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Dennis Hopper: Réquiem por su Pesadilla Americana


Hoy se nos fue el motero intranquilo en un sábado sin pena ni gloria. Ya Hollywood había cumplido con canonizarlo en el paseo de las estrellas, para vampirizar los últimos vestigios de su imagen, después de haberlo humillado, marginado y condenado al infierno del ostracismo, la nada, el vacío, la miseria y el fango del periodismo amarillista.

Nunca le perdonaron su independencia, su inquieta personalidad y el hecho de encarnar al prototipo de una generación de relevo hastiada del sistema caduco de los estudios, a finales de los sesenta.

En su ley doblegó a la industria con la obra maestra absoluta de su tiempo,»Easy Rider», cuyo éxito le labró un camino sinuoso entre la fama y la perdición, el éxito y el derrumbe de su proyecto utópico, de cambiar las reglas del juego de Hollywood.

«Busco Mi destino» le abrió las puertas de la meca y también se las cerró con su emblemática frase del final:»la hemos cagado», rescatada por el epílogo del libro imprescindible de Peter Biskind. En efecto, con el paso del tiempo, aquella sentencia se convertiría en el mejor epitafio de su hermosa carrera al borde de la línea del fracaso financiero y la deblace sentimental.

Conquistó Cannes, se bebió hasta el agua de los floreros, consumió todas las sustancias imaginables y por imaginar, filmó con los gigantes de su era dorada de los setenta y con ellos también se fue al mismísimo diablo, luego de fantasear con la posibilidad de refundar el status quo de Los Ángeles.

Pero la Babilonia del celuloide aguardó su momento para vengarse de él y de los suyos, por atreverse a desafiar su régimen y su reinado de sombras chinescas. El primero en caer fue su pana de ruta, Hal Hasby, a quien lo desecharon como un vil renegado, tras enriquecer a sus financistas. Posteriormente le tocó su turno, en conjunto con el resto de su tropa de élite:Michael Cimino, Coppola, Friedklin y Bognadovich. Los únicos en sobrevivir resultaron siendo, a la larga, los más pragmáticos y asimilables del clan:George Lucas, Spielberg y Scorsese( en menor medida).

Sea como sea, su derrumbe comenzó temprano con un película sintómatica de su título:»The Last Movie», saldada con un fiasco de crítica y taquilla. Después de ella nunca se pudo recuperar del todo y arrancó su temporada en las listas negras de las Majors, hasta cuando sus amigos, como Coppola, lo rescataron del abismo para salvarlo de la muerte lenta, del suicidio inconsciente, por medio de contratos para interpretar papeles secundarios como su trabajo para «Apocalipsis Now», donde casi nadie lo quería en el set. Marlon Brando no lo soportaba y exigió mantenerlo a raya durante la filmación de la mayoría de sus secuencias. Aun así, Francis lo apoyaba en la idea de reinvidicarlo como actor, aunque renunciaría al método aprendido con James Dean para abocarse a una empresa individual de improvisación, bajo el efecto del alcohol y las drogras duras. En parte, «Apocalipsis Now» también fue su radiografía y su retrato en visión de pintura negra de Goya.

Para 1986 estaba desecho y olvidado, sin embargo, David Lynch se empeñó en traerlo de vuelta con «Blue Velvet» y lo demás es historia. «Terciopelo Azul» lo consagró como un gigante, como un coloso de la maldad en una época de reacción conservadora, corrección política y retroceso de sus ideales. Si no pudo ganarle a sus enemigos de la Academia,al menos los obligó a reconocerles el talento con una merecida nominación al Oscar. Por supuesto, le negaron el premio.

En adelante, siguió viviendo de las rentas de su imagen bizarra y contracultural, como un poster y un afiche para nostálgicos de un tiempo superado pero añorado. Otro compañero de farra y desvelo, Abel Ferrara, tampoco desaprovechó la oportunidad de transformarlo en su alter ego en la brillante e incomprendida, «Black Out», cuyo nombre le hace justicia a su contenido.

En los noventa, intentó regresar a la dirección con «Catchfire» pero el desastre fue tan descomunal como para obligarlo a firmar el crédito de la realización con el consabido seudónimo de Alan Smithee.

En paralelo vino «Zona Caliente» con Don Johnson robado e importado de «Miami Vice», y con su tibia acogida se retiró de detrás de las cámaras.

Por último, Hollywood le dio una de sus estocadas finales con la quiebra de «Waterworld», mientras disfrutaba de su segundo aire por el éxito de «Speed», metáfora de su derrota como David lapidado y explotado por el Golliat del blockbuster.

Si su arte nació para correr a la velocidad de un tipo cool en moto,en los noventa se precipitó y se vio forzado a apretar el acelerador para poderse montar en el autobús de la sobremarcha cotufera, a fin de no quedarse en la retaguardia de la brutal competencia darwinista. El hombre, por mera necesidad, debió encaramarse para no ser relegado al baúl de los recuerdos bonitos y feos del pasado.

Últimamente, la hipocresía de quienes lo rechazaron y discriminaron en vida, concebió el milagro de beatificarlo y santificarlo antes de terminar reducido a un reflejo cadavérico de su portentosa identidad de adolescente por siempre.
El próximo año, de seguro, la academia encargada de silenciarlo y de ocultarlo, se lavará la cara al encumbrarlo en su sección de obituarios necrofílicos, en una pornografía calculada para manipular las emociones de la audiencia en horario estelar.

Actualmente, modernillos, recién llegados y perfectos desconocedores de su memorial de agravios,cumplirán con su buena acción del día, con su tarea de Facebook de la tarde al despedirlo como si lo conocieran de verdad, cuando en realidad ni sus mejores amigos pudieron jamás descifrarlo y comprenderlo.

Su risa macabra, su porte de bandido, su ternura casi infantil, su humor de perros, sus estallidos de arrogancia, su humildad y su melancolía de saberse conocedor del lado oscuro del alma humana, dibujaron en él un perfil arquetípico de la condición posmoderna del «outsider» quijotesco vencido por sus propios molinos de viento.

Sus utopías modernas y sus quimeras fallidas perdurarán, por los próximos siglos, como faros de Alejandría para señalarnos el destino, a veces desesperado y desigual, de la existencia. A partir de ahora, cada quien tendrá la oportunidad de buscarlo y de reencontrarlo en el interior de su espíritu.

Para mí, Dennis fue como un segundo padre (atormentado), a quien aprendí a odiar y a querer.

Nuestro complejo de Edipo se puede encerrar con él, y por eso, en cierta forma todos somos responsables y culpables de su muerte como colectivo y cultura.

De repente, ustedes se identifican conmigo. A lo mejor les da igual o les parece una cursilería. De cualquier modo, los invito a desahogar y a compartir sus opiniones en el foro, a propósito del tema del día

Goodo Bye, Mister Frank Booth.

Gracias por vivir al límite de la pesadilla y del american dream, como Hunter S. Thompson.

Salud en tu honor.

Discúlpanos por no estar a tu altura para despedirte.

In dreams… I walk with you.

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