Anoche en los sueños
pude ver a mi padre
después de quince años
de pesadillas con mis hermanos
y las dagas escondidas
con nuestros nombres inscritos…
Se derramará sangre, y será la tuya,
has dejado de estar en mis ojos
y ahora eres el bastardo tímido
culpable por estar esperando
la hora de la revuelta nocturna.
El tipo estaba viejo y se veía derrotado
y no quiso hablar más,
esperé de él un beso en la frente
como el signo que creía en la niñez
que merecían los desahuciados
pero se despidió con el fuego en los ojos
consumiéndose hasta las sombras
como los hombres sin nombre
en las entradas de los puertos…
Lo dejé mirando el antiguo río del imperio,
él ya no está conmigo,
el fantasma de otro hombre
enfermo de cáncer habita en mí
dejándome sus cruces quemándome
en el pecho durante la noche,
liberando en la ciudad la magia y el castigo
de los alaridos de los desiertos…
Soy frente a las constelaciones, otro alarido,
el riesgo de mi corazón y mis vertientes de sangre,
mi destino en las calles de la ciudad
en donde seré juzgado por el barrio que me vio nacer
en nombre de todo el bien, o todo el mal
que podamos ver en la sangre
de los ojos de las nuevas generaciones…