CARNOCIOSIDADES

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CAMA

revivo el fragmento tecnológico, inerme sufre sobre mis toros lidios la soledad, luego del sexo en un cuarto azul. mi vista recupera poco a poco su ansiedad griega en un pozo sanguinolento de carnes sabanícolas que en desacuerdo huyen de dios; esa carcaza maniquea o a la vez imprecisa férula exquisitante.

maquino hoyos a Rimbaud.

DEVEXUS

asceta miré los brazos plagiar cantares a los cielos, cemento apolíneo se derrite ante su presencia de humos, aborígenes, inciertos… esos brazos  -¡allá van! -dije -¡se les escapan efímeras nubes -barbas de dioses- a través de los huecos de bloques infernales! ¡resisto!

… las nubes se fueron turbando cantares de hombres, en caparazones de gatos muertos, con vida aliciente y en piedras motoras. escuché esa mañana a Zarathustra decir que el Zend Avesta apestaba a los huecos mitológicos de la perdición.

nunca le entendí bien, por supuesto que menos ahora.

HABITÁCULO

mesiánicos ruidos aturden mis narices experimentadas en las manos de rugientes mujeres-locura; amo extraerles gritos capríneos en medio de la luz de lo oscuro, que canta mil veces mi ritmo sincero de inocente campo de ubres.

sentado en las camas de 31.000 Monterrosos hediondos, de rayadas gavetas y baños vítreos, hallaré los amores de puerto, sin barcos ni uniformes bonitos que madres envían rellenos de carne a las bocas mismas de Sirte.

REGRESO

me cansé de pisar -atado de huesos sintientes- los mismos barros,

los mismos clavos de tu cruz, poeta,

siendo así que algunas veces temí ser el demonio de los pobres,

cuando perduran en el aire las extensiones de mi efluvio.

creí por un momento que fui el insecto

que se comió la triste mirada de Kafka;

realmente fue aquella vez que me fui

por los despeñaderos, para meditar mi vuelta

a ese lugar de llamas

donde la fiesta de los milenios hierve como la canícula.

supe por un momento a dónde debía ir,

pero decidí quedarme solo,

pensando un segundo regreso a este infierno,

donde la vida es sólo el recuerdo de un demonio

que medita solitario en un despeñadero.

LARVAPENANTE

trajinando los modelos, caminando las calles del olvido,

triste me cobijan las gotas del llanto maligno del ángel.

por mí compasión nadie sintió en el fondo de los muladares:

son fríos que calientan nuevas esperanzas de vida.

llevo los pies revestidos de piel ¡oh! ¡esa piel! y el barro agudo,

metido en la vena que atraviesa de largo mi muslo.

sigo en esta vía de vidas grises,

sigue llorando ese ángel; sus lágrimas enfrentan amoríos

con los postes, los cables,

las lámparas, que sonríen su luz y pareciera

se alegraran con mis penas.

antes solía ser torre,

a mi base atracaban severos barcos sensuales,

blasonaban allí fehacientes sus mitos

y acudían miles de aromas…

uno se quedó ayer en el puerto:

alisté mis cañones y lo elevé

-¡35 mil pies de altura!-

para luego dejarlo caer en el Orco vecino de mis penas.

IDÓLATRA

¡excomulgado soy! ¡de los campos soy fugitivo!

una santa inquisición me persigue en mis remansos,

en mis imaginarios desiertos, en mis selvas secas, en mis piernas que sudan

al correr en pos del demiurgo.

cuando era niño fui feliz en el seno de los bloques rojos;

eran sangre los hirsutos hoyuelos en donde moraba una araña

que alimentaba con mis ocios.

¡hurgaba por vida!

necesario era que la alimentara,

a la araña de todos,

a la araña del mundo.

la noche vistió esos campos

semejando el cráneo desnudo de un dios milenario.

VULNERABLE HOMBRE

los perros sonríen dentadura gris con señas verdes. empiezo a sentir que me destrozan la carne -reviso mis entrañas- mientras la lluvia golpea el adusto techo de mi casa. las murallas, mis murallas, están tan débiles; me apartan de ese mundo que se moja oscuro, nulo. llueve más fuerte.

empiezo a sentir piedad por las hormigas; dentro de mí una ciudad de lujuria en llamas azules. un templo. mi dios. yo.

ESTERTÓREAS

opiné sobre los depositarios de la bilis del mundo

y fui injuriado en las cruces del calvario-cadáver.

huí de ellos portador del fuego que robé a los hombres,

ya no podía estar entre las bestias abatidas.

suburbio catastrófico, catecúmenas prácticas retiro

de mi moral avejentada y escucho con atención el canto

singular de los perdidos en el mar…

mis cárceles estuvieron en un futuro inundadas de huesos

dinosáuricos, y eran simiente y perjurios y sangre y borrachera

infinitamente residual. nada sobre nada. vanidad.

por un momento de estos -regañado en el aire- estuve discordante

sonando iluso hueso, cabizbeante cartapacio,

al arrimo de las deidades.

CARNOCIOSIDADES

¿quién no advirtió que este cielo era sólo una fosa de huesos

y un ataúd la tierra que pisamos?

en las noches se muere con el peso del mundo,

este peso inmenso que arrastran los vientos

juglares de tierras lejanas.

acumulo ciertamente las carnociosidades de una vida

apesadumbrada elevadas a la décima potencia.

entonces me acuesto a despertar en mis sueños,

fijo mi mirada en los olores de ultratumba

que se parecen a los míos,

mientras mis entrañas hierven en alcohol

junto a un montón de fotografías

en blanco

y negro

y sepia:

son mis recuerdos que se hallan apretujados

en esta masa corpórea de informes desfiguras figurables.

arrastrando un pentélico bloque de flojeras desatinadas,

hermoseadas, quijotescas, remediadas,

modelo a ratos un nuevo cuerpo que me sirva

en el andar de este inhóspito sitio de barbarie;

yo no resistí el revestimiento de las religiones

para creerme creyente de creyentes,

ni mucho menos supuse la divinidad de las mariposas

cuando rodean una charca en medio de una destrozada calle,

eso porque decidí hacerme puente entre dos conceptos mundanos

de la hipocresía, de cómo se sienta uno en un bar a llorar las insensateces

más profundas de este piélago que llamamos vida, corazón y muerte.

RESACA DIVINA Y SUDOROSA

sórdidos excrementicios pooles noctámbulos,

el pierrotesco escenario de los principios excesivos

¿obsesivos? manumisos manudentarios miméticos héroes.

¿a qué hora tridentes persianas groteces bizarrista?

claxo bisiesto performance ejecutorio del mono,

amonesto ramas y árboles en huida siniestrada

al montañadero metastásico.

podré decir lucidades demostradas superfluas mientras

caes imagen licuada, sórdida excrementiciamente,

mientras me sufro inestáblico péndulo

en comunión estridente al hígado

cirroso del beodo do-do-doctor.

VILUSIOMATICÓN

partir al mundo

-pero partir de verdad-

partir, como inglés dhármico,

recogiendo en desvergonzada

mochila

el sufrimiento

y decir al que dejas

recojo,

lo hago mío,

nada más,

no lo dejo aquí para ti;

aunque me llames

egoísta,

un maldito egoísta,

búdico espantapájaros

amigo de Mara,

espejo falso de Siddharta.

EPIGRAMAS

I

-¡moribundo! -dijo.

-¡tápalo con glorias! -exclamé.

aún vestía la injuria de su vida,

y reía y gemía y latía su mierda

en las manos de Príapo.

II

me sueño

en los urinarios

de tu mente

olvido recuperarme

sucio

me sueño

III

yaces los sueños,

-juguete místico-

¿extrañas tu nocturnidad?

eres la voluble cruz

de los desdentados,

cuando los perros

orinan titánicas luchas.

IV

la noche…

odio la noche,

que es como una araña sofista,

que asoma sus patas

fuera de los autos

y sostiene paradigmas

y te hieren con candelabros

de huesos…

… y los días,

son poemas transmodernos

llenos de cortaúñas

infectados,

agujas silentes, hipodérmicas,

alegres prostíbulos

para la sumisión cotidiana.

V

políticos buenos

encascarizados

caracoles imposibles

humano:

animal en lenguaje

bestial

bestia:

humano en lenguaje

de hombres

VI

soy el amante

de las pieles

indránicas

un sexodependiente.

eso y nada más

Del poemario inédito Carnociocidades, de Juan M. Carrasco D. (este servidor).

1 Comentario

  1. Carniociocidades bello titulo para un libro.
    La Carniociosidad como profesion, es la mejor entre todas las profesiones. No es necesario tener las mas altas calificaciones ni ser aprobado por unanimidad o mayoria o en una palabra, ser aprobado por ninguna clase de académico.
    Difundamos este noble ejercicio, abramos academias, juntemonos todos bajo la bandera de la carniociocidad, esa de color blanco con pringuitas de todos los colores.
    Hermano en carniociocidad, yo te saludo.

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