pueblo y niños (qué es el pueblo, parte III)

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Cuando observamos el uso de la palabra «pueblo» en el contexto artístico, educativo y social, empezamos a entender qué concepto maneja el gobierno de la palabra. Detrás de toda discusión que involucre «al pueblo», el gobierno pretende perfilarse como el gran protector de ese «pueblo», como un padre protege a sus hijos.

Pero tal «protección» no se restringe a la garantía de acceso democrático a las instituciones sociales de las cuales fuese, cuestionablemente o no, excluido «el pueblo» durante «la cuarta República». Porque de lo que se trata no es de apoyar a dicho «pueblo» en la conquista de espacios que «los representen», como pudiese ser la creación de centros culturales alternativos. Al contrario, la acción más directa busca la destrucción del legado artístico, porque no representa al pueblo, es más, se dedica a engañarlo, deformarlo y pervertirlo.

No se busca la coexistencia pacífica y democrática del arte supuestamente «burgués» y el arte supuestamente «popular», no. Se busca la destrucción completa del primero, la sustitución de «lo burgués» por «lo popular». Según esta lectura, el arte «burgués», no es que no le interese al pueblo, es que lo amenaza y debe ser arrasado. ¿Cómo se justifica esta cruzada?

La visión que se avanza de «el pueblo» es, entonces, una visión puritana y naturalista. Es Rousseau en El buen salvaje. Es decir, «el pueblo» nace ingenuo, limpio, lleno de ideas solidarias y bonitas. En estado embrionario, estos párvulos son incapaces de maldad. Sin embargo, se encuentran presos en una sociedad que vehicula valores «europeos» o «burgueses»; en todo caso, «no venezolanos», que pervierten al pueblo, le instauran valores consumistas y lo convencen de que Wagner es su música. De allí que tenga que intervenir un gobierno preclaro para reducir a polvo al Ballet del Teresa Carreño, como una madre que cubre los ojos de un niño cuando este ve la portada de la última revista Playboy en un kiosco.

En el gobierno actual, la intención paternalista y protectora queda clara. Es por eso que la idea de «los niños» y «proteger a los niños» se mimetiza a través de toda la sociedad y brota por los poros de los entes represivos. Cuando usted escucha la palabra «niño», no se engañe, están hablando de usted. No de usted hoy en día: acá niño equivale a su estado primitivo y puro, aquél que debemos reinstaurar para acceder a la felicidad máxima en la tierra.

A «los niños» de Venezuela se les debe proteger de una sinfonía vienesa, del perro que habla en Family Guy, de los videojuegos, de las radios que denuncian a Diosdado Cabello y de las portadas de los periódicos. Según esto, «el pueblo» tiene el nivel analítico de un preadolescente: incapaz de escoger qué música le gusta o de entender que un dibujo animado tal vez no sea la mejor fuente para construir sus valores.

En el libro Canciones de inocencia y canciones de experiencia del poeta del pueblo (aunque no éste, claro está) William Blake, él retrata ese paso de «inocente» niño a «adulto experimentado». Por supuesto que ese es un libro en verso, pero permite entender las acciones reaccionarias del gobierno y su búsqueda de reactivar esos valores infantiles, supuestamente «puros». Este uso de la palabra «pueblo» como «párvulo inocente» nos hace entender, en gran medida, el proyecto involutivo planteado.

Lo que se propone no es una revolución, es una involución. Un regreso al estado de Buen Salvaje de la mano del Pater Familias protector que decidirá lo que conviene a la salud y al equilibrio de sus hijos en cada ocasión.

Vínculos:
La revolución cultural (qué es el pueblo, parte I)

Arte y pueblo (qué es el pueblo, parte II)

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Barman, guía turístico, sirviente y amo de casa, traductor, profesor de lenguas, niñero, encuestador en la calle, extra de películas, vigilante nocturno, obrero de mudanzas, editor de películas, músico de Metro; eso hasta ahora. Aparte de sus incursiones en el mundo laboral, escribió y publicó novelas (https://www.panfletonegro.com/v/2010/11/22/yo-mate-a-simon-bolivar/), colaboró con periódicos y revistas electrónicas y participó en debates y mesas redondas. Hoy en día, colabora con oscuros y desconocidos artistas de todo tipo y añora realizar su sueño, ser dueño de un circo. Por las noches lleva a cabo audiciones para el puesto de “tragadora de espadas” con mujeres de todo tipo. Jamás ha practicado patinaje artístico.

4 Comentarios

  1. al leerlo se me vino a la mente una frase de Rev. Martin Luther King Jr. que dijo, «In the end, we will remember not the words of our enemies, but the silence of our friends.» Y muchos amigos no dicen nada sobre esto

  2. Excelente cita, Xluis.
    El silencio se vuelve cómplice en casos como el de la Jueza Affiuni, en el cierre de radios, en la coñiza a periodistas, en discursos sobre cómo «limitar» la libertad de expresión, en loas a Ahmedinejad y Al Bashir…
    Allí es donde se ve el talante democrático de la persona.
    Allí es donde establecen dos criterios morales: si un grupo ataca a Tarek Saab en el 2002, es fascismo; si otro grupo ataca periodistas en el 2009, es una «sublevación popular ante la manipulación de blabla».
    Saludos

  3. jajajaja a mi me agrada eso de que hay que proteger a los niños, cuando la niñez de aqui es una de las mas descuidadas, a los niños los padres los dejan a las 5 de la mañana a merced no tanto de la tele sino de las amistades y las malas influencias, pero me imagino que con eso no se puede pelear no??? o se puede hacer el intento cuando sael algo inconveniente…
    pero bueno en este pais donde todo lo politizan no debemos ya sorprendernos con las cosas que pasan total para los factores de poder del gobierno como los medios de la oposicion, son números que hay que hacer subir para impresionar…
    saludos muy bueno…

  4. ¿Y los niños? ¿Alguien está pensando en los niños? ¿QUIEN ESTA PENSANDO EN LOS NIÑOS?

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