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La Libertadora del Libertador ataca de Nuevo


Literalmente, el chavismo se inauguró en el cine con Manuela Sáenz, una película rayana en el kistch de Vallenilla Lanz, donde las alegorías barrocas de Diego Rísquez convivían con el nuevo santoral definido y reivindicado por el proceso.

Desde entonces, comenzó la edificación de un culto indirecto a la personalidad del presidente, a través de la glorificación nacionalista de los caudillos de nuestra historia épica, desde Miranda hasta Zamora.

Ayer y hoy, el objetivo fue siempre el mismo: buscarle legitimación a la propaganda permanente del jefe del estado, en una jugada política cercana a la manipulación del séptimo arte por parte de Stalin.

Allá eran Alexander Nevsky, Iván Terrible y Lenin. Los próceres a rescatar para consolidar la imagen del Koba.

Ahora, aquí son los «restos simbólicos» de la Coronela Manuela Saenz, a quien supuestamente van ascender al rango de «Generala». Mayor impostura y ridículo, imposible.Por supuesto, nunca faltará un comunista cursi dispuesto a celebrar el traslado de la mentada señora al panteón.Si todavía queda algo de ella(opción negada de plano).

Puestos en el apremio de imaginar cuáles serán los famosos «restos simbólicos», uno decide hacer un ejercicio de abstracción y darle rienda suelta a la especulación.

¿Traerán acaso unos mechones, unas uñas, ropa íntima, cartas, libritos o piezas de lencería de la principal amazonas de la cultura del folletín criollo, después de Maria Lionza(otra de las venerables del santuario pagano de la boliburguesía local)?
¿Repetirán el fraude de la canonización tardía del cacique Guicaipuro(puro) o reciclarán la mentira de la llegada del esqueleto del Che a Cuba?¿Evocarán a los mausoleos de cartón piedra de la revolución en la Habana, en una especie de tabernáculo rodante?¿Un Musipán o una Caracas de ayer en homenaje a la heroina en cuestión?

A propósito, cumplimos con rebobinar el caso de Don Ernesto por medio de una cita extraída del periódico, ABC(un órgano de la guerra mediática del imperio, al parecer de Mario Silva y sus hojilleros de oficio):
«Es el comandante, al fin lo encontramos». Diez años después, las jubilosas palabras de los siete científicos cubanos que rescataron en Vallegrande (Bolivia) el supuesto cadáver del mítico líder revolucionario Ernesto «Che» Guevara, que sirvieron para que Fidel Castro encabezara el célebre entierro del «guerrillero heroico» en el mausoleo de Santa Clara (Cuba), en octubre de 1997, están en entredicho. Sin que se realizara el anunciado análisis de ADN y sin pruebas científicas constatables públicamente, los datos que llegaron a presentarse como evidencias se derrumban con el tiempo.
Según los testimonios recabados por los periodistas Maite Rico y Bertrand de la Grange, publicados en el último número de la revista «Letras Libres» todos los indicios utilizados por la versión oficial para concluir que el cuerpo exhumado era el del «Che» topan con la realidad: el cadáver no podía compartir fosa común con los guerrilleros que le acompañaban cuando fue abatido, ya que todos los mandos militares con los que han hablado coinciden en que fue enterrado solo; ni la chaqueta ni el cinturón que se conservan casan con los que llevaba, como corroboran dos testigos directos, uno de los cuales posee la chamarra auténtica, mientras que el otro prueba que el cinturón original fue sustraído horas después de su muerte; ni la autopsia practicada al cuerpo coincidía con la que se llevó a cabo después de ser asesinado por el Ejército boliviano el 9 de octubre de 1967. Ahora sólo presentaba cuatro orificios de bala, frente a los nueve originales.

En resumen, instrumentalizar la memoria de los muertos y los caídos, es típico de los gobiernos populistas y demagógicos. Hacerlo en tiempo de elecciones y de bicentenarios, resulta una estrategia fácil de desmontar, aunque todavía algunos caen en la trampa y luego se llenan la boca hablando de necrofilia comunicacional y de los zamuros de la información. Curiosamente, mucho de ello hay en la idea pavosa y oportunista de sacar plusvalía del cadáver ajeno.

En nuestro mundo de fantasías chinescas proyectadas en la pared, a dicha inclinación o tendencia perversa se le canaliza dentro de la fuerza centrifuga del género de terror amarillista y explícito, al estilo de «La Casa de Cera», y «House of 1000 Corpses», donde se negocia con la muerte y la deshumanización es sinónimo de capitalismo salvaje.

Mutatis mutandis, Hugo Chávez obtendrá un enorme beneficio de la exhumación de los despojos de la Libertadora del Libertador. De igual modo, Román Chalbaud se los garantizó al identificarse con las víctimas del 27 de febrero en «El Caracazo», bajo el patrocinio del mecenas de la comarca, nuestro pequeño Rey Sol, en campaña activa por mantener la llama caliente de su estampa mesiánica, a la sombra de documentales como «Al Sur de la Frontera», eventos deportivos de la magnitud del mundial del Softbol y actos ceremoniosos, litúrgicos y solemnes de la talla de «la grata bienvenida a los restos simbólicos de la Generala ecuatoriana».

Para rematar, al susodicho acontecimiento le impusieron la consigna de «Amor y Libertad». Parece el título de la próxima novela de TVES o de Leonardo Padrón, escritor, por cierto, del libreto de «Manuelita Sáenz», ícono del relato seudofeminista y redentor de la mujer en proceso.

Vivan los poetas y los cantores de gesta de las guerreras y defensoras de la soberanía, en pie de lucha y resistencia en el siglo XXI.

A batazo limpio las vamos a dignificar.

Retroprogesismo barato e incongruente, funcional a los intereses de la dominación másculina.

Al final, los extremos se tocan y todos formamos parte del mismo melodrama «choronga» de época, desfasado y consagrado en horario estelar, para desviar la atención del olor de PUDEVRAL.
Algo sigue apestando en la Dinamarca de la Quinta República.
Es hora de conjurarlo y contenerlo.
En septiembre, yo lo haré con mi voto.
¿Y tú?

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