La tierra del silencio

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Demasiado
para un hombre,
dijo el espíritu
de la furia
en la memoria
del condenado a muerte,
y los pájaros volaron
de sus hombros
para ver cerrarse sus ojos
del otro lado de la bruma,
pero no los hombres
y su voluntad.

¿Sabrán mis hijos
alguna vez
de todo ésto?
¿de lo que he tenido que hacer
para que acepten darme de comer?
¿del miedo con el que
será entregado
mi cuerpo a Dios
por mí mismo,
con vergüenza de mi desnudez
y llorando por el final del tiempo?

¿Podrán ver todos esos
seres malditos mi rabia?
y es que acabo de sentir
casi inconsciente
que aún mis
manos y mi estómago
expelen calor,
y puedo ver todo
más claro que nunca,
acá en el fuego
acá en las montañas
lejos de las
construcciones
de la ciudad
somos animales sagrados
armados con puñales que no perdonan…
Y yo he sido atrapado.

Ahora lo veo
todo claramente,
el cielo y el mar
nos han atemorizado
desde el comienzo,
la ciudad ha sido
miseria y encuentro,
por eso nuestra tristeza
en acercarnos
durante la adolescencia
cuando el deseo
era lo único que brillaba.

Sí, ellos los entienden, claro que lo entienden
y sus cuerpos no pueden dejar de mostrar
el miedo a la muerte,
y se esconden, y se muestran
como espíritus sabios del desierto
detrás de sus armas, siempre detrás de sus armas…

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