Luces halógenas

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Descanso
Esa sensación de adormecimiento, aquella que te embarga minutos antes de entrar en el sueño plácido y profundo, era la que Santiago podía identificar acostado boca arriba mientras miraba fijamente los halógenos de luces blancas de la sala dónde se encontraba. A lo lejos se oían risas, gruñidos, más que gruñidos ruidos guturales, jerigonza, que poco a poco se iban desvaneciendo hasta casi transformarse en un silencio ensordecedor.
A partir de ese silencio, comenzaron los recuerdos…
Francisco
¡Cisco, deja de golpear a Toñico!. Ante ese grito que sentía lejano, no podía dejar de ver a Toñico como a un ser extraño en dónde depositaba toda su ira, su fastidio, o inclusive su manera de matar el tiempo. Sólo dejaba de golpearlo cuando sentía esas manos extrañas sobre sus manos, ese cuerpo que le ofrecía resistencia y lo apartaba de su entretenimiento. A veces con golpes, golpes que no le producían el más mínimo dolor sino más bien todo lo contrario. Placer, un placer extraño casi adictivo. A veces empujones, empujones que lejos de hacerle perder el equilibrio restablecían sus motivaciones. Después… después observaba a Toñico bañado en sangre, llorando. Una media sonrisa inconsciente se dibujaba en su rostro. Su entretenimiento había sido satisfactorio.
To remind
¡Mi Ipod!…
Got me a movie/ I want you to know/ Slicing up eyeballs/ I want you to know/ Girlie so groovy/ I want you to know/ Don’t know about you/ But I am un chien Andalusia / Wanna grow up to be, be a debaser, debaser
Pixies…
Santiago comenzaba a sentir su espalda húmeda y viscosa…
To remind number two: Trastornos de Conductas
La verdad es que no se cuál es el desencadenante, pero sí veo que comienza a ponerse ansioso cuando hay cambio de turno. A veces me da la sensación que yo por alguna razón no le gusto. Lástima que no hable. Es un caso difícil. Cómo me gustaría que fuera como otro de sus compañeros de sala, dónde el desencadenante es más evidente. Por ejemplo Luís, todos sabemos que cuando le cambiamos de lugar su peluche azul comienza a darse cabezazos contra el suelo, sólo deja de golpearse cuando se lo volvemos a poner en su sitio. Por cierto… ¿Dónde están mis tijeras?, hace horas que no las veo, las dejé encima de la mesa. Seguro se las llevó Antonio, siempre me hace lo mismo…
El enfermero de turno
A ver, pensaba Modesto en voz alta antes de comenzar su turno de guardia, Empezaré por éste blister, afirmó, Loli bien, Susana bien, Fernando le dieron su medicación a la hora de la comida, a Octavio le suministraron el ansiolítico… ¡Coño! No le dieron el neuroléptico a Francisco, ¡vaya putada! Modesto buscó entre los cajones de la farmacia la medicación y salió de prisa no sin antes marcar su código de seguridad en el panel digital junto a la puerta de enfermería. Corría por el pasillo, en esa ocasión se hizo más largo, sus piernas temblaban. Cuando se aproximaba a la puerta del pabellón de psiquiatría comenzó a oír chillidos, risas histéricas… vio sangre en la ventanilla de la puerta de entrada, sintió una corriente eléctrica que subía desde sus pies y se depositaba en la punta de su lengua, y le saltaron las lágrimas. Sólo repetía casi hipnóticamente, ¡Vaya putada!, ¡vaya putada!… Buscó el interruptor de la alarma que se encontraba en otro panel digital al lado de la puerta de la entrada al pabellón… Santiago yacía boca arriba en el piso mirando fijamente las luces halógenas…
Conclusiones
Un inmenso charco de sangre… las tijeras ensangrentadas en las manos de Cisco… “Por su seguridad no introduzca objetos punzo penetrantes en la sala de Agudos”.

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