Días después del 11 de septiembre de 2001, cuando Estados Unidos fue objeto del mayor ataque terrorista de su historia, la escritora Susan Sontag, publicó un increíble artículo, en el que cuestionaba la retórica belicista y alejada de la realidad, del gobierno de su país.
Luego de publicado aquel texto, primero en The New Yorker, y luego reproducido en otros medios, Sontag fue objeto de múltiples repudios por sus palabras. La escritora ejercía una de las libertades que supuestamente envidiaban los terroristas que organizaron aquellos lamentables atentados: la libertad de expresión.
Un año después, Sontag publicó un artículo, aún más duro, en el que señalaba: «Todo ello inscrito en la tradición solemne del antiintelectualismo estadounidense: la suspicacia ante el pensamiento, ante las palabras. Y sirve muy bien a los propósitos del gobierno actual. Ocultos tras las patrañas de que los atentados del 11 de septiembre pasado fueron demasiado horribles, demasiado devastadores, demasiado dolorosos, demasiado trágicos para las palabras, que las palabras no podrían de ningún modo hacer justicia a nuestra pena e indignación. Nuestros dirigentes cuentan con la excusa perfecta para envolverse con palabras prestadas despojadas de contenido. Decir algo podría resultar controvertido. De hecho, quizá podría derivar en una suerte de declaración y por lo tanto invitar a la refutación. Lo mejor será no decir nada.» (pagina 132 de Al mismo tiempo. Susan Sontag. Ramdon House Mondadori)
Susan Sontag se enfrentó, durante los últimos años de su vida, a uno de los grandes prejuicios que ha acompañado cierto discurso antiintelectual y antiperiodismo: la idea de que la crítica y el disenso es un acto de violencia.
Algunos, parece que no entienden la diferencia entre crítica y psicoanálisis. Cuando uno va al psicoanalista, lo hace para sentirse bien, y es válido. Cuando uno lee un periódico, no. El periodismo (asumiendo que el ejercicio de la opinión es, de alguna forma, parte o producto del mismo) no debe hacer sentir bien a nadie, su función es la de describir lo que pasa, procurando no añadir ni quitar nada, aún cuando sabemos que la objetividad es una utopía.
Sin embargo, de un tiempo para acá, parece que está mal, que el periodismo diga que algo está mal. Se supone que quienes muestran las cosas tal como son, no deberían limitarse a ello, sino que además, deben aportar soluciones. Si no lo hacen, entonces son bocones, critican por criticar, y sólo los mueve la envidia, el resentimiento, o el wannabismo, porque en el fondo, sólo quieren ser como aquello que critican.
¿Cuál es el problema?, ¿desde cuando se supone que la función de un periodista cultural (y estoy asumiendo que panfletonegro es, en esencia, una página de crítica-periodismo cultural) es la de hacer sentir bien a sus lectores? ¿Por qué quienes no gustan de panfletonegro no se van a un psicoanalista si lo que quieren en «sentirse bien»?
No quiero teorizar pendejadas, pero es un hecho que en Venezuela la crítica ha desaparecido, y que los periodistas del área no entienden que su función no es, de ninguna forma, hacer sentir bien a quienes siguen su trabajo. Ese es el sueño del poder, convencer a la gente de que está mal tener una opinión, y de que es mejor reservársela, porque revelarla implica una agresión. Y nadie quiere ser agresivo, es decir, violento.
Panfletonegro es una página llena de fallas y contradicciones, sin duda, pero es también una plataforma que ha permitido la existencia de voces críticas y disidentes, normalmente acalladas desde los medios tradicionales, que prefieren ampliar el espectro de quienes desean aplaudir, antes que cuestionar, o señalar.
El fucking rey está desnudo, ok? El disco de Mairé Martínez, apesta. Los escritores que nos venden como las nuevas promesas de la narrativa venezolana, no son tan buenos. Los bodrios de La Villa del Cine, dan verguenza. Urbe es, cada día más, un semanario de mierda que traicionó sus principios y terminó convertido en aquello que juraban nunca serían. Luis Chataing no es gracioso. Carlos Sicilia, menos. El nuevo libro de Tititna Penzini es una vergüenza. Y Por el Medio de la Calle, admítelo pana, no fue lo que esperabas.
Si al decir esto hay gente que se molesta, pues que se molesten. Y si hay quién cree que no existe un esfuerzo, y hasta un riesgo, en quienes lo dicen, pues adelante. Pero piensen que pasaría si la crítica desapareciera. Si Susan Sontag no hubiese tenido los ovarios de oponerse al exacerbado patriotismo que inundaba los medios en EE.UU., y hubiese callado, como tantos lo hicieron, ante los desmanes de la administración Bush.
Hoy, la historia le da la razón a Sontag. Todo lo que ella decía era cierto. Y de hecho, en aquellos días posteriores al 11 de septiembre, nadie imaginaba lo que pasaría poco tiempo después, la salvaje invasión a Iraq, las repugnantes torturas a que fueron sometidos prisioneros en Abu Grahib y Guantánamo. Hasta llegar a hoy, cuando Obama todavía nos debe la salida de Iraq, y el cierre de la infamia de Guantánamo.
A título personal, debo decir que empecé a escribir en panfletonegro hace tres años. Con este, ya son 166 artículos. Hoy releo la mayoría con vergüenza, algunos los veo regulares, pero también, y me perdonan la inmodestia, veo unos cuantos que me hacen sentir bien (¡ja!) por haberlos escrito. Soy, todos los saben, un aspirante a escritor. Sin sentimentalismos baratos, les diré que escribir me salvó la vida hace tiempo, y le ha dado un cierto sentido a mi existencia. Y creo firmemente que entre los coautores de esta página también hay muchos que aman la escritura, y se dejan llevar por ella. Para bien y para mal.
Estoy escribiendo esta nota aniversaria, hoy viernes, cuando son las 05:50pm. Hace unas horas, la Fundación para la Cultural Urbana fue allanada, y varios de sus trabajadores fueron interrogados. Es parte de una escalada del gobierno para acallar cualquier atisbo de diversidad cultural o disidencia. Independientemente de cualquier opinión que se tenga sobre el trabajo de dicha fundación, su cierre es una mala noticia, una reconfirmación del clima de persecusión y estigmatización en el que vivimos constantemente.
En este contexto de cacería de brujas, lo peor que se puede hacer es callar, asentir, y entregar nuestra voz crítica. Este décimo primer aniversario de panfletonegro, sólo se me ocurre invitarlos a escribir en esta página, como autores, o como comentaristas; como anónimos, o firmando con nombre y apellido; para criticar algo que otros hicieron, o para publicar una obra propia; para acordar lo que los autores digan, o para contrariarlo. Esta página es la única verdadera propiedad colectiva que existe en Venezuela, así que háganla suya.
Si no les parece, entonces, permítanme usar el clásico lugar común de todos los detractores de panfletonegro: hagan su propia página :) Pero en serio, hágan algo mejor, destruyan panfleto y háganos quedar como idiotas. Les juro que sería feliz si eso ocurre. Mientras eso pasa, sólo espero que lleguemos a los 12 años.
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