Llevarme la rodilla hasta el hombro, acostada boca arriba.
Mirarme directo a los ojos, mirándome la vergüenza y la debilidad.
Meterme en una bañera de agua tibia, para nadar entre mis muslos y mis barricadas.
Alimentarme con tus comiditas de alacena, con tu savia, con tus huesos…
Pasarme un par de dedos por la cara, reacomodándome las facciones según el trazo de tu mano (muy cortazariano lo tuyo)
Tragarme tres o cuatro besos, mutilados por los colmillos, encarcelados detrás de los dientes, de la alineación-sonrisa de los dientes, para que no busquen en vano tus labios esquivos.
Caminar y caminar:
caminar tus calles y las mías,
Caminar tus sábanas y tus soles de balcón por la mañana,
mañana-idea, mañana simbólica,
mañana que alcanzo a aruñar escasamente,
y que me deja algún rastro entre las uñas,
cuando ya tengo las manos empapadas de mediodía y:/-o de tres de la tarde.
Esperarte y esperarte:
caminando, sin caminar
dormida y despierta
queriendo y no queriendo.
Esperarte siempre…
Esperando que se trate, esta vez difinitiva, del último rito, la última ceremonia.