Un simple artículo de panfletonegro hizo tambalear, de nuevo, los endebles cimientos políticos, ideológicos y burocráticos del Castillo de Naipes del Rock Criollo, al extremo de provocar una ola de reacciones encontradas, superiores al alcance del punto de partida, con respuestas oficiales y pronunciamientos de lado y lado.
Ello demuestra seis tesis de plena vigencia: el poder actual de las redes sociales, la limitada capacidad de respuesta de los medios(privados y oficiales)comprometidos con el sistema, la absurda intolerancia hacia cualquier posición disidente en Venezuela, la polarización del debate bajo esquemas de división maniquea, la personalización del discurso y la demagogia de nuestro entorno institucional, incapaz de reconocer errores y presto a buscar chivos expiatorios o culpables donde sólo hay reflexiones adversas.
El rey sigue desnudo y el ciudadano 2.0 cumple con su tarea de exponerlo con pelos y señales delante del foro de la opinión pública.
Por eso, la monarquía responde como mejor lo sabe hacer, desviando la atención, limpiándose las manos y volviendo a alimentar su dieta de Pan y Circo.Simples paños calientes para continuar perpetuando su legitimidad en el trono. Así, los señores de las sombras reciclan, reafirman y consolidan su estabilidad, por los siglos de los siglos.
Los hombres de la cortina mueven sus fichas del tablero, ponen a pelear a sus alfiles y siempre se salen con la suya, detrás de las pantallas de sus peones. Delante, ofrecen una imagen falsa, hipócrita, mentirosa, políticamente correcta, filantrópica y humanista, funcional a su ostentosa red de negocios, con amplifiaciones en el mundo de la radio,la publicidad, la propaganda partidista, lo corporativo y lo financiero.
La corrupción forma parte de su estilo de vida y es inherente a la manera de operar de su clientela estalinista, compuesta por fanáticos radicales y extremistas, por apóstoles rajados y ciegos devotos, preparados para disparar primero y averiguar después en defensa de sus cúpulas podridas.
En consecuencia, se pagan y se dan los vueltos, se lamen las heridas y nos venden sus promesas compartidas como tablas de salvación incontestables. De ponerlas en duda, te aplicarán censura, cacería de brujas, terror psicólogico,campañas de odio y cruzadas moralistas, tendientes a atacar al mensajero en vez del mensaje. Por tal motivo, acaban por justificar a quienes deciden escudarse en el anónimato, única salida en nuestro país para garantizar la integridad física de denunciantes, testigos de delitos,gargantas profundas y fuentes incómodas. En lo personal, no tengo miedo, ni me intimida el acoso y por tanto, firmo con nombre y apellido. Ni la debo ni la temo.
Por desgracia, se aprovechan del asunto para canalizar sus instintos reprimidos, banalizar la discusión y reducirla a un esquema binario en blanco y negro, cuya principal víctima es el mentado autor de la nota. Lamentablemente, el autorismo permite semejante facilismo, al leer el texto en función y en relación con las cualidades o defectos de su escritor.Una estrategia necia y estéril rayana en la cursilería y el ridículo de satanizar a las obras por la naturaleza de su procendencia. Y lo peor, según patrones de carácter fascista y derechista.
En Panfletonegro, el máximo insulto de la reacción de los conservadores, radica en calificar de perdedor o glorificar el trabajo por encima del ocio y de los mismos argumentos en pugna. Dicha ecuación retrograda y anticuada, nos conduce a un falso dilema,incompatible con la historia del arte y la cultura. No en balde, si lo tomamos por cierto, automáticamente deberíamos erigirle una estatua a un emblema del emprendimiento de proyectos como Benito Mussolini, alias El Duce.
En paralelo, sería una obligación mandar al infierno a Rimbaud, Bukowsky, Bolaño y Jim Morrison, amantes del hedonismo y la emancipación hippie de los cuerpos.
Irónicamente, los encargados de demonizar a los flojos y vagos, son caballeros supuestamente abiertos, liberales y sensibles a las movidas de la música, la experimentación y la vanguardia. Sin embargo, se comportan como yuppies tecnocráticos, como doñas del Country Club,como funcionarios del gobierno, como pequeños burgueses,alarmados por la menor expresión de caos, irreverencia y descontrol.
Invitan al conformismo, celebran el materialismo histérico del estrellato efímero y le rinde pleitesía a la banalidad estética.
Su legado es pobre,provinciano,localista,farandulero y anacrónico.
Hoy descubren material descartado en la metrópoli.Mañana le roban los derechos, lo plagian y lo adoptan con arrogancia.
La soberbia de creerse activos y proactivos,los tiene como locos y les invoca a despreciar al desempleado. Son peligrosos buscadores de prestigio y de éxito. Capitalistas y socialistas salvajes del siglo XXI.
Pero no hay consistencia y trascendencia en su huella.
En el contexto nacional, fungen de coartada y de sostén involuntario de la pirámide roja rojita.
Brindan escape, evasión y opio para el pueblo adolescente. De ahí el respaldo de municipios, alcaldías y candidatos en época de elección.
Por consiguiente, sólo nos queda la opción de resistirles con creatividad, imaginación, sentido del humor e inteligencia, desde aquí y aculla.
Los Señores de las Sombras tocan Rock para emancipar a su rebaño de corderitos.
Los leones rugimos y abogamos por la democratización de su dictadura.
Abajo los tiranos y las tiranías.
Prepárense porque se viene el estallido.
La Caída de Hitler es inminente.
El Titanic se hunde y la música ligera lo acompañará en el fondo del abismo.
Las ratas abandonarán el barco.
Y esto es apenas la punta de un iceberg.
Hasta luego Parque Jurásico.
La octava edad del Rock se desarrolla en Venezuela. Se llama Rock clónico al servicio de los dueños de la mafia del estado.
Ojalá alguien lo rescate de su perdición comercial y de su ñoñería inofensiva en clave de Latin American Idol y Guitar Hero.
Descanse en paz,amigo Presidente.
Dulces sueños.