Trampas tecnológicas (micro-cuento)

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Tatiana y Daniela, dos grandes amigas de toda la vida estaban platicando ávidamente un viernes cualquiera. Habían reprobado un decisivo parcial en la universidad, por lo que decidieron olvidarse del asunto con la ayuda de una botella de vino tinto. Copas y copas fluyeron hasta que el líquido vital se terminó. Gabriela, otra amiga surgió al rescate.

“Bien, aquí tienen. Conseguí merlot ¿Ok no?” Dijo ella al incorporarse dentro del Santuario, un pequeño y abandonado salón del campus que descubrieron semanas atrás. El Santuario se había convertido en el cuartel general de su club particular.

“Y… ¿de qué hablaban?” Continuó Gabriela.

“humm, no recuerdo la verdad” Dijo Tatiana sonriendo al tiempo que Daniela levantaba ligeramente sus hombros y brazos, en un gesto que decía: ni idea.

“Bueno, les propongo un tema” Dijo Gabriela con una sonrisa un tanto nerviosa. “Nunca he tenido suerte en el amor, pero creo que no soy la única. Hace pocos días conseguí un diario en… en un lugar que prefiero no mencionar. Bueno, en realidad no es un diario, es como un cuaderno, y tiene páginas y páginas de relatos de desamores y algunos poemas, nada interesante la verdad” Hizo una pequeña pausa para beber un poco de vino.

“¡Excelente verdad!” Comentó animadamente Daniela. Gabriela asintió, pero estaba mintiendo, a ella no le gustaba tomar alcohol, aunque lo hacía para compartir con sus amigas.

“Si, muy bueno…Como les decía, este diario… estaba a punto de botarlo cuando leí uno de sus últimas reflexiones y la verdad me pareció realmente interesante quienquiera que sea el chamo que lo haya escrito, porq-…”

Tatiana, quien estaba bebiendo un sorbo, no pudo evitar escupir el líquido por doquier al soltar una carcajada. Mientras que una asombrada Daniela replicó “¡Que! ¿Los chamos escriben diarios?”

“¡Al menos uno de ellos sí! ¿Qué extraño esto no? Miren, aquí lo tengo” Dijo al tiempo que lo sacaba de su bolso.

“Pues sí, no es de una niña” Dijo Tatiana al observarlo.

“Interesante” dijo la otra al recibirlo y hojearlo un poco. “¡entonces háblanos de esa reflexión pues!”

Gabriela observaba a sus dos amigas, ambas la contemplaban con gran interés, querían saber su historia. Por un momento, Gabriela se sonrojó y se mantuvo en silencio. Era muy penosa y reservada. ¿Pero que estoy haciendo? Diles de una vez. Pensó.

“Ok… la reflexión. ¡Ajá, aquí está! Se las voy a leer porque me parece muy buena y no quiero dejar de contarles ningún detalle. Se titula el Amor Inquebrantable. El escribe:

‘Hace pocos días me ha encontrado por accidente una chama profunda y autentica. Se equivocó de número y en seguida comenzamos a chatear. Ella, es muy bella además. Sus fotos… esas fotos que me mostró en el messenger muestran cuan linda es, un ángel, una diosa sexy y cariñosa. Estoy embelesado, más que enamorado, es por eso al segundo día de estar intercambiando mensajitos con ella decidí escribirle esta carta, y se la entregué el día en que nos conocimos:

Una estrella fugaz, cargada de energía y buenas vibras se topó conmigo el día de hoy. Ella me envío un mensaje que de inmediato despertó mi total interés. La nota literalmente me alegró el sábado: Me deseaba un buen día y me invitaba de algún modo a que compartiéramos la tarde. ¿Pero qué es esto? Me pregunté con una sonrisa en la comisura de mis labios y una mente trabajando ya en la respuesta de ese enigma. ¿Me conocerá, será una admiradora secreta, una secuestradora o una bromista? Las posibilidades parecían infinitas.

Le escribí pero sus respuestas no parecían resolver el acertijo. Es por ello que decidí llamarla. Del otro lado de la línea me contestó una voz, dulce, alegre e inocente, que luego de cruzar palabras se tornó nerviosa aunque sin dejar de ser agradable al oído. ¿Conclusión? No me conocía, todo había sido un error, el mensaje no era para mí… Por segundos mi espíritu aventurero se vio frustrado, el juego había terminado, mi exaltación empezó a retroceder y mi mente dibujó un emoticón parecido a este :( mientras pensaba en las palabras de despedida, del adiós de una posibilidad formada por una mente juguetona y ensoñadora… hasta que algo en mi interior dijo “NO” y me empujó a decirle que si quería podríamos hablar por mensajitos, una última esperanza quizás, no lo sé pero allí lancé el anzuelo, hacia un lago del cual creí no hubieran peces que atrapar.

Estaba totalmente errado. Pasaron pocos minutos, para que ella, aquel distante cuerpo celeste me escribiera nuevamente ¡No podía creerlo! el juego no había terminado, más bien se tornaba más interesante porque ahora tendría la oportunidad de conocer a una nueva persona. Pronto fluyeron preguntas y respuestas, cargadas de curiosidad y aspiraciones, de ideales, principios y deseos; todo enmarcado en una búsqueda romántica y optimista de una relación auténtica, verdadera y vivificadora. Así fue como descubrí a una persona grandiosa, inteligente, cariñosa, y sumamente madura. Una estrella fugaz con los pies bien puestos sobre la tierra por paradójico que esto pueda parecer. Una persona por la cual podría cruzar ríos con tal de conocer, comprender y querer.’

¿Qué les parece chicas?”

“¡Qué bello es!” Dijeron ambas al unísono, suspirando.

“Así es, pero déjenme ahora continuar. Escuchen.

‘Y señores nos conocimos, allí estaba ella, sentada solitaria y expectante en un banco de un parque al este de la ciudad. Compartimos horas y horas, charlamos alegremente. Era ella, el amor de mi vida, era ella, la de las fotos preciosas, era ella, la del tono dulce de voz… ¿era ella? Si, supongo… ¡Claro! Eran sus fotos… no cabe duda, el mismo rostro. Entonces… ¿porque ya no siento nada? ¡Porque eres un cobarde! Pensé, porque ahora que la tienes cerca no eres capaz de decirle lo que sientes. Se valiente, toma riesgos de una vez por todas. Me dije a mí mismo y allí fue cuando la tome de la mano y la besé. ¡Una grandiosa tarde, una grandiosa tarde! No paraba de repetirlo mientras regresaba a casa convencido de escribirle una nueva carta.

Llegué a casa y no pude esperar para escribirla. Tampoco pude esperar para enviársela, le escribí un correo electrónico. La carta, por breve que pareciera era muy profunda, contenía todo aquello que sentía por ella: ¡nada!

Hola preciosa, creí haberme enamorado de ti, pero me he dado cuenta que de mi cerebro era del que me había enamorado. Adiós… mi ilusión.

Mi mente ha jugado conmigo otra vez. Me había enamorado de un fantasma…maldita imaginación, maldito blackberry, juro no volver a hacerlo, que desilusión.’

¿Y bien? Pregunto la expectante Gabriela.

“No entendí mucho amiga, estoy borracha. Y Tatiana… dormida, ¡mírala!”

Fin.

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