A la FIA la conozco bastante bien, por dentro y por fuera. Es un espacio de luces y sombras, con recuerdos tan imborrables como olvidables. Ayer la glosé y la critiqué en artículos, crónicas y documentales de televisión. Hoy la encuentro afectada y abatida por la recesión.
En ella descubrí mis primeras decepciones estéticas y aprendí a madurar mi visión pesimista del sistema del arte, donde naturalmente confluyen el mercado, el esnosbismo, la contracultura como negocio, la represión ideológica, la censura de las minorías silenciosas, el conformismo y la entropía.
Por ende, el artículo de JMS no me sorprende en lo absoluto. Como crítico y espectador puedo dar fe de su legitimidad de origen y de su veracidad. Pero también de su parcialidad y de su maniqueísmo, válidos por demás como estrategias retóricas. Cada quien escribe según su estado de ánimo y de acuerdo a su percepción de la realidad.
Por tanto, no pienso seguir ahondando en la materia de mi colega, porque sería llover sobre mojado y volver a incurrir en la trampa del subjetivismo binario. Algunas veces acertado, otras no tanto.
En consecuencia, ofrezco mi lectura paralela del suceso para complementar la de mi pana, JMS.
Primero, en la actualidad, es matemáticamente imposible sostener un proyecto del tal envergadura en Venezuela sin el apoyo de patrocinantes y anunciantes. Yo no los celebró de pie, pero tampoco voy a proceder a condenarlos en la hoguera de la inquisición. Menos ahora cuando el estado coacciona al sector cultural, mientras persigue a la iniciativa privada, más allá de sus problemas de costumbre. En dicho escenario, el fin sí parece justificar los medios de la publicidad. De lo contrario, la FIA desaparecía de la faz de la tierra como El Festival de Teatro y ahora la Fundación para la Cultura Urbana, arrastrando consigo ilusiones, memorias compartidas, imaginarios colectivos y hasta puestos de trabajo.
Echa la loca, la FIA logra inyectarle algo de combustible y de autoestima a un gremio bien castigado por la crisis, la depresión y la falta de reconocimiento nacional. Por encima, luce como una subasta despreciable para señoras de la oligarquía. Por debajo, le permite subsistir y soñar a un grupo de creadores, coleccionistas, curadores y galeristas al borde de la bancarrota, el suicidio y el destierro. No es broma, ni es exageración, ni es melodrama. Es auténtico.
En Venezuela, la fuga de cerebros, de talentos y de emprendedores de la plástica es la más alta en el continente. Al mismo tiempo, el parque de galerías hace un verdadero esfuerzo por apretarse el cinturón, ajustarse a los moldes impuestos por el estado, y eludir el fantasma del cierro técnico, cuando apenas se logra vender una mísera obra por mes. Por ello, casi siempre triunfa el lugar común por encima de la experimentación. Pero ni tanto.
De hecho, y me disculpan si les sueno complaciente, la cosecha de la FIA 2010 es una de las mejores de la década, a pesar de sus limitaciones y carencias.
Hay una apertura seria hacia las nuevas generaciones y voluntad por incluir a clásicos excluidos de la fiesta. Por ejemplo, el humilde y callejero Starsky Brines se exhibe con orgullo en una zona destacada de la sala principal. La polémica Deborah Castillo hace un perfomance en vivo y por puro deseo de trabajar en lo suyo.
Luis Molina expone una de las mejores fotografías de su serie, Modernidad Silenciada. Posiblemente, una de las diez imágenes más potentes y demoledoras del siglo XXI, concebidas en suelo patrio. Vale su peso en oro.Ojalá tuviese el dinero para pagarla. Igual no puedo comprarme un Francis Bacon. Y por eso no lo voy a meter en el saco del arte pequeño burgués y despreciable.
También dieron la cara por figuras incómodas e inclasificables como Beltrán Petrica, Álvaro Fernández y Nelson Garrido, con una de sus obras maestras, la profética y devastadora, “Caracas Sangrante”, todo menos un ejercicio y un alarde de escapismo. Ni hablar de sus placas contra Chavez y su familia roja rojita, censuradas por el gobierno. El hecho de presentarlas allí ya es un mérito y una temeridad, considerando el clima de cacería de brujas imperante en el tercer milenio.
Luego, el stand de Periférico demostró la consistencia de su colección y de su propuesta estética, con piezas tan poco convencionales como atractivas, firmadas por puros pesos pesados de la vanguardia local y conceptual.
Por su parte, Juan Requena regresó a casa para romper con varias ataduras criollas, al instalar un cuarto oscuro de intimidantes y brillantes fotografías fosforescentes de monstruos marinos del abismo del océano. Una reacción personal, gestada por él, para protestar, responder e interpretar la ausencia de energía en la república bolivariana. Su cuarto nos sumerge en las penumbras a merced de una metáfora de los demonios llamados a circundarnos y a acecharnos en la soledad de la noche. Aparte, una increíble alusión al retorno del arte a su estado prematuro de infancia aterradora.
Por último, la Colección Cisneros cumplió con desplegar una de sus muestras más austeras, sencillas y minimalistas en la historia. De hecho, expusieron un conjunto de muebles utópicos, futuristas y de diseño artesanal, realizados para un taller universitario y competitivo con materiales de desecho, donde resultó ganadora mi pana,Anik Meijer, a quien no puedo acusar de nada malo. Es un ser humano extraordinario, cuya hermana fue una pionera del video arte en Venezuela. Paz a sus restos.
En resumen, es indispensable superar el prejuicio para ir al encuentro de la profundidad. Nuestros criterios epidérmicos a vuelo de pájaro no son la única brújula para orientarse en el desierto. Es sencillo generalizar y medir a todos con la misma vara. En mi caso, cometo el error a cada rato y no tengo problema en reconocerlo, aunque hago el intento por rectificarlo.
Lo complicado es descubrir y distinguir el grano de la paja en su debido contexto.
Larga vida entonces a la FIA.
Bienvenidos a la discusión para continuar depurándola, puliéndola y afilándola.
Como materia pendiente, nos queda precisar el impacto y la implicación en las próximas ediciones, del eminente cierre de Museos y de la fusión de nuestras colecciones públicas.
Frente a la clausura y al apartheid del conuco de Farruco, la Feria debe perpetuarse.
Curiosamente, hasta quienes desconfiaban de ella en pasado, ahora se ven obligados a exponer allí por falta de respaldo institucional.
PD: los colosos del cinetismo retornaron en cantidades generosas e industriales. Había Sotos y Cruz Diez para tirar para el techo.Debutaron compañías emergentes y las consolidadas balancearon el comercio con la calidad. Quizás extrañamos mayor presencia extranjera.Por supuesto, es otro efecto de la generación CADIVI.