Érase una vez la depresión de los treinta. El capitalismo había sufrido su primera crisis estructural de legitimidad, al pasar de los años de gloria y bonanza a los tiempos de desconfianza y miseria.
A partir de entonces, la realidad, dentro y fuera de la pantalla grande, nunca fue la misma. El cine cambió su agenda y debió responder a la altura de las circunstancias, algunas veces desde la vanguardia, en otras según los postulados de la retaguardia.
Con carácter de suma urgencia, los estudios se volcaron a la explotación de la técnica sonora, como una forma de garantizar la supervivencia industrial, según el punto de vista de Román Gubern. Además cerraron filas alrededor de una serie de vacas lecheras y gallinas de los huevos de oro, a fin de contener la estampida de su rebaño de mansos corderos. Pero el público igual, seguía enojado.
Ello provocó la respuesta inmediata de la cultura populista del entretenimiento, en el sentido de abordar los temas tabú de la agenda de emergencia, pero a la luz de sus recetas demagógicas de pan,circo y happy ending. De tal manera, al parecer de José Enrique Monterde de Cahiers Du Cinema, Hollywood abraza el origen y las consecuencias del «crack del 29 en imágenes», al minimizar sus causas y engrandecer su destino manifiesto. En palabras de él: «se trataba, pues, de edulcorar la actitud de las entidades financieras y de movilizar a las clases medias en la idea de una empresa común».
Entonces, el reino de la hipocresia y de la responsabilidad social se imponían como constantes audiovisuales de la época. Paradójicamente, visibilizar el estado de las cosas, le reportará suficientes beneficios a la meca, para ir saliendo de su atolladero económico.
Décadas después, en el marco del derrumbe de la bolsa entre 2008 y 2009, la historia vuelve a repetirse, para bien y para mal.En lo positivo, porque el caos y la incertidumbre conseguirán una traducción inmediata en el lenguaje de los cuadros por segundo. En negativo, pues los pobres seguirán amortiguando los delitos, las faltas y las culpas compartidas de la clase dirigente, de la élite de estafadores de cuello blanco, en una operación de desfalco ya estudiada, con pelos y señales, por libros, documentales y ensayos como el último de Mario Szichman(El Imperio Insaciable:Apuntes para Entender el Capitalismo Salvaje).A propósito, los dejo con una cita extraída del texto del mencionado autor:
«Aunque la crisis financiera venía fermentando en Estados Unidos desde hacía algunos años, entró en ebullición con la quiebra de la banca de inversiones Lehman Brothers y con la venta de la casa de corretaje Merrill Lynch al Bank of America, a raíz del desplome del mercado inmobiliario. El 15 de septiembre de 2008,Lehman Brothers se acogió al Capítulo 11 de la Ley de Quiebras.Fue la bancarrota más grande en la historia de Estados Unidos».
No por casualidad, «Mi Villano Favorito» no es sólo una sátira contra la avaricia del siglo XXI, sino sobre todo una comedia negrísima y cruel donde el protagonista maquiavélico, para poder concretar sus planes de conquista del universo, pedirá un crédito al banco del mal, antigua sucursal del infierno de «Los Lehman Brothers».Y no lo digo en broma. Es uno de los cientos de chistes demoledores explícitos e implícitos en el guión de la cinta.
Naturalmente, el libreto redunda en la materia, para narrar y justificar la redención del codicioso personaje, una mezcla de la típicia caricatura antisemita del eterno judío pesetero con un toque del Señor Scrooge, en la versión vampírica y expresionista de Robert Zemeckis inspirada de lleno en el clásico «Nosferatu» y en la fábula moral de Dickens.
Ambas coinciden en la cartelera, con ligeros meses de diferencia, para proponer ideas análogas y similares en la construcción de una vía alterna para el sistema neoliberal. El único problema es el de siempre: las dos cumplen con exponer el diagnóstico de sálvense quien pueda, aunque fallan al encontrarle y buscarle una solución en el campo de lo estrictamente personal, individual y sentimental.
El egoismo, la soledad, el materialismo histérico y la ausencia de escrúpulos serían las carencias y asuntos por remediar y controlar, en orden de humanizar a los dueños del monopolio y a las leyes del mercado de consumo.»Mi Villano Favorito» acierta al ridiculizar a los íconos corporativos de la tecnocracia global. Aquí atisbamos las sombras de Steve Jobs, Bill Gates y los herederos de su burbuja de éxito, rodeados por un ejercito de obreros uniformados de pies a cabeza, al servicio de los designios del jerarca de turno, en una feroz e implacable deconstrucción de la compañía y de la empresa privada posmoderna.
Nada por objetar en el diseño del humor lacerante como vehículo de la lectura impacable de los realizadores. La animación es acertada y se empeña por escapar de los moldes rígidos de la Disney, Dreamworks y Pixar. Irónicamente, se les quiere emular,superar y transgredir.Por tanto, la competencia por el mayor pedazo de la torta, continúa abierta, a pesar de los designios de los directores, por cambiar al mundo. Detrás, los intereses de la Universal pican y extienden, luego de aprender de la experiencia de la década de oro de «Drácula» y «Frankestein», cuando el terror pop también los sacó a flote del abismo creativo y monetario.
Aun así, marcamos distancia con el trasfondo y con el predecible desenlace, al calor de un discurso proteccionista y paternalista de adopción de la infancia desvalida, como si la tesis filantóprica de Angelina Jolie tuviese razón y vigencia, más allá del bochorno y la verguenza ajena por su reforzamiento de caducas teorías neocoloniales de evangelio new age, en plan de concierto benéfico de Bono, Al Gore y Leonardo Di Caprio, para recaudar fondos por los niños de África.
Corrección política en clave de mea culpa, equivalente a los sonsos alegatos y discursos «concienciados» de Michel Moore y Oliver Stone en su segunda parte de «Wall Steet». Puro marxismo light tipo Mickey Mouse y «Monsters INC».
Es la fantasía y el fetiche de los integrados:domesticar a su disidencia,a su resistencia,a los apocalípticos,a los rufianes de la partida.
Mejor me quedo con la aproximación de Charles Ferguson en «Inside Job» o de Michael Winterbottom en «La Doctrina de Shock», capaces de señalar a los verdaderos responsables del fracaso y del fiasco, al margen de los típicos compromisos con la fábrica de azúcar en masa, con la ética indolora y con los cómplices del délito.
Por algo,el emporio de «Universal Studios» es un apéndice de General Electric y Vivendi SA.
«Mi Villano Favorito» es su fachada para sentirse a gusto y ganarse la aprobación de su audiencia, de su prole. Y encima, obtienen reeditos de la apuesta, de la jugada. Mientras, el periodismo banal celebrará y apludirá a rabiar en radio y televisión, cual nómina de empleados lobotomizados y programados en serie.
Por consiguiente, lo dicho: rebelarse vende.
Gru el gruñón lo sabe.
Sin embargo,le rescatamos su toque de locura(medio gay), su brillante alegoría de reconciliación con la otredad, de lo viejo con lo nuevo.
Un precepto intergeneracional cónsono con la óptica de «Up» y «Gran Torino».Ni hablar de su brillante metáfora literaria, donde el cine se mira en el espejo de los relatos de ficción para chicos y viceversa, con el propósito de abrigar esperanza para sus futuros compartidos y paralelos.Recuerden el metamensaje de «Toy Story 3».