Toy Story 3:la Muerte de Pixar y el Renacimiento de la Disney

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Como a tí, las películas de la Pixar me parten el cerebro en dos pedacitos(iba a decir el corazón, pero sonaría muy cursi, aunque es verdad). Por un lado, las amo a rabiar y lloro con ellas, como un niño desconsolado en busca de afecto, sobre todo dentro de la sala oscura.

Por el otro, las empiezo a despreciar como un ogro infeliz y neurótico, a lo «Shrek», empeñado en descubrirle las cinco patas al gato, a pocos minutos de salir de la función. Mucho más cuando mi novia, la hace picadillo en el camino de retorno hacia la casa.

Las mujeres suelen ser así, implacables pero sinceras, terribles pero honestas.Por eso, las queremos tanto.Love Hurts!

A tales sentimientos encontrados y esquizofrénicos, se les define en el medio con una categoría de análisis muy simple: la crítica «Dr. Jekyll y Mr. Hyde». Por ende, recuperamos dicho concepto bifronte para desarrollar nuestro humilde desglose de «Toy Story 3», a camino entre la defensa ciega y el combate frontal, cuerpo a cuerpo.

Pero mejor comencemos por el lado Disney. Es decir, por la apología del producto. Así garantizamos la compañía de quienes la estiman, por mayor tiempo. De momento, sus detractores deberán esperar o adelantar algunos párrafos en la lectura.

En descargo de la pieza, hay infinidad de valores por reivindicar: la animación, el libreto, los personajes arquetípicos, los secundarios caricaturescos, los chistes gruesos, las sutilezas irónicas, los metamensajes de contrabando, las declaraciones de principios, las apelaciones a la vanguardia y los apegos infantiles al canon clásico, de la estructura al fondo.

De la superficie, sobre todo, rescatamos la perfecta integración génerica y transgenérica de la aventura con el drama y la comedia, sin abandonar el compromiso disidente de la escuela distópica de la ciencia ficción. Me explico. El guión sostiene, al menos, tres capas argumentativas.

En la primera, regresamos al desarrollo del viaje del héroe, de retorno a su hogar dulce hogar, después vivir una experiencia límite, sufrir un calvario de pronóstico reservado, caer en el abismo más profundo y peligroso, salir regenerado del foso y volver al punto de inicio, aunque con otra perspectiva de su entorno. No en balde, la odisea del vaquero Woody es comparada con el ciclo emblemático y paradigmático de John Wayne en «Más Corazón que Odio».

En la segunda, es el disparate y la locura surrealista del slapstick, con su humor físico, hilarante, hiperviolento y subversivo, a la zaga no tanto del viejo Walt como de los deconstructivos de ayer y de hoy.

Las citas y las referencias son claras a la obra de Chuck Jones, Tex Avery, Walter Lanz y curiosamente a los hermanos Quay, a través de la figura expresionista de un «nenuco recién nacido» con la cara descompuesta y la fuerza bruta de un autómata al servicio de un «Mad Doctor».

La aplanadora iconoclasta del film se lleva por delante a cuanto despojo y desecho de la cultura de masas se le cruza por delante, al cebarse en la trituración de los muñecos favoritos de niños y niñas, como Ken y Barbie, a quienes se les reserva un sitial de honor en la arena de la parodia liberadora, al estilo de una versión clase «A» de «South Park». Nada para alarmarse demasiado, por supuesto, porque se trata de una película para toda la familia, a fin de cuentas.

En el tercer estadio del armazón conceptual, subyacen ideas inquietantes y alegorías luminosas, a partes iguales. Los muñecos son desterrados y arrancados de sus propiedades de ensueño en los suburbios, como si fuesen víctimas de un plan de desalojo, a raíz de la debacle de las recientes hipotécas basura, cuando miles de miles perdieron sus casas, quintas y soluciones habitacionales.

Acto seguido, van a parar a una simbólica guardería, mitad prisión de máxima seguridad a lo «Guantánamo», mitad geriátrico de retiro dorado con filosofía new age de spa hippie. Un aparente oasis en el desierto, un espejismo y una isla de la fantasía,gerenciada y administrada por un benévolo y patriarcal «Osito Cariñosito». Su nombre es «Lotso», guarda un pasado oscuro, se revela como el villano de la partida,y constituye uno de los grandes aciertos de la película. Con él, Pixar encierra y resume su eterna aversión por los íconos del despotismo, el absolutismo, la represión, el resentimiento primitivo y la derogación de los derechos humanos de la república, para instaurar un gobierno de facto. En sus procedimientos antidemócraticos, ciertos especialistas descubren una crítica soterrada a la gestión de Bush. Algunos señalan parentescos con los dictadores satirizados por la Disney durante la segunda guerra mundial.Hitler a la cabeza.

En lo personal, considero a «Lotso» un candidato firme a ocupar el trono de Mickey Mouse, según el complejo de Edipo de la Pixar con su padre Disney.En castellano, para mí Lotso representa la necesidad del estudio por reafirmar su independencia de cara a un antiguo régimen inflexible, monolítico y cerrado al cambio, más allá de su rostro amable. De ahí la posible identificación de la cárcel con un sistema de atracciones efímeras como de parque temático de Orlando a la usanza de «Truman Show», donde en verdad se esconde un inframundo apocalíptico no muy lejano del futuro de «1984», televigilado por un Big Brother devenido en un monito «platillero» con pilas. Abstracta, bella, lúcida y demoledora caricatura del destino incierto de nuestras democracias fallidas del siglo XXI.

Por último, la poética de la compañía alcanza cotas de epifanía, de elegía y de réquiem por los olvidados y marginados del cuento, en un desenlace digno de estudio. El happy ending engloba el lirismo de la historia, al decantarse por los mismos derroteros humanistas de «Up»,»Wall-E» y «Finding Nemo», bajo la obvia influencia de Hayao Miyazaki. No por nada, Totoro nos acompaña con su entrañable mutismo Zen. Sólo le basta sonreír, para guiñarnos a la distancia.

Sea como sea, la conclusión nos arranca un mar de lágrimas, al saber jugar con nuestros sentimientos más profundos, universales y complejos. No es poco mérito, lograr conmover a una sala repleta de entusiastas de la serie de diversas edades.Con la tercera parte, la franquicia los despide con altura y dignidad, invitándolos a superar una etapa, a crecer y a comprender su condición de seres finitos.

Con sus películas melancólicas, la Pixar parece querer prepararnos para emprender nuestro último viaje. La muerte es inevitable y esquiva el tabú en el cine de la Pixar, factoría interesada en reivindicar a la tercera edad, como metáfora de la fragilidad de la condición humana, así como por abogar por la trascendencia del séptimo arte en su fase de regeneración tecnológica de la mano del 3D. Hasta el infinito y más allá.

En paralelo, arranca lo malo. Para ser estrictamente sinceros, Ericka De La Vega nos decepcionó en un papel de relleno, con una voz neutra, fría, anodina y despersonalizada.Aparte se notaba fuera de ritmo y de sincro, como una locución implantada para engachar a los fanáticos de «Latin American Idol».El típico caballo de Troya al sur de la frontera.

A la gente le gustó la broma con Buzz,el astronauta, bailando y hablando como españoleto. A mí me resultó un burdo refrito del gato con botas de Antonio Banderas. A Pixar no le conviene copiar el formato de la Dreamworks, para robarle mercado.

De igual modo, en algún instante, el reciclaje y el electicismo cinéfilo pecaban de forzados,oportunistas y estereotipados, tal como un bucle de gags de los «Simpson» en versión youtube. Por momentos, el libreto lucía demasiado redudante, predecible y programado para combinar acción con telenovela, en dosis equivalentes.Me desagradó la reiteración industrial del patrón canónico y cronológico de siempre, en la manera de construir el relato. Ya basta del manual Syd Field y de las lecciones aprendidas con el best seller de Christopher Voegler. Es hora de superar la mitología de costumbre. Por consiguiente, me sacó la piedra y la palma(de Carlos Donoso), la repetición en diferido del final de «La Guerra de las Galaxias», con los Jedys luchando por salir a flote de un contenedor de desperdicios y salvados de milagro por las teclas de un ordenador.

Así es imposible tomarse en serio, la bonita moraleja a favor de las pequeñas y humildes cosas del pasado, cuando apostamos por el cálculo robótico y los movimientos anunciados de una excavadora de diseño,operada por los alter egos mutantes de John Lasserter.

Aquí las contradicciones de Pixar son monstruosas.Quieren defender la causa noble de los juguetes del pasado, a costa de volverlos obsoletos con su afición desmedida por los simulacros de la tecnología de punta. Entonces su discurso de mea culpa en pro de lo artesanal, se diluye y se desinfla como una pompa de jabón. La retórica corporativa, de responsabilidad social, desnuda sus colmillos y cae presa de su propia hipocresía.

En resumen, «Toy Story 3» es un película irregular e imperfecta, cuyas partes(increíbles)redimen a su todo(dispar y desigual).

Desgraciadamente,a Pixar todavía le cuesta desprenderse de la sombra de Disney.Mucho más ahora. Por eso, lamentamos el fardo maniqueo implícito en la movida.A Lotso lo condenan a la hoguera y al infierno, sin oportunidad de rehabitilarse, al calor de una vulgar coartada psicológica de estudiante de pediatría.

Afortunadamente, el testigo de la franquicia lo recibe la adorable Bonnie. Una pequeña maravilla con un futuro envidiable, en compañía de Woody, Buzz y sus amigos. Después de todo, la Pixar también debe garantizar la trascendencia de su legado comercial y económico en las generaciones de relevo. Por defecto, ni de broma se atreven a darle santa sepultura a su patrimonio, luego de tres entregas.

Al final, no es un funeral, sino el renacimiento clónico del gen criogenizado de la Disney. Colorín colorado, la leyenda continúa por los siglos de los siglos, con un semblante remozado.

Si no puedes con el enemigo, únetele y véncelo.

Lo dicho:Hasta el infinito y más allá.

3 Comentarios

  1. A mi me gustó, cerraron bien la historia. Lo que no me gustó es que Toy Story 3 representa algo así como una pausa a lo que Pixar venía haciendo con Wall-E y Up que era hacer producciones animadas con una carga narrativa muy rica, sin embargo, tengo entendido que están preparando obras con riesgo, sólo que tienen una enorme presión de Disney por devolver al saco a las obras animadas más «infantiles» y con ésta y Cars 2 piensan hacerles el favor.

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