Una de las diez mejores películas del año. Obra maestra absoluta del cine de terror posmoderno. El cierre de un ciclo y la apertura de otro para la carrera meteórica de George Romero, padre fundador del género Zombie en el año 1968 con la también mítica e imprescindible,»Noche de los Muertos Vivientes», fuente de inspiración para Michael Jackson a la hora de concebir su neobarroco video clip de Thriller, revisitado en 3D por el documental, “This is It”. Así la culebra del subgénero se muerde la cola, pero tampoco para agonizar atragantada por el peso de sus referencias audiovisuales, como el remake de «Pesadilla en la Calle del Infierno».
En el mismo sentido, “El Diario de los Muertos” funge tanto de clausura testamentaria como de carta de natalidad para abrigar la esperanza del renacimiento del filón, bajo la impronta de las nuevas tecnologías. Sin embargo y en ningún momento, el autor comete el grave error de hacer concesiones con la platea, al vapulearla de principio a fin y al obligarla a someterse a una terapia de choque, con el objetivo de limpiar su conciencia de las impurezas y de los virus cancerígenos inoculados en su memoria a través del cuarto poder y de su contrapoder desde la telaraña de la internet hasta el laberinto de las redes sociales, donde según el autor no existen mayores alternativas reales ante la decadencia general de la esfera massmediática y de frente a la debacle del sistema democrático.
Por un lado, el realizador cuestiona la entropía de su arte masticado por la industria, como una alegoría brutal de la explotación personal y colectiva de la imagen electrónica, condenada a reducirse a un pozo séptico de banalidad, onanismo, morbosidad pasajera y saturación informativa carente de porvenir.Puro ruido, distorsión, distracción, pan y circo.
Según él, la posibilidad de redimirnos se nos escurre entre las manos delante y detrás de las cámaras, mientras grabamos nuestro propio colapso humanista como civilización y barbarie. El lente es un arma de destrucción masiva y con su cruz nos sacrificamos para el regocijo de la audiencia. A ese grado de alienación hemos llegado.
Además, en el plano de la estética, la película ofrece una galería de imágenes hipnóticas, estremecedoras y abstractas de la talla digital del monumento de David Lynch, “Inland Empire”, joya retenida y congelada en los archivos de las distribuidoras locales, a pesar de contar con sus derechos para la exhibición.
Por fortuna, sí estrenaron la pieza de Romero, aunque jamás encontraron el modo correcto de promocionarla, venderla y reivindicarla en el mercado independiente. Lastimosamente, saldrá pronto de la cartelera por la falta de apoyo de sus patrocinantes, de la crítica ortodoxa(incapaz de apreciarla en su debido contexto) y del público, como consecuencia de los problemas y las fallas anteriores.
No en balde, el film puede confundirse con sus replicas e imitaciones contemporáneas, al estilo de bodrios como “Eclipse”, “SAW” y “Subhysteria”, cuando en realidad es superior a ellas, porque figura en el tope y en la cima de su especialidad.
Si la franquicia de “Juego Macabro” contribuyó a reforzar el prejuicio del entendido por la fórmula de la sangre por la sangre, “El Diario de los Muertos” nos reconcilia con el relato de miedo y la crónica roja de altura intelectual, bañada en la tinta del humor negro, la sátira política y el manifiesto de auténtica guerrilla subversiva, a no comparar con el disparate oficialista auspiciado por la “revolución bonita” en programas “Zurda Konducta”.
De hecho, ni la izquierda demagógica ni la derecha populista son rescatadas y salvadas del «Apocalipsis Now» de George Romero en la quinta secuela de su caldo de cultivo. A la xenofobia del partido republicano se la vuelve a pasar por el filo, al desmontar la doctrina Bush de “ellos contra nosotros”. Para la película, dicha dicotomía es una mentira repetida mil veces por el poder para dividirnos y controlarnos a placer.
Por último, a los chicos de la resistencia documental y comprometida, también les declara la guerra y la santa sepultura, al barrer el suelo con ellos y sus supuestos paradigmas o utopías de cine puño, liberación, agitación y demolición de estructuras(por Myspace y Youtube).
Al parecer del viejo zorro, los mentados outsiders tienen precio, se sacrifican por sus quince minutos de fama, sucumben a su delirio de grandeza como “El Fotógrafo del Pánico”, son descerebrados como los protagonistas de “El Proyecto de la Bruja Blair”, y a la hora de la chiquita, abandonan sus luchas en pos de una estabilidad conservadora de niños ricos aislados de su entorno en fase de “Réquiem for American Dream” y «Big Brother».
Por ende, el largometraje le pone el dedo en la llaga al gremio en su afán mezquino y narcisista de rodar por rodar, llevándose por delante sueños, quimeras e ilusiones compartidas.
En consecuencia, la serie zombie de George Romero culmina como empezó en la época de las flores, la paz y el amor: como una autopsia pura y dura de la generación pre y post mayo del 68, al borde la defunción, de la esquizofrenia colectiva y de la cacería de brujas.
Por algo, la segunda entrega fue un testimonio de los años de retroceso de la contracultura y de los tiempos de restauración de la sociedad de consumo del baby boom. Después, la tercera se decantó por una comedia bélica en oposición a la gestión de Reagan. Para rematar, la cuarta y la quinta constituyen un díptico del período oscuro de los halcones y de su herederos en la Casa Blanca, tras la caída de las dos torres.
En suma, son cuatro décadas de consistencia, de originalidad expresiva y de defensa de una propuesta considera menor y de baja calidad por parte de las academias y los catedráticos desfasados. Pero les tengo noticias. George Romero es, en la actualidad, uno de los últimos genios vivientes de su estirpe, y goza de la estima de sus colegas alrededor del mundo, junto con Wes Craven, John Carpenter y Roger Corman. Por defecto, el Oscar sigue empeñándose en ignorarlo. Ojalá le concedan un premio honorífico por su trayectoria. Sea como sea, aprovechen la oportunidad de redescubrirlo en Caracas, antes de su salida inminente de la grilla del circuito comercial.
Entonces, Romero reconoce sus limitaciones y busca trascenderlas con autoconciencia, corazón y pericia técnica para editar sus fotogramas malignos y virulentos, similares a los Herzog en su versión de «Bad Lieutenant».
En definitiva, una recomendable película de terror, beneficiada por la locución nihilista de un personaje feminista, alter ego de la veta iconoclasta, desesperada e irónica del realizador, quien retorna para desarrollar una distopía de plena vigencia, en respuesta a títulos como “El Libro de Ely” , “La Carretera” y «Zombieland». Síntomas de nuestra crisis expresionista, en la tradición de la escuela germánica de los veinte y de la corriente depresiva de la Universal Studios de los treinta. Replicas de los temblores, de los huracanes, de los terremotos, de las miserias y de los pavores de hoy en día.
En lo personal, me gusta comprender y asimilar al “Diario de los Muertos”, salvando las distancias, como una extensión o prolongación de nuestra hora del lobo. Bienvenidos al entierro de nuestro reality show comandando por el «Big Brother».
PD: como plus, hay un personaje borracho, traficante de un anarquismo y de un escepticismo embriagador. No se puede pedir más. Y ni hablar de la principal actriz del la función. Veinte puntos para el reparto y el libreto.