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Prince of Persia: Arenas del Tiempo

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Imperio Chino


Hoy me invitaron a almorzar en el restaurante «El Chef Chino» en El Bosque. Mientras le daba una segunda oportunidad en mi vida al tofu, un señor gordo -y loudtalker– llamó al mesonero. Tenía un niño de esos que son tan energéticos que en instantes pasan de ser adorables a asesinables. Le dijo al mesonero que su hijo quería saber «lo que era un chino». Le pedía al hijo su atención y le señalaba vulgarmente al camarero explicándole que «tienen los ojos así».
Aunque encontré el resto de la comida deliciosa, mi relación con el tofu no mejoró, y si no hubiese sido una ofensa para mi host y para la cultura asiática, hubiese tenido la excusa perfecta para escupirle el tofu en la cara al maldito cerdo de al lado. Esto también es chino, cabrón.

Imperio Persa

Tan solo un día antes (si prestaron atención, me refiero a ayer) fui al cine a ver la película Prince of Persia: Sands of Time, basado en el videojuego del mismo nombre. Dastan es el hijo adoptado del rey del imperio persa y deberá probar su inocencia cuando lo incriminan en un terrible asesinato. Su única posesión de valor restante será una daga con el poder de retroceder el tiempo por un minuto, y todos los personajes posibles querrán hacerse de ella.  Ellos, además, muy interesantes! No, esperen, lo opuesto…aburridos!

Es una lástima que nombres como los de Jake Gyllenhaal, Ben Kingsley y Alfred Molina no hayan podido salvar a esta. Casi todo parece estar mal. Las costuras se le salen por todos lados: un guión flojísimo lleno de clichés, estereotipos y lineas trilladas  que convierten a la pieza en algo totalmente predecible desde el principio; una héroe simplón, una princesa FAS-TI-DIO-SA, efectos especiales pobremente resueltos, errores de continuidad a granel, secuencias de acción y peleas poco interesantes; música…adecuada.

Podría continuar, pero lo más grave de todo es como la industria se molesta en invertir millones en un elenco de alto calibre y una ejecución visual tan «espectacular»,  siendo tan negligentes con el respeto a la historia de una región tan vasta.  Nada nuevo, pero algo que me late como poco conveniente en tiempos de tantos conflictos en los que el etnocentrismo norteamericano ha sido una pieza fundamental para los problemas culturales como consecuencia de la incomprensión.

Todos los actores principales fácilmente podrían venir de Chicago, o Nueva York;  y no hay maquillaje que pueda convencernos de lo contrario. El esfuerzo por introducirte al contexto se limita a la puesta en escena, lo demás parece como accesorio. Hasta ciertas tradiciones persas,  para mí, que sé apenas lo necesario de historia universal, parecen bastante inventadas y fuera de su tiempo.
No tengo nada bueno que decir de esto. Ni siquiera me parece entretenida.
Cuatro guionistas, repito, CUATRO guionistas y $200 millones sirvieron para muy poco.
Este es el Hollywood que hemos venido destrozando y rogando que desaparezca de la faz de la tierra.

El gordo que se atiborra  de costillitas de cerdo y señala a sus semejantes buscando subrayar lo que lo pueda convertir en desiguales.

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