TINTAS VIOLENTADAS (poemario)

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y tuvo la certeza

de adivinar mis carnes

juicios desengañados

soeces protuberancias verbales

son un racimo florecido

del azahar de mis días

y su olor

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tuy:

no tengo más nada para ofrecerte

sino una flor en mi espinazo partido

y una glock quedisparaprestigio

———————

sed oropeles caballos de Leipizig

monederos franceses tigres de Armenia

césares y dominios

del eterno

pude amar tus frutos caribes

pero nada, ni nadie

———————

qué feliz camina la mosca

sobre mi escritorio de trabajo

con ese telón de fondo

campanas simuladas

del templo descascarado

oficina acalorada

ventilador chillante

pitos y cornetazos

de las bestias mecanizadas

temo al disparo

al ‘blin blin blin’

del malandro

al motorizado suicida

asesinantemente

vestido

pero tú me tranquilizas, mosca amable,

me acaricias la mejilla

que ya despide fétidos efluvios

me miras amena con tus ojos rojizos

un zumbido de tus alas me adormece

———————

al filo de las noches

la oscurana me divierte

el hedor.

deshago los papiros

y las mitologías

campestres.

rubricamos

mi alma y yo

novísimos rumores

huesos santos

y juntos corrimos

tras la puta poesía.

me preguntaba yo

¿serás tú

la bestia de Juan,

la ramera que arrastró

carnes

y copas

y vinos

tras de sí,

tras tu culo prominente

y amarillento

estilo página vieja

de periódico que no se vendió?

———————

confieso que la ciudad,

la de todos, la de nadie,

se pudre:

es un cadáver.

se ahogó en su vómito

a lo Hendrix

a lo Joplin,

se diluyó en sus quebradas,

se refugió en los ojos

de sus muertos,

huyó montada en una bala,

amaneció enferma

de su peste;

arrancó fortunas

a sus niños,

mas los arruyó

en sus bajíos

sin mezquindad;

bebió del bolsillo

de nativos y extraños,

abrigó esperanzas de vida

y aún así

vivió

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puedo desencajar las caderas

de las amantes

puedo satirizar la fama

de las camas del Monterroso

aún mi fálico amigo estaría a la espera

de la puta doncella

de esa que se deje coger

sin remilgos

con disfrute

y me rinda culto sólo

las 4 horas alquiladas

en el motel

———————

rostro que miras altivo a la muerte

de cara a cara, podría yo decir,

¿qué secretos escondes tras altanera faz?

tus carnes, tus sienes, tu piel

es sólo el reflejo de algo que morirá

irremediablemente

eres muro de lamentaciones

rabínicos pesares se acercaron a bambolearse

ante ti

ante tus carnes

otros vinieron a dejarte

papelitos entre tus grietas

eres remedo de alegrías

eres remedo de inciertos desvaríos

eres insaciable ser

carne putrefacta eres desde este momento

mueres los días

mueres tú las noches

y sin embargo, atrevido te ríes de ti.

es lamentable, amigo, que vayas tan rápido

a la tumba

allí no serás más el mismo que convivió conmigo

allí serás ya calavera

no tendrás la piel estirada

colagenizada,

ni siquiera arrugada.

cabello revuelto será para ti deliciosa

almohada eterna

y aún así seguirás sonriente

en el interior del sarcófago

———————

aunque lo ruidos del mundo me molesten

aún así podré escribir lo sucio

en los momentos más pesados

de mi diario vivir entre las fieras.

escribir el barro

escribir las armas

escribir la violencia

escribir el sexo

escribir la hipocresía

escribir el odio

escribir la basura

escribir el óxido

escribir el pesimismo

escribir la mentira

escribir lo putrefacto

escribir lo mohoso

escribir lo hinchado de un perro muerto

escribir la cloaca abierta en la calle

escribir lo derruido de un viejo muro

escribir mis zapatos embarrados

escribir amores y promiscuidades

escribir calores y fríos en el callejón

escribir la sangre suelta en una acera

escribir el cartucho aún caliente

escribir los tiros en la puerta

escribir el travesti de mi pueblo

escribir las putas también

escribir las liceístas sentadas

sobre las piernas de adolescentes peligrosos

escribir las groserías del estudiantado rebelde

escribir la pseudopolítica

escribir la borrachera

escribir un loco

escribir los disparos en una fiesta del San Juan

escribir la policía matraquista

escribir sobre todo

todo

todo

todo lo que nos hace más humanos

———————

una hueste de perros famélicos insepultos

erizó su pavor en mis sienes enrejadas.

husmearon, lamieron mi incontinencia,

mi silencio en los bosques,

la verdad de mis palabras fue deshecha

sin regreso,

y en un único ladrido

borraron de golpe mis deleites.

a la vez perfumaron mis ventanales

con su emanación de tumba

y me obligaron a comer el pan maldito

del que comiera Withman

un domingo de historietas mojadas,

un domingo frente al televisor.

Renací a la suerte de mi escritura

alocada perfectamente sutil y enrevesada,

así parecí más un andrajoso perol oxidado,

más que poeta -¡por Dios!-. así me dijeron

un lunes por la tarde las ramas de un ciruelo,

que me faltaba harto sucio, harto enredo,

para perecerme al fango cósmico,

a un chaman cargado de peyote.

cogí derroteros desiguales,

rumbos y caminos tortuosos

fueron mis compañías más frecuentes,

aunque no supe valorar su presencia

de Biblia volteada al revés, inexplicable,

vencida, más Corán que otra cosa.

tropecé entonces con aquella hueste canina,

gruñidos y pelazón de dientes fueron ahora sus regalos

más honestos a mi deshonor,

a mi poetástrica vida de supremacía verbal,

inigualada en mis papeles rayados,

en los comienzos del vendaval más poderoso.

y escribí.

Juan Carrasco

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