El «Corazón Loco» de Jeff Brigdes palpita en dos direcciones, hacia arriba y abajo.
En la primera sube el nivel del filón dramático, al volverlo a dotar de la incorrección política inherente a cuatro géneros americanos: el western crepuscular,el musical country, la crónica de motel( de mala muerte) y la road movie, en la tradición de «Paris-Texas», la literatura desesperada de Charles Bukowski, la poética de Sam Shepard y la estética de los cuadros de Hopper(el pintor, no el director).
Aparte, su generoso humor negro evoca a la comedia misantrópica de los Hermanos Coen, en una secuela no autorizada de «The Big Lebowski», al son de las borracheras y las metidas de pata del «Dude» en barras descoloridas, carros destartalados, casas abandonadas y canchas de bowling.
En la segunda, desciende, para más nunca levantar cabeza, al abismo de la «soap opera» o del telefilme puritano de compromiso conservador, preocupado por el destino de la familia nuclear en el seno de las depresiones colectivas de la época, vislumbradas fuera de campo. Así, el protagonista se embarcará en toda una misión de salvataje, al estilo Obama, para resucitar de sus cenizas, como una obvia alegoría del país en tiempos de crisis.
Por eso, la película nos habla de cómo una estrella fulgurante de pasado, puede recuperar su fama perdida en presente, a costa de emprender una odisea de rehabilitación y reencuentro de sí mismo.
Por tanto, la estructura del guión no es muy distinta a lo ya presentado por cantidad de largometrajes biográficos de autoayuda y superación de la adversidad, nominados al premio de la academia, como el caso de «Ray», «Walk The Line»,»La vida en rosa» y «Hustle & flow», cuyos mensajes de responsabilidad social son idénticos y análogos.
Siempre el protagonista pisa fondo, en medio de un calvario de intoxicación y muerte lenta, antes de renacer de sus escombros como el ave fénix, para cerrar con broche de oro en un final esperanzador abierto al porvenir económico y sentimental. Por lo demás, se trata de un camino a la redención no poco trillado, conocido y hasta adaptado de forma literal por Mel Gibson en «The Passion».
Por consiguiente, el libreto es predecible y de lo peor de la pieza, amén de sus mea culpas, sus llamados de atención, sus cantos a la paternidad consciente, sus secuencias noveleras de «Halmark Movie», sus visitas forzadas al médico, sus accidentes moralistas y sus cambios de orientación, de último minuto. Verbigracia, la escena en Alcohólicos Anónimos casi supera la barrera del ridículo y mueve a la risa involuntaria, por su arbitrariedad. Parece una imposición de la censura decretada por un defensor de la herencia del Código Hays.
Sin embargo y a pesar de ello, «Crazy Heart» es de lo mejor del año, aunque suene como una contradicción. No en balde, cuenta con una banda sonora de antología, asesorada y compuesta por T-Bone, quien además apoya la producción general, junto con Robert Duvall. Cada interpretación en tarima de Jeff Bridges vale su precio en oro, y nos reconcilia con la historia de un arte analógico en vías de extinción, a consecuencia de los embates de la tecnología de punta.
Por ende, el entramado acústico de la película lejos de resultar reaccionario o anacrónico, nos invita a redescubrir las resonancias humanistas de las viejas leyendas vivientes del patrimonio cultural, hechas a punta de golpes y con una experiencia incapaz de emular a través de los aparatos más sofisticados.
A Bad Blake, alter ego de T-Bone y Jeff Bridgess, sólo le hace falta una guitarra, un micrófono y una buena copa de Whisky, para sonar como una orquesta y combatir la indiferencia de su entorno insensible, en un homenaje de regreso a los orígenes y a las raíces, cuando el mundo era menos complejo.
Ahora, Bad Blake asiste, como testigo de excepción, al declive de su universo personal, de su período, de su sistema de toques en bares mugrientos y temas de despecho, para ser superado por un nuevo régimen de enormes y sofisticadas implicaciones corporativas. De hecho, lo vemos llegar con su camioneta a un «show» de su pupilo, convertido en American Idol, y allí debe cruzar un laberinto de autobuses para encontrar su salida, en una de las grandes metáforas visuales conseguidas por la fotografía.
De cualquier modo, «Crazy Heart» no plantea una guerra maniquea, obtusa y polarizada entre generaciones disímiles. Muy por el contrario, aboga por la tregua de los bandos en pugna, de ayer y de hoy, por medio del apoyo solidario y el trabajo colaborativo.Entonces, el mentor y el alumno aventajado superan sus rivalidades y tensiones, para acoplarse y echar adelante su utopía compartida.
Según «Crazy Heart», allí reside el futuro de la música y también del cine.
Por algo, Jeff Bridgess lleva la batuta del reparto principal, con la idea de recordarnos su papel de consagración juvenil en «The Last Picture Show», donde igualmente presenció el fin de una época y el principio de otra, para el séptimo arte. 40 años después, el actor repite el ciclo al borde del retiro, para seguir dando la pelea por sus principios, en vez de cruzarse de brazos ante los pronósticos agoreros de los pesimistas.
Larga vida por su lucha y tesón.
PD:recomendamos complementar el visionado de «Crazy Heart», con tres títulos documentales: «Before The Music Dies»,»It might get loud» y «Anvil, The Story of Anvil», ausentes por desgracia de la programación del Festival Independiente.
nada mas por la musica de esta pelicula vale la pena ir para el cine… y eso que no me gusta el country…
la pelicula es Bad Blake y mas nada, desde hace rato no veia una interpretacion tan coño e su madre y honesta como la que hizo Jeff Bridges que se ganó el oscar muy merecidamente, con todo y ese intento de rehablitacion pajuo que por lo menos se quedo a medias, al igual que el reencuentro de la hija que nunca vio… pero bueno la vida no puede ser tan coño e su madre no?
y bueno podemos destacar a Maggie Ghyllenhal, a quien recordamos con mucho cariño por ese pequeño placer llamada la Secretaria, a pesar del encasillamiento obvio del papel, como la enesima madre soltera abandonada que se enamora de alguien famoso porque le ve su verdadera faceta como ser humano aunque se le olvide los obvios defectos humanos, se da sus buenas licencias y hasta se salva del acartonamiento de la mayoria de los personajes…
es mas chico hasta Collin Farrell no cae tan mal…
pero bueno debe ser que las road movies me caen bien, porque esta pelicula con todo y sus obvios bajones, donde hay partes que como se les olvido poner libreto, me agrado mucho…
saludos men buena reseña
ah y de los titulos, deberias agregar Control: la vida de Ian Curtis, que tambien le queda para entender la potencia de la musica en la vida…
Claro «Control», pana, buen dato.Gracias por comentar. Saludos y abrazos.
Buena reseña Sergio. ¿Se podría decir entonces que este es uno de los casos donde una actuación de lujo salva un libreto mediocre y sosa?
Sería interesante hacer un análisis de películas que se salvan gracias a las actuaciones, y películas que se salvan a pesar de las mismas.
Aunque claro, es duro darle vida a una historia hueca, se necesita talento especial para eso. Supongo que por algo dicen que el cine es una experiencia mágica, especialmente cuando la magia (guion + actuación + detalles) entran en conjunción.
Saludos!
Buena reseña Sergio. ¿Se podría decir entonces que es otro caso donde la actuación salva al guión? sería interesante sentarse a filosofar sobre tantas películas que se salvan gracias al actor, y sobre tantas que se salvan a pesar del mismo.
Aunque claro, se requiere una madera especial para darle vida a una trama sin gancho. Supongo que por eso dicen que cuando los planetas (en este caso, la actuación, el guión y los detalles) se juntan el cine ciertamente es una experiencia mágica.
Saludos!
Tienes razón, Alejandro. Aquí creo que es un caso donde el actor, la música y la dirección van por un mismo camino, pero los cambios del libreto llevan la película por el desbarrancadero. Me late que es un problema de guión. Muchos saludos y gracias por comentar.
esto quedó largo.
suelo leer tus críticas, por lo general bien fundamentadas, con buenas referencias y muy profesionales, pero aprovecho esta para preguntarte una vaina: ¿cuál es el problema con la redención, con las historias donde las cosas terminan bien?
como venezolanos que somos, está claro que el optimismo -vamos a reducirlo a ese sustantivo- rompe un poco las pelotas cuando el mundo arde de muchas formas, pero el optimismo, en sí mismo, no me parece una cualidad negativa del cine, del arte en general. si algo nos ha dejado la posmodernidad (¿?) es la revalorización de lo oscuro; todo libro, performance, película y etcétera que busca rescatar algo distinto a la oscuridad suele mirarse con un gesto de rechazo por varios críticos, pero sería interesante que así como en esta página fomentan el valor de la crítica se reflexionara un poco más sobre el papel que ella cumple. steiner ha dado muchísimas luces, sontag también, y ambos comparten desde hace años -bueno, sólo el viejo sigue vivo- la idea de que la crítica puede pisar un terreno indebido cuando busca siempre el mismo enfoque.
la premisas de “decir las vainas como son” o “decir lo que otros no dicen” me parece un medio casi accidental para la crítica pero jamás un fin, principalmente porque entenderlas como un fin es un gesto objetivo de arrogancia -ya me dirás tú si el arte es de una sola forma-. y aquí me desvié, ni siquiera estoy hablando de crazy heart, ni de tu papel, pero como están cumpliendo 11 años y tal mejor lo escribo todo, porque es el primer comentario que dejo por aquí.
te decía, en fin, que me preocupa un poco esa manía de aferrarse al enfoque optimista, redencionista, políticamente correcto de las cosas para empezar a enumerar las cualidades negativas de algo cuando, para mí, esas cualidades no son en sí mismas negativas o positivas. ¿que nos ladillan las estructuras de telenovela, la flaca que termina con el bueno, el viejo que recupera el camino, los ricos que terminan siendo de pinga con los pobres, los carajos que aprenden una lección de vida luego de pasar un mal rato? lo suscribo, pero creo que cada una de esas premisas tiene sus recursos narrativos y estéticos -hablando de cine- como para valorarse verdaderamente a partir de ellos y no en su origen. no sé, así las cosas un día terminaremos diciendo que la odisea es una cagada porque las cosas terminan demasiado bien -yo me hubiera quedado en aquella isla y penélope no me hubiera vuelto a ver. de hecho lo más probable es que ya me estuviera montando cachos-, pero supongo que todos valoramos lo que representa la odisea íntegramente.
doy por sentado que damos el brazo a torcer por odas a la belleza como 8 1/2, por preciosistas como baricco o murakami -a mí no me gustan esos dos, pero saben hacer sus cosas y no negaría de su importancia como escritores por el simple hecho de que les encante contarnos la misma historia que termina bien-, por eso te repito la pregunta: ¿cuál es el problema con la redención y la felicidad? podría abrir la pregunta a la mayoría de los colaboradores del panfleto, que suelen caer en la misma vaina. y no es que no entienda los motivos, pero luego de 11 años supongo que abundan reflexiones.
si por alguna razón este punto se confunde con frases infames como “en vez de criticar haz algo tú” (menos en tu caso, que haces documentales con voz propia) o “qué violento eres con lo que dices”, etc., aclaro que la vaina no va por ahí -sería una mierda haberme expresado tan mal-.
me gustaría que hablaras un poco de esto que te pregunto, pero ante todo quiero felicitarte por la seriedad con la que te tomas esto. me parece que una crítica es exitosa cuando el lector no se la plantea en términos de estar o no de acuerdo porque la crítica logra estar por encima de eso. pocos dan con ese tono y tú lo consigues varias veces, por eso, aunque suene a vainas que diría chávez luego de perder unas elecciones para alcaldía y gobernaciones, me gustaría plantear esa reflexión -no es necesario usar las tres ‘r’-.
duro,
No,viejo, es un debate necesario, sin duda. Yo tampoco tengo problema con la felicidad y el optimismo. Las películas de Ozu y Kurosawa lo eran, pero no por ello menos logradas y trascendentes. Mi problema comienza cuando la felicidad se impone como una fórmula de redención, como un atajo forzado para buscar la aceptación del público.
Con «happy endings» impuestos a último segundo, por obligaciones industriales, no quiero saber nada. Menos con salidas demagógicas y populistas, después de bordear el infierno. En «Crazy Heart» hay mucho de ello y se nota no sólo falso o poco natural, sino manejado desde criterios deterministas, maniqueos y absolutos. Un cine de anécdotas edificantes, no me interesa. Por eso, me gusta el principio de «Crazy Heart».Pero después la vuelven una telenovela y pierde gracia. De ahí mi distancia con ella.
Gracias por comentar y por preocuparte por responder, sin caer en agresiones o golpes bajos.
Muchos saludos y un verdadero placer dialogar contigo.
Seguimos en contacto.
es un terreno leve y confuso el de determinar fórmulas, atajos e imposiciones; no sé, me parece difícil argumentar las cosas siempre (repito, siempre) desde ahí porque implican un juicio especialmente subjetivo (yo aquí, hablando paja, ni siquiera he visto crazy heart, pero te darás cuenta de que no estoy hablando del viejo bridges [¿lo viste disfrazado de militar hippie con trenzas en hombres de mente?]).
claro, respeto a la crítica que insiste en ese camino, pero a veces hay unas maneras más edificantes de leer el arte. hay algunos críticos, buenos críticos, que no basan lo suyo en juicios de valor y creo que a menudo tienes argumentos más sólidos para hablar de una película que apelar a si la redención es o no forzada.
este es un debate viejo, lo sé, pero no por ello menos pertinente. para dejar de hablar de steiner, ozu y sontag casi te diría que hay dos tipos de críticos: quienes buscan ser como el crítico culinario de ratatouille y quienes no se ven en ese espejo.
ja,
una vez más, felicidades extensivas a todos los taimados necesarios que llevan 11 años dándole a esta rueda.
Gracias por comentar y responder.Saludos!