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Estreno de Zamora:una Telenovela Personal

Penúltimo Capítulo: El Insomnio del Chavismo
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Los Cubanos hablan con orgullo del sincretismo de la cultura afrocubana, pero la etiqueta también se aplica a la institucionalizada revolución socialista de Fidel. También ésta es sincrética.Ha sabido conservar el poder y llegar a la última generación de cubanos,cada vez más apática.El pragmático castrismo ha combinado el cristianismo(por ejemplo el best seller Fidel y la Religión) con el aura nacionalista de Martí y la religiosidad que arrastra.Y, limitándose a señalar con el dedo las amenazas y acosos de Estados Unidos, el régimen ha contenido en parte la inquietud de la creciente juventud cubana, orientando hacia el exterior el foco de la disconformidad.Para reforzarse, ha absorbido además-aunque fundamentalmente mediante la arenga-el legado del Che Guevara,símbolo máximo de la rebeldía juvenil.

Jon Lee Anderson: Diario de la Habana, Los Años de la Peste

El fantasma del Doctor vuelve a aparecer en la escena. Lleva consigo un par de ojeras y un comentario sardónico entre labios: “tu película de ñoña es la cura perfecta para el insomnio”.

De inmediato se recuesta sobre el respaldar del asiento y se lanza un camarón de diez minutos. Al despertarse se voltea como “El Exorcista” y me afirma: “estoy poseído por el espíritu de Zamora, su cuñado, el Catire Páez y Monagas.No me dejan dormir en paz”. Al rato, le entiendo el chiste malo y sigo viendo para adelante.

Las situaciones se encadenan como ráfagas de metralla al aire, como balas perdidas en el horizonte de la calle Carabobo de Cotiza.
Zamora tiene contrapunteos en el llano y Luis Britto García le impone el yugo de expresarse como el Carrao del Palmarito. El Presidente sonríe y aplaude. Por educación, sus funcionarios le replican el gesto.
Zamora colea reses, conversa con los negros, pelea con los oligarcas, comparte asados con el Catire Páez a golpe de joropo, entrega al Catire Páez en medio de un numerito “choronga” y solemne, lo encarcelan, lo persiguen, lo adoctrinan en las artes del marxismo y del ocultismo, lo rodean las huestes de los círculos del terror, lo coronan, lo consagran en la batalla de Santa Inés, lo matan al lado de Guzmán Blanco y lo vuelven a resucitar con los bramidos épicos del desenlace, cuando la lanza del principio cae en manos de sus herederos legítimos e ilegítimos.Happy ending.

En menos de dos horas y pico, la cadena de adulteraciones y fantasías me hace entrar en estado de shock y ya no puedo distinguir entre la realidad, la ficción y la burda tergiversación. Me encuentro desahuciado, confundido, amargado y con ganas de salir corriendo a Maiquetía para montarme en el primer vuelo, fuera de aquí, del infierno de la Quinta República de la boliburguesía.
Como al Doctor, me acaba de entrar el alma de mis ancestros conservadores, capitalistas, errantes y nómadas, condenados a vagar en el exilio durante años, después de enriquecerse y saquear las arcas del país.

Yo provengo de ahí, del árbol genealógico de crímenes y corruptelas de la dinastía Gómez, un arquetipo de la clásica familia mantuana de Caracas,arribista y sin escrúpulos, nacida en la miseria y la ignorancia, reformada a punta de billete, distinción y un gran barniz de cultura.
Quizás de ahí me viene el gusto innato por el cine. De hecho, los Gómez también tuvieron su equivalente a la Villa del Cine y les fascinaba filmarse con el invento de los Hermanos Lumiere. Algo de ello se puede atisbar y padecer todavía en el documental de Manuel de Pedro, “Juan Vicente Gómez y su Época”, radiografía de aquellos tortuosos momentos donde mis sanguinarios abuelos y tatarabuelos mandaban sobre el país con puño de hierro, a lo Stalin.

Por eso, el arribismo acomplejado de la casta de los Chávez no me resulta tan ajeno. Ellos son los Gómez de mi época y de igual manera, gozan un pullero al verse reflejados en la pantalla, bajo la compañía de su clase alta de recién vestidos y adulantes.
Ellos administran la hacienda Venezuela, como en su instante lo hicieron los Gómez, los Monagas, los Zamora, los Bolívar, los Páez, los Cisneros, los Betancourt, los Pérez, los Lusinchi, los Herrera Campins y los Caldera, apellidos forjados en la rapiña y en el desfalco del tesoro público.
También huyeron por la derecha, cuando la situación se puso color de hormiga.

Reunido con el historiador Guillermo Morón, sacamos la cuenta y nos desahogamos de la risa. Todos venimos del mismo tronco, todos caeremos igual.
Por ello, descubro ciertos indicios de lucidez en el desarrollo de “Zamora, La Película”, cuando se plantea el derrumbe del mito, por culpa de las contradicciones internas de su insostenible utopía de resentimiento, venganza y guerra civil.

A lo mejor, la idea de Luis Britto apunta por allí, a despejarle el camino al Comandante a través de una metáfora, de un espejo en donde admirar su propia debacle para conjurarla, para evitarla. Sin embargo, es demasiado tarde, el daño y la hemorragia son incontenibles. La nación se desangra a paso de vencedores, en un reflejo apocalíptico y siniestro del siglo XIX.

Por destapar la caja de Pandora,el teniente luce condenado por la maldición de sus padres fundadores,a repetir la historia de la independencia traicionada por manos de sus gestores.

Con Enrique Viloria Vera, discuto del marxismo de Zamora y de su condición de timonel de la liberación de esclavos en el pasado. Y en ambos casos, la teoría falla y abusa del embuste, junto con la película.

Según Morón, Zamora no sólo fue un capitalista empedernido sino “un negrero” de lo más hipócrita, codicioso y usurero, al punto de cobrar, hasta el último centavo,las indemnizaciones por concepto de la entrega de sus vasallos “afrodescendientes” al estado.
Incluso, exigió dinero por la liberación de un menor de edad, cuando los niños no representaban un valor de cambio en el mercado de la trata de personas. Aun así, la película prefiere retratarlo como un redentor de los pueblos oprimidos, como un héroe de la revolución agraria, como un luchador por la tierra y los hombres libres, como nuestro Emiliano Zapata. Pero nada menos cierto.Verbigracia, atiendan al llamado de Enrique Viloria:

“Así comienza la llamada revolución de 1846 que según los estudiosos de la misma tuvo más bien su génesis en la frustración política derivada de las manipuladas elecciones del 46, y no tanto en profundas razones ideológicas de corte agrarista a lo Emiliano Zapata”.

En efecto, la película dibuja a grandes rasgos la detención de Zamora al instante de concurrir como elector, para luego ser encarcelado, indultado y elevado a las cumbres del panteón nacional. Su escena, por coincidencia, recuerda las inhabilitaciones de los candidatos políticos de la oposición, antes de su participación en los comicios de Alcaldes y Gobernadores. Si prestan atención, la cinta se disfruta al límite de un falso documental sobre el presente, al estilo de “FANtasmo” y “Los Guardianes de Chávez”.

No en balde, Luis Britto es recatado y burgués a la hora de describir a las tropas sanguinarias del caudillo, encabezadas por el cuatrero Martín Espinoza, reciclado de una obra maestra de Glauber Rocha como “Antonio de las Muertes”. El detalle no pasó inadvertido para el discurso del Oeste, pergeñado por nuestro querido, José Roberto Duque:

«Por cierto, no es casual en lo absoluto que los personajes mejor logrados de la película, y en general de toda la cinematografía nacional, son aquellos bichos afectados y tal: la clase media es súper efectiva para narrarse a sí misma. Guzmán Blanco y Juan Crisóstomo Falcón están bien dibujados ahí. Obvio: Chalbaud les conoce el alma a los bichos de su clase y visión del mundo. Él sabe cómo dibujarlos. Obvio también que Martín Espinoza haya quedado como una caricatura.»

¿Caricatura de quién y de quiénes? Pues de “Los Guardianes de Chávez” al sur de la frontera. Hoy sus normas de “Azotes de Barrio” rigen y entran en vigor a partir del toque de queda(institucionalizado).
Mientras tanto, la jerarquía ríe, cual Andrés Izarra, en la gran marcha de su perdición audiovisual. A nosotros sólo nos queda aguantar desde aquí y soñar por un país distinto, aunque suene ingenuo, demagógico y optimista. Tenemos derecho a resistir, a clamar por paz, a pedirnos una tregua.
Mi próximo capítulo será el cierre de un ciclo y el principio de otro.
Gracias por acompañarme hasta aquí.
Te lo debo, de todo corazón.
Sin tu apoyo incondicional, ya me hubiese mudado de domicilio, de contexto y de territorio. Mi modesta novela es también un pequeño exorcismo personal y colectivo.Una justificación para aferrarme al clavo caliente de CCS.
Tu la escribiste conmigo,me indicaste el rumbo, me anclaste al puerto desvencijado de la ilusión vernácula, cubierto de “containers” de PDVAL.
Yo apenas soy el medio de tu descontento, de tu desesperación, de tu locura, de tu decepción.
En una semana, regresaremos para despedir y matar, de una buena vez, a “Zamora, la Novela”. Ahí te explicaré, finalmente, por qué la escribí y cuál es el motivo conceptual y personal. Todas las dudas serán despejadas. Hasta entonces.

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