Costumbre

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Un haz de luz la aparto de las demás
su sonrisa evoca primaveras en pleno invierno
y yo lamento este incontrolable manojo de nervios
que me hunde en la tierra enlodada por la inclemente lluvia

Como una imagen desenfocada de la realidad
rechazo el tumulto abrumado en su camuflada precariedad
te hallo a ti tan pulcra y agraciada por encima de la regla ornamental
bañada en resplandores esotéricos, eres una aurora que jamás me ofuscara.
Consigo que la nostalgia de tus ojos
acaricien el temor de mi corazón derruido
somos dos entes detenidos en la inercia cancerosa
que marchita al universo, no se si el frío que desprende mi oscura melancolía, traiga tempestad a tu excelso cielo.

Siento peligrar mi sueño al estar tan cerca de el, puedo arriesgarme y morir en segundos estando junto a ti, aunque el amor dure un soplo
de efímera contradicción al consumar mi deseo y verte caer en mis brazos, ceñida por la abulia de mi eterno ocaso.

Desearía contar en este momento de absurda cotidianidad
con una señal. Un siglo entero de falsas convicciones colmo este segundo donde tu mirada me esclavizo.
Dude, como usualmente lo hago de la belleza diáfana
que se antepone a lo rutinario.

Quizás yo fui la alborada que ella admiraba
mientras desenredaba sus labios.
La estrella faltante que expele luz u oscuridad,
esa que nos convierte en un dios terrenal.
Haciendo de nuestro sendero un templo
en movimiento de la anhelada felicidad.

Paso un irradiante segundo de una miserable vida,
la belleza es tan querida que abusa de su ingravidez
en nuestra imaginación herida.
Ella volvió a ser la estatua de yeso con la mirada a los cielos,
exaltada por la muchedumbre intrascendente y lisonjera
que creen compartir ciertos rasgos con ella,
transformándose así en semidioses sinvergüenzas.

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