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Reflexiones de un «derechista». Parte I

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http://www.youtube.com/watch?v=qyGF9V-j9lY

En los últimos años y particularmente en los últimos meses se ha abierto una discusión sobre el carácter político-ideológico del gobierno venezolano. El Cardenal Urosa Savino ha señalado recientemente que el venezolano es un gobierno comunista, dicho también en otras palabras, un socialismo marxista. Para sorpresa de algunos (¿muchos?) Fidel Castro ha dicho hace apenas un par de días claramente que para él, socialismo y comunismo son la misma cosa. Superamos entonces la académica (e inútil por la profusa ignorancia del venezolano promedio en la materia) discusión sobre el socialismo real y el socialismo científico. «El socialismo es el comunismo». Lo ha dicho Fidel.

Pero a este escribidor no lo mueve el afán de espetar un «te lo dije» al redactar estas líneas. No. Al fin y al cabo habrán quienes aun a pesar de las palabras del Cardenal Urosa y de Fidel Castro seguirán negando que el gobierno venezolano es comunista aunque nos pongan la hoz y el martillo en la bandera. Que el intento de reencauchar la Teoría del Valor-Trabajo, la eliminación de la plusvalía y la lucha de clases de Marx son meramente graciosas coincidencias, argumentarán. Que la expropiación sistemática de los medios de producción y la pretensión de alcanzar una hegemonía comunicacional responden a un afán autoritario, que jamás totalitario, aunque desde la UCV un catedrático en la materia haga un diagnóstico preciso al respecto: ver http://www.eluniversal.com/2009/04/26/pol_art_el-gobierno-de-chav_1361019.shtml, eso no es motivo suficiente para hablar de comunismo, señalarán. El objetivo de estas líneas, si acaso podemos hablar de finalidad sin ser arrogantes, es meramente radiografiar las razones por las cuales vamos directo hacia el abismo por lo que considero es un problema conceptual en lo ideológico.

Algunos quizás se preguntarán ¿y qué carajo importa si este gobierno es comunista, socialista light, socialdemócrata, socialcristiano o liberal? Importa. Cada uno de esos modelos de organización de sociedad responde a una concepción distinta de ver al Estado, sus responsabilidades y sus alcances: su papel como ente organizador y/o regulador de las relaciones sociales. Insisto, importa.

En latinoamérica, y Venezuela no es la excepción, lo políticamente correcto es ser de izquierda, inclusive si esto solo significa decirse del lado de los marginados, desclasados y oprimidos por el poder económico. A la izquierda latinoamericana se le hincha (del verbo henchir, no hinchar) el pecho cada vez que levanta las banderas de la «justicia social» y reclama «igualdad de oportunidades», y aquí haré un breve paréntesis para acabar con ese discurso barato para las masas, al menos en lo que respecta a las dos parejas de voces mencionadas:

Justicia Social: eufemismo de un término que deforma la única justicia que existe, que es darle a cada quien lo que le corresponde. Este concepto con dos mil años de antigüedad aun marca la pauta tanto en lo jurídico como en lo semántico para definir la justicia. Los términos ‘justicia’ y ‘justicia social’ se parecen tanto entre sí como ‘camisa’ y ‘camisa de fuerza’. La justicia no tiene apellidos. Socializar la justicia es quitarle la venda de los ojos, cuando eso sucede no tenga usted duda, mi estimado lector, que comenzarán las injusticias. Si usted es una persona que cree en el Estado de Derecho elimine de su vocabulario la dupla vocal justicia social.

Igualdad de oportunidades: hermosa conjunción de palabras utilizada populista y demagógicamente por la izquierda, que en realidad implica que tendríamos que sacarnos un ojo para estar en igualdad de oportunidades con los tuertos, o, peor aun, sacarnos los dos, para estar a la par de los ciegos. Luego deberíamos cortarnos un brazo para tener la misma oportunidad que un manco y así sucesivamente hasta que estemos en idénticas condiciones que garanticen la cacareada igualdad de oportunidades. ¿Si diéramos igualdad de oportunidades como escogeríamos las 200 plazas para una carrera universitaria cuando hay 5.000 aspirantes? Esta es una pregunta para la cual esa izquierda, repito, populista y demagógica, no tiene respuesta. La única igualdad, léase bien, la ÚNICA que podemos reclamar los ciudadanos legítimamente es la igualdad ante la ley, la cual por cierto, esa izquierda comprende que tiene sus excepciones cuando le da, por ejemplo, al presidente de la república el beneficio de un antejuicio de mérito antes de abrirle cualquier proceso judicial en su contra.

A esa izquierda vale la pena hacerle preguntas directas como: ¿Qué izquierda profesas? ¿La que respeta la propiedad privada o la cree en la propiedad social? ¿La cree y aboga por la intervención del Estado en la economía o la que repeta el libre mercado? ¿La que asume que el Estado debe intervenir en asuntos de los particulares o, debe respetarlos y mantenerse al margen? ¿La que defiende el centralismo/estatismo o la que cree en la descentralización y el federalismo? ¿La que cree que es tarea del gobierno redistruir la riqueza mediante el cobro de impuestos? ¿De la izquierda que cree que el Estado debe regular cosas como el gaytrimonio y el aborto? ¿Qué es ser izquierdista? ¿Ser antiderechista? ¿Preocuparte más por la distribución que por la producción? ¿Creer en la igualdad ante la ley? ¿Creer en la igualdad de oportunidades? ¿Ser antiglobalizador? ¿Ecologista? ¿Antiguerras? ¿O defensor de la paz? ¿Solidario con los necesitados? ¿anticapitalista? ¿antiliberal? Y es que cuando se le confronta con estas preguntas, generalmente recula, evade y en algunos casos apela a los ad hominem que instantáneamente acaban con el debate. Si en algún caso se obtienen respuestas a estas preguntas (lo que sucede rara vez) entonces es muy fácil destruirles el cliché. La izquierda no tiene una respuesta lógica que explique porque el capitalista Warren Buffet (ex-segundo lugar entre los hombres más ricos del mundo hace menos de una década solo detrás de Bill Gates) donó el 85% de su fortuna para actos de beneficencia. ¿Cómo es posible que un representante de la derecha explotadora y protectora del status quo haya hecho algo así? Seguro que lo extorsionaron.

Una mezcolanza de ideas infundadas, inconexas, aderezadas con clichés y lugares comunes  llevan, irremediablemente, a un montón de conclusiones erróneas: si el izquierdista es un activista por la reivindicación de los desclasados (obviando el hecho evidente de que el 99% de la izquierda gobernante en Venezuela es caviar), por exclusión, el derechista es un explotador, defensor del status quo, conservador, pitiyankee y continúe usted con la retahíla de epítetos ya conocidos. Ergo, es políticamente incorrecto ser de derecha, peor aun, es totalmente criticable, inclusive deleznable. De modo que el debate se centra en la etiqueta: izquierda, bueno; derecha, malo. De lo anterior deriva la gran indulgencia conque la izquierda «buena», no radical pondera a Hugo Chávez. Esa indulgencia es una de las razones por la cual muchos se niegan a llamar al pan, pan,  al vino, vino y a Chávez, comunista. Si en este país se hiciera una encuesta se vería como, dentro de la misma oposición, existe una mayoría zurda. Y es que aunque parezca paradójico, mucha gente cree que puede adversar al presidente desde la izquierda porque se comió el cuento aquel de que existen dos izquierdas, donde ¡oh, coincidencia! La que siempre gobierna (la «mala») es la que no funciona bien, la que hay que depurar, la que debe ser mejorada, la que fue infiltrada por la derecha: la izquierda caviar. Todo sin percatarse de que hasta el más hermoso modelo de la izquierda «buena» ha tenido que empezar a renunciar al Estado de Bienestar en Suecia desde 1992, porque el Estado central planificador (característica inherente e irrenunciable del socialismo) falla, se hace torpe, corrupto y excesivamente burócrata.

Dicho lo anterior, se entiende porque, por ejemplo, escuchamos a los dirigentes de la oposición venezolana hablando de justicia social e igualdad de oportunidades. En el fondo ellos no representan una oposición al gobierno, por el contrario, abogan por un Estado macrocefálico, burocrático, benefactor, asistencialista, y por ende igual de demagógico que el gobierno actual. En otras palabras, ellos no difieren del fin, solo de los medios, pero en el fondo todos forman parte de la misma familia: socialistas, socialdemócratas, parte de los democristianos (los que defienden el Estado Benefactor), los del «socialismo democrático» y los comunistas.

El asunto pasa por comprender cuan cierta es aquella famosa frase de Lord Acton: «el poder corrompe, y el poder absoluto, corrompe absolutamente». Si el socialismo busca el control absoluto de la sociedad (y lo busca), y eventualmente consigue el poder absoluto (y lo consigue), las consecuencias son totalmente predecibles: URSS, RDA, China (pre-reformas de Deng Xiaoping), Cuba, Corea del Norte, Polonia, Laos, Vietnam, Rumania, Checoslovaquia… ¿hacen falta más ejemplos? ¿O bastan los cien millones de muertos que dejó como saldo el comunismo durante el siglo XX? Esa es una reflexión voluntaria que cada quien debe hacer.

PS: las comillas en «derechista» en el título responden al hecho de que por esos propios clichés y arquetipos que mencioné seguramente se me reconocerá más fácil por la etiqueta de «derechista», que por la real definición que ubica y representa mis principios: liberal. Pero bien podría llamarse: Reflexiones de un liberal. Parte I.

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