Es mucho más conocida la obra distópica de George Orwell que la de su más directa influencia: Aldous Huxley. 1984 es un libro futurista de cabecera que es frecuentemente revisado y estudiado por políticos y científicos sociales por su visión totalitaria más próxima y evidente, y por el reflejo crítico que se hacía de los totalitarismos por los que Orwell acababa de pasar (el nazismo, el fascismo, el franquismo, etc.) y de la Guerra Fría que estaba a punto de reventar y podía ser predicha sólo por pocas mentes visionarias en la época en que fue escrita la novela. Los que no han leído 1984 –ni han visto la película– seguramente han escuchado hablar de su argumento: en un futuro (el libro fue escrito en 1948), tres superpotencias mundiales se mantienen constante y alternativamente en guerra; una de ellas, Oceanía, está controlada por el temido Gran Hermano, una figura dictatorial que tiene bajo su mando un poderoso sistema político de partido único represivo, en que todo es proporcionado por él, nadie tiene propiedades, los placeres que alteren el orden han sido prohibidos, hay espías del Estado en todos los rincones de Oceanía, la propaganda política es omnipresente, se fomenta el odio desproporcionado en contra de los enemigos del Estado, y, básicamente, el sistema existe y sobrevive en función del castigo y la represión, el lavado de cerebro, el miedo, etc.
Aldous Huxley, quizás uno de los primeros escritores que usaron el movimiento futurista de principios del siglo XX para crear utopías morales, es decir, que dejan un mensaje preventivo sobre el posible futuro mediante una sociedad temible y repelente, había escrito en los años ’30 otra distopía mucho menos obvia que la de Orwell, llamada Brave New World. En la sociedad de Huxley, la gente no teme al gobierno totalitario que tiene el poder sobre el mundo entero: lo ama. Es un sistema político eminentemente científico que se fundamenta en el mantenimiento controlado mas indetenible del progreso, es como si el sistema métrico pudiese ser llevado a la ciencia política. Es tal el nivel de perfección de la sociedad, que Huxley ubica a mediados del siglo XXVI, que se hace difícil distinguir si lo que el autor quiso hacer fue una utopía o una distopía, si no fuera por la presencia del personaje protagonista John «el Salvaje», quien nos recuerda la sutil diferencia entre la libertad a la que él está acostumbrado y la felicidad absoluta del «valiente nuevo mundo».
Se inicia la historia con un repaso del modo de vida del falso protagonista, Bernard Marx, quien es un engranaje suelto del sistema: se niega a participar en el sinfín de actividades sociales, cuestiona el consumo constante de drogas, evita la compañía de mujeres «neumáticas» (que es el término utilizado), tiene un interés anormal sobre lo que está fuera del control del Estado mundial, asusta a sus colegas y compañeros al hablar de libertad y de belleza, etc. Eventualmente, Bernard, quien es psicólogo parte de la casta más alta de la sociedad, logra viajar a la Reserva Salvaje (lugar en donde aún existe gente en libertad debido a que el Estado no encuentra utilidad en desarrollar esa zona) y conoce al Salvaje, hijo de una exiliada y, por tanto, conocedor del modo de vida de ambas dimensiones. El Salvaje es llevado de vuelta a Inglaterra para ser investigado y Bernard es aclamado por sus colegas. En este punto, el Salvaje se convierte en el protagonista de Brave New World y comienza a descubrir el sistema de vida que llevaba la gente civilizada, sistema al que él no quiere sumarse: él quiere amar y no sencillamente satisfacer necesidades sexuales, él quiere llorar la muerte de su madre sin que lo juzguen como loco… Eventualmente, Bernard, el Salvaje y un amigo y cómplice de Marx llamado Helmholtz Watson, son llevados ante el Controlador Mundial de Europa Occidental (Mustapha Mond), quien les explica las razones del sistema, su historia y su funcionamiento, y, sobre todo, sus ventajas; en esa conversación se revelan los temas centrales de la novela y los mensajes de Huxley: la felicidad versus la estabilidad, el control de la población para evitar su eventual extinción, la sustitución de Dios por Henry Ford, etc. La historia concluye con el exilio de Marx, Watson y el Salvaje a Islandia, donde eran enviados los especímenes que criticaban al sistema, no para ser castigados, sino simplemente alejados del resto de la sociedad que tanto odiaban.
Luego de este brevísimo resumen, se me hace tanto necesario revisar cada uno de los elementos que hacen de esta distopía un aviso a tener en cuenta, sobre todo hoy, setenta y ocho años después, cuando el avance científico nos acerca cada vez más al año 632 d.F.
Sistema de castas
En la sociedad científica de Brave New World existe un cuidadoso sistema de castas que define qué hará cada individuo con su vida y por la sociedad. Va desde Alfa hasta Épsilon (Alfa siendo el mayor y Épsilon el menor estrato social) y cada casta está dividida en Plus y Minus, dependiendo de las capacidades de cada ser humano. Lo genial de este sistema de castas totalmente tecnológico es que la posición social no está dividida en absoluto por el poder económico o político sino por las capacidades físicas y mentales de cada individuo y la ventaja comparativa de colocarlo en ésta o aquélla casta: los más inteligentes irán a la casta Alfa y trabajarán como profesores, psicólogos, científicos; los más fuertes estarán predestinados a castas más bajas para hacer trabajos duros; y los que no cuenten con cualidades particularmente ventajosas pertenecerán a la casta Épsilon para encargarse de las labores más viles.
A simple vista es criticable por el argumento de que no es culpa de nadie nacer como uno nace. Huxley resuelve esto nuevamente gracias a la tecnología. En Brave New World la gente no nace, no existen padres ni madres (de hecho, la mera noción de padres y madres produce asco inmediato) sino que la gente es cosechada en instituciones del Estado, y es en estas instalaciones en donde se predefine la casta a la que pertenecerá cada espécimen basándose en las leyes de la oferta y de la demanda y mediante la modificación genética de los embriones. Cuando es necesaria la presencia de una élite intelectual, el Estado dejará crecer a los embriones de manera sana y suministrando vitaminas y demás nutrientes para su perfecto desarrollo mental y físico; en cambio, si la sociedad necesita barrenderos, el Estado envenenará a los embriones con inyecciones sistemáticas de alcohol y otras toxinas para afectar de manera deliberada su buen desarrollo. Es tal el descaro de Brave New World y la lúcida previsión de Huxley, que la clonación es usada para crear masas idénticas de castas bajas mediante un proceso de multiplicación de embriones llamado Bokanovsky.
Ya luego del nacimiento de los individuos y de su respectivo condicionamiento (de lo que hablaré infra), los individuos de cada casta son diferenciados en las calles por el color de ropa que usan y tratan de no congeniar con gente fuera de su casta, cosa que hacen automáticamente gracias al condicionamiento al que fueron sometidos (incluso los Alfa-Plus) desde su nacimiento.
Hipnopedia
Otra inserción que hace Huxley que va de la mano del sistema de castas y del condicionamiento conductual es la hipnopedia. Se trata de un método revolucionario de enseñanza basado en el psicoanálisis de Freud (quien, por cierto, es otro prócer de la sociedad en Brave New World junto con Ford) mediante el cual se le inculca a los niños los valores del Estado a través de sesiones diarias de cientos de repeticiones constantes de frases pegajosas durante las primeras etapas de un sueño inducido. Gracias a la hipnopedia, nos encontramos con docenas de diálogos perfectamente operativos y neumáticos en Brave New World que no son más que repeticiones de las enseñanzas hipnopédicas que recibieron cuando niños, cosas como «menos mal que no soy una Gamma», o «no jugaré con niños vestidos de verde, los niños vestidos de verde son sucios y feos», o «¡qué espantoso es el color caqui!», o «todo el mundo es feliz en estos días», o, quizá la más importante de todas, «todos pertenecen a todos los demás». Lo peor del asunto es que estos métodos inhumanos y mecánicos no son secretos de Estado: todo el mundo los conoce y los acepta como necesarios, es más, los consideran una bendición de «nuestro Ford» y no los cambiarían por nada, ni siquiera por la libertad absoluta, que no es más que un concepto irrisorio, obsoleto y desfasado. No es por nada que el lema del Estado mundial sea «Comunidad, Identidad, Estabilidad».
Junto con la hipnopedia, el condicionamiento (el mismo que descubrió Pavlov con sus perros) es vital para la sociedad de Huxley. Los niños son entrenados para ser insensibles ante la muerte (que es una de las penas del Salvaje hacia el final del libro), para odiar la soledad, para depender psicológicamente de la droga soma, para amar a la sociedad, para entender su lugar en el sistema de castas, para tener relaciones sexuales lo más frecuente y promiscuamente posible, etc. En Brave New World Revisited, que fue escrito décadas después, Huxley explica detalladamente las razones de por qué eligió ciertos avances científicos como vitales para el control social, como los experimentos de Pavlov y de Freud, y concluye que la psicología aplicada es el arma más fundamental para un dictador científico: el correcto uso de la propaganda, por ejemplo, es importante para cualquier totalitarismo, pero sumando a eso la utilización de mensajes subliminales comprensibles únicamente por el subconsciente tal y como lo definió Freud hacen de la psicología un elemento peligroso en los tiempos contemporáneos.
Fordismo
En la conversación que tiene el Salvaje con Mustapha Mond, la existencia de Dios es cuestionada. Mond asegura de plano que es muy probable que, en efecto, exista un Dios pero, ante la pregunta del Salvaje sobre cómo éste se manifestaría entonces, el Controlador Mundial responde:
«Bueno, se manifiesta a través de la ausencia; como si no estuviese allí en absoluto. […] Dios no es compatible con la maquinaria y la medicina científica y la felicidad universal. Debes tomar tu decisión. Nuestra civilización ha escogido la maquinaria y la medicina y la felicidad. Por eso tengo que mantener estos libros [se refiere a la Biblia y otros textos religiosos] guardados en la caja fuerte»
Huxley encontró un sustituto ideal de Dios en Henry Ford por la invención de la cadena de montaje, tecnología que trajo al mundo la posibilidad de la creación masiva de productos y de la masificación de los bienes. Ford es fuente directa del consumismo, del utilitarismo y un acérrimo representante del capitalismo y de la «Gran Empresa» (como la llamaba Huxley), cosas que un anarquista como él veía como perjudiciales.
Al colocar a Ford en la posición de demiurgo, el Estado promueve la masificación social y justifica espiritualmente la producción en cadena de individuos Bokanovsky, además de la compra descontrolada de bienes que el Estado necesita que se vendan. La diferenciación que haría Huxley en Brave New World Revisited entre «Gran Empresa» y «Gran Gobierno» no existe en su sociedad distópica pues ha sido unificada bajo el signo de la T, bajo los calendarios d.F., y bajo la magnífica obra de la cadena de montaje.
Hedonismo
«Mientras las libertades políticas y económicas disminuyen, la libertad sexual tiende a crecer proporcionalmente. Y el dictador (a menos que necesite carne de cañón y familias con las que colonizar territorios vacíos o conquistados) hará bien en fomentar dicha libertad», dice Huxley en el prefacio a Brave New World cuando trata de explicar el porqué colocó tanta sexualidad en su distopía, que fue una de las principales críticas que se le hicieron y la razón por la que fue censurada en un principio. La sexualidad es vital y constante y, sin embargo, no es posible concebir en la sociedad de Huxley, ¿por qué? Los únicos individuos que no pueden reproducirse son los que han sido creados mediante el proceso Bokanovsky, pero el resto de las castas sí son fértiles; pero Huxley, en un arranque de lucidez envidiable y adelantadísimo, concibió la idea de los métodos anticonceptivos como la píldora, cosa que no se inventaría sino hasta medio siglo después, y los colocó en su sociedad distópica en la figura de los cinturones malthusianos, pieza vital de la ropa de los ciudadanos que, gracias al condicionamiento, salir sin ella es como salir en ropa íntima.
La sociedad de Huxley es una que se rige por el placer y la comodidad, debido a que la felicidad, desde un punto de vista práctico y utilitario, no es sino la satisfacción de todas las necesidades, incluyendo las suntuarias. A diferencia de 1984, Huxley ve absurda la represión corporal en una sociedad totalitaria futurista (y es algo que le critica duramente a Orwell en numerosas cartas), cuando es mucho más fácil, duradera y estable la política de panem et circenses que mantener un régimen violento que eventualmente hará implosión por sus propios vicios y por sus propios ciudadanos. La pregunta que se hace el autor para responder a la cuestión política primitiva de Maquiavelo es ¿no es más fácil y mucho más ventajoso hacer que el pueblo ame a sus gobernantes que mantenerlos atados con miedo? Nadie se rebelará en contra de un sistema que ama, mucho menos si no tienen ninguna otra opción más que amarlo (allí entra la modificación genética, la hipnopedia y el condicionamiento). Y, por lo tanto, el mensaje de Huxley es: miren con cuidado hacia dónde nos dirigimos, no hacia una dictadura tipo soviética sino hacia una libertad tipo americana en la que dependemos de los medios de comunicación (propaganda), los bienes de consumo (soma), la libertad intocable, el culto al progreso (fordismo), el avance descontrolado de la ciencia (hipnopedia, psiquiatría aplicada, control genético, sistema de castas), etc. Sin embargo, a juzgar por la propia vida de Huxley, el mensaje se ve tergiversado.
A pesar de su grave enfermedad visual, Huxley fue una figura popular en su época. Era conocido por sus arrebatos sexuales con sus esposas y por su experimentación y defensa de las drogas psicodélicas como un método inexpugnable para lograr la espiritualidad e incluso conversar con Dios. La droga hipotética soma, que es consumida por raciones cada vez que alguien se siente estresado o triste o deprimido («recuerda, un centímetro cúbico cura diez tristes sentimientos», «un gramo a tiempo salva nueve»), evita cualquier tipo de peligrosa infelicidad y entierra al individuo en una relajación profunda y alegre: es tanto un estimulante de la mente y del cuerpo, como un tranquilizante, como un alucinógeno, como un acrecentador de sugestionabilidad, como «un creador de euforia y de felicidad negativa que sigue a la liberación de ansiedad y tensión». Esto es útil por dos razones: en primer lugar, cualquier leve sentimiento de rebelión o descontento es suprimido por lo que Huxley llama «persuasión química»; en segundo lugar, nadie se rebelaría en contra de un Estado que suministra dicha droga (a la que se es psicológicamente adicto por el condicionamiento hipnopédico tipo Pavlov, pero que no genera daños fisiológicos en absoluto) por temor a perder completamente y para siempre todas las raciones de felicidad, que se desean y de las que se dependen.
En Brave New World Revisited, Huxley habla de la persuasión química y de la droga soma. Revela que ésta fue modelada en base a un conjunto de drogas que él considera «fisiológicamente baratas», es decir, que producen efectos considerables causando la menor cantidad de daño posible al organismo; estas drogas son la marihuana, el peyote («de acuerdo a la mejor evidencia médica y antropológica, el peyote es muchísimo menos dañino que la ginebra o el whisky del Hombre Blanco»), el deanol y, sobre todo, la dietilamida de ácido lisérgico, mejor conocida como LSD-25, la droga favorita de Huxley y a la que dedica su mística en The Doors of Perception. Sobre el LSD, Huxley escribe en Brave New World Revisited:
«En el LSD-25 […], los farmacólogos han creado recientemente otro aspecto del soma–un mejorador de la percepción y productor de visiones que es, fisiológicamente hablando, casi carente de costo. Esta droga extraordinaria, que es efectiva en dosis tan bajas como cincuenta o incluso veinticinco millonésimas de gramo, tiene el poder (como el peyote) de transportar a la gente a otro mundo. En la mayoría de los casos, el otro mundo al cual el LSD-25 da acceso es celestial; alternativamente puede ser un purgatorio o infernal. Pero, positiva o negativa, la experiencia del ácido lisérgico es percibida por casi todos los que la usan como profundamente significativa e iluminadora. En todo caso, el hecho de que las mentes puedan ser cambiadas tan radicalmente a un costo tan bajo para el cuerpo es totalmente sorprendente»
No obstante, reconoce que drogas como los opiáceos y la cocaína son terriblemente nocivas y constituyen un elemento perjudicial para la sociedad; estas drogas funcionarían en regímenes represivos en que las prohibiciones sacaran a flote drogas desesperadas que el Estado ha considerado como inútiles y amenazantes (que no es muy distinto de lo que ha ocurrido en los últimos siglos: la prohibición de drogas fisiológicamente baratas como la cannabis ha fomentado la creación de la cocaína y de la heroína, igualmente prohibidas pero notablemente más perjudiciales, y, más aun, ha logrado la legalización de drogas fisiológicamente caras como la nicotina y la morfina, en dosis prescritas).
Según Huxley, el uso y la disponibilidad de drogas de toda índole es un arma fundamental. Desde un principio admite que una droga tan holística como el soma es improbable, pero propone un sistema práctico para que un dictador controle a su población mediante la modificación química de sus cerebros. En tiempos de crisis, un dictador fomentará la producción, distribución y consumo de drogas estimulantes; entre crisis, lo hará con tranquilizantes y alucinógenos.
La cuestión central: Libertad vs. Felicidad
La reflexión a la que lleva Brave New World es simple: ¿preferirías ser feliz, o preferirías ser libre? Mustapha Mond le explica al Salvaje en los últimos capítulos de la novela que «la estabilidad no es ni de cerca tan espectacular como la inestabilidad […] La felicidad nunca es grandiosa», cosa que no agrada al Salvaje, quien responde con una de las frases más perspicaces y memorables del libro (análoga a la famosa imagen de 1984 de una bota pisando una y otra vez la cara de un hombre, pero desde el punto de vista de una sociedad terriblemente feliz y odiosa de la libertad), pero que dejaré para el final. El Controlador Mundial no puede sino decir «de hecho […], estás reclamando el derecho a ser infeliz».
La Historia ha demostrado que la felicidad no puede ir de la mano de la libertad, sino que sólo puede ser acompañada por el progreso. Una visión utilitarista del bien y del mal nos lleva inexorablemente hasta la sociedad que ha reflejado Huxley, en donde las cosas buenas son aquéllas que satisfacen necesidades… que son útiles. La utilidad es la cualidad que tienen las cosas de producir bien. El «bien» es la satisfacción de una necesidad. Filosóficamente, no puede haber mayor o menor medida de «útil» tanto como no puede haber mejores ni peores «bienes», porque si un bien no es tan bueno como otro, aquél no es bueno en absoluto.
El progreso es necesario para aumentar nuestra felicidad, pero el avance tecnológico cada vez nos esclaviza más a los bienes que consumimos porque la ciencia ya no es pura sino exclusivamente aplicada. Lo que se imagina Huxley en su pesadilla futurista es, ¿qué pasaría si alguien, una sola persona, controlara todos los avances tecnológicos y, así, todos los bienes que consumimos? Es curiosa la paradoja a la que nos enfrentamos luego de la primera década del siglo XXI, en el año 147 d.F., en el que debemos decidir entre progresar o estancarnos, entre ser felices o ser libres. Pero para poder progresar hay que pagar proporcionalmente los costos humanos, sociales y psicológicos; no es casualidad que, antes de ser mariposas, los gusanos se encierren en crisálidas.
Creímos haber resuelto nuestros problemas con la democracia, pero no podemos estar más equivocados. Séneca decía que «la prueba de lo peor es la muchedumbre» y que la intolerancia (que no la tolerancia), la uniformidad de pensamiento y la deshumanización del libre albedrío «es el resultado de todo juicio que se falla por el voto de la mayoría». La democracia es un sistema de autogobierno absolutamente intolerante porque, por su propia definición, la única disidencia que puede existir es aquélla que no quiere la democracia, y esta oposición teórica es exterminada de plano (no censurada ni silenciada: exterminada) en aras del contrato social, de la paz, de la Constitución e, irónicamente, de la tolerancia.
Los hombres son seres inteligentes porque tienen razón y libertad; somos racionales porque somos libres, y somos libres porque somos racionales. De estos dos dones, sólo la razón no se nos puede ser arrebatada y sólo la libertad amerita ser protegida. En el actual estado de las cosas, la sociedad científica sería mi sueño (la aristocracia, el sistema de castas, el libertinaje…); en un estado ideal, yo me inclinaría por lo que dijo el Salvaje: «Yo no quiero comodidad. Yo quiero a Dios, yo quiero poesía, yo quiero peligro verdadero, yo quiero libertad, yo quiero bondad. Yo quiero pecado».
11 de agosto de 2010
No hay que dejar de mencionar que «Un mundo feliz» es una versión o, si se quiere, un perfeccionamiento de «La República» de platónica (cosa que no he sabido que haya admitido Huxley, quizá porque supone que todos lo saben): la división de la sociedad en castas, la ausencia de propiedad, la crianza de los niños por parte de las autoridades. No es por nada que Popper bautizara a Platón com oel padre del totalitarismo.
Sin querer menospreciar el magnífico análisis que haces de la novela, quisiera acotar dos puntos: Primero, la distopía huxleyiana no parece regirse precisamente por la ley de oferta y demanda pues está totalmente planificada (y petrificada). El aumento en la cosecha de trabajadores se debe principalmente a catástrofes naturales que alteran el balance (alguien comenta como un chiste que pasaron «trabajo» cuando un terremoto mató a un gentió). Y segundo, lo más cercano a una política económica que se menciona en el texto viene a ser el keynesianismo, cuando se menciona que podrían producirse gracias a la técnica más alimentos con menos trabajadores, pero que no se hacía así para no dejar sin trabajo a tanta gente (aunque esto lo decían también los emperadores romanos respecto a los esclavos). Saludos.
Buen escrito. Vale la pena hacer un par de acotaciones: (escribo en PC sin acentos) La inspiracion directa de 1984 de Orwell es una novela poco conocida de un ruso llamado Eugene Ziamatine, «nosotros, los otros». El paralelo es obvio, aunque menos tecnologico: para Ziamatine los sujetos viven en edificios de cristal desde donde los vigila la policia, no desde el televisor de 1984.
La otra es que unos cientificos acaban de avanzar una teoria psicologica segun la cual el dinero *impide* la felicidad, porque aumenta los umbrales de satisfaccion:
Why Money Makes You Unhappy
Money is surprisingly bad at making us happy. Once we escape the trap of poverty, levels of wealth have an extremely modest impact on levels of happiness, especially in developed countries. Even worse, it appears that the richest nation in history – 21st century America – is slowly getting less pleased with life. (Or as the economists behind this recent analysis concluded: “In the United States, the [psychological] well-being of successive birth-cohorts has gradually fallen through time.”)
Read More http://www.wired.com/wiredscience/2010/07/happiness-and-money-2/#ixzz0unBXUsSC
Saludos
Les copio un tweetcito allí, nuevo libro distópico en la lista de los Best Sellers del NY Times:
#librodeldia La distopia futurista SUPER SAD TRUE LOVE STORY, ambientada en la guerra entre los USA… ¡Y Venezuela! http://li.co.ve/bMu
Sit me that cucaracha, pliz