y la política. Pero gané Gustavo, esa noche vencí a pesar de la dislexia y abracé conocidos que nunca más vería y que llevaban camisas con tu rostro.

Aquella fue la última vez que te vi en vivo. Luego ya te incorporé a mi vida sin medias tintas, asumí que Siempre es Hoy es el mejor disco canción por canción de todos lo que te he escuchado hasta la fecha, y sonaste el día que me casé, y en cada tarde que salí a pasear por Roma, por Barcelona, cada tarde que desempolvé la bicicleta y pedaleé hasta la Universidad Simón Bolívar, 14 Km. en subida desde mi casa Gustavo, una pendiente que te cagas, con copilotos que te pasan por el lado gritándote “échale bolas pajúo”, y la recompensa de una torta de zanahoria y un jugo de guayaba.

Hoy sigues sonando en los videos que hago, en los cuentos que escribo, en el cuarto de mi apartamento, en la voz de Katy, en el I-pod que ella se lleva para el trabajo, en los amigos que reaparecen después de un tiempo, en los que nunca se han ido, y en los que agarran y se van a hacer una vigilia por ti, que no sé si crees en religiones.

En Dios si, eso me consta.

3.

Y todo esto para decirte que si te iba a dar una vaina de esas que le da a la gente por vivir y porque el tiempo pasa, entonces ¡aguante la concha de su hermana! Porque pueden venir los mejores médicos del mundo a verte, pero ninguno de ellos podrá brindarte un jugo de guayaba bien espeso, ni cuchichear en los pasillos del Centro Médico Docente La Trinidad que aquella noche del 15 de mayo de 2010 viste una inmensa nube de humo sobre el escenario, hiciste una broma, te reíste y comenzaste a cantar “Deja Vú”, antes de dejarnos con esas ganas tremendas de volver a escucharte.

3 Comentarios

  1. Muy buena tu reflexión, Macundal. Estoy de acuerdo con tus apreciaciones. Aquella noche del concierto fue espectacular, luego de aguacero que nos azotó. Siempre es hoy es el mejor disco, sin duda. Qué carajo! Mucha paciencia, paciencia. Gustavo se recuperará en una batalla larga contra sí mismo. Y alli estaremos nosotros.
    Saludos.
    Cam

  2. Qué bello encontrar un texto que transmite tanto en este océano casi infinito como internet. Muy bien escrito, y lo más importante, retrata TODO LO QUE SENTIMOS LOS QUE ADMIRAMOS Y APRECIAMOS AL MAESTRO CERATI.
    No sé cuál será causa ni el mensaje que deja que Cerati esté en coma, y otras basuras andates vivas de la música llenen estadios y vendan de todo. Pero el alma de la gente, el corazón de las personas receptivas y sensibles tiembla de emoción al hablar de Cerati, y al rogar que salga adelante, por la gracia de alguna fuerza natural o sobrenatural.
    Veo que hay un mensajito para Chavez aquí, también. Pues en Argentina también queremos lo mismo que fuma Chavez, y seguramente será lo que toma Cristina K., y que no está matando como país.
    Gracias a tí, por tu escrito genial, y lleno de sentimiento !!!

  3. Me ha emocionado tu nota. Realmente, hermano, lo sentí como mi propio texto, exceptuando los lugares donde viste a Ceratti. Me siento como un familiar esperando noticias del querido amigo que se que no está bi8en; debo ser objetivo y prepararme para lo peor, pero sin que eso me quite todas las ilusiones de creer que Gustavo va a salir de esta situación. Muchas gracias por tus vivencias, que, en definitiva y en otro país, también han sido las mías. Un abrazo grande, desde Argentina.

    Víctor

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