Más de una vez me he sentado un domingo en la mañana, luego de una noche de devastación, y mirando sin mirar al televisor me pierdo en mis pensamientos. Quizás a todos les haya pasado alguna vez y en esos momentos en que la soledad se sienta a mi lado y me habla, como por arte de magia un fuego empieza a arder en mi corazón. Es una fuerza que me saca de mi letargo, voy a enjuagarme la cara con fuerza, limpio mis dientes y con el corazón aun palpitando, como si alguien me persiguiera, tomo una determinación.
A todos, aun a las personas seguras de si mismos, les cuesta tomar determinaciones de esas sólidas e irrevocables que solo se toman en momentos en que la confianza se va a las nubes y te crees capaz de alcanzar el cielo si tan solo te lo propusieras. Esa determinación de hacer algo, no solo por que todos lo vean y aprecien, sino por el simple placer de hacerlo y tener esa sensación de realización, éxito y logro que da crear; crear lo que sea. Esa arrebatadora sensación que parece un soplo divino actúa de tal modo que te dejas llevar por el vendaval de tu propio intelecto, habilidad, talento, alma o lo que sea que nos impulse hacia delante aun sabiendo que el precipicio puede estar al frente.
Pintar el «Guernica», modelar el «David», componer «El Danuvio Azul», levantar las pirámides de Giza, remontar vuelo en un avión que más parece de cartón, descubrir la cura del cáncer, construir la bomba atómica. En fin, cantar, bailar, diseñar, construir, descubrir, idear, proponer y por supuesto escribir. Esa musa que nos posesiona, que unos tienen y no usan, que otros quieren y no tienen, que algunos pocos consiguen tener y que además la usan alcanzando las estrellas, levantando lo imposible, superando las barreras, destruyendo paradigmas, ideas y eras enteras para construir sobre sus ruinas un nuevo mundo.
¿Qué es esta sensación de no tener límites? ¿De poder hacer lo imposible? Ese sentimiento que nos empuja de repente y que yace en el interior de todos. En algunos con gran fuerza, en otros apenas dando destellos en la infinita oscuridad de nuestro imperfecto ser. Ese espíritu humano, verdadero espíritu humano que nos lleva a buscar la perfección aun sabiendo que por más que intentemos no lo lograremos, a eso, a aquello, a esta sensación la llaman Numen. El soplo divino, la inspiración, el impulso, las musas de los locos artistas, esa pequeña deidad que yace en medio de nuestra perfecta imperfección.
Numen ¿Lo han sentido? Sinceramente espero que si. Es por el Numen, que cuando despierto esos días que parecen intrascendentes me siento verdaderamente vivo. Es así como paso horas y horas escribiendo, liberando mis ideas y mis sentimientos. Narro historias que me llenen y llenen a los demás, creo las fantasías que algún día habitaran en las mentes de todos. O dibujo días enteros, imaginando mundos que solo existen en mi cabeza, o canto, o compongo canciones que lleguen al alma y poemas que quiten el frió hielo de los corazones endurecidos.
Los escritores anhelan esa sensación, hay quienes viven en un perenne estado de Numen, mientras otros lo reciben como bocanadas de aire fresco en días grises. Es por ese sentimiento, que tantas veces me embarga y que me hace sentir privilegiado por ese don y condenado por no usarlo cada vez que se presenta. Es esa inspiración que a pesar de nosotros mismos nos impulsa a alcanzar nuestras metas; sobre todo cuando parecen más difíciles. Es el Numen aquello que aun en el logro no nos deja quedarnos quietos y nos hace apuntar más alto, dándonos la seguridad a periodistas, novelistas y poetas que llegaremos mas lejos con solo decidirnos a hacerlo.
Escribo esto porque quiero que todo el que lea esto se decida, y cuando se presente la oportunidad la tome. Deja libre la pluma, lucha por la verdad en la que crees aun contra corriente, deja que el pincel con el que dibujas tu vida corra sólo, guiado por esos momentos en que eres auténticamente tu. Vive, aceptando lo bueno y lo malo y sin dejarte superar nunca por tus propios limites. Se dice que la vida da muchas oportunidades, pero creo que lo mejor es aprovechar a la primera.
Hoy escribo esto porque entre los dones que se me han dado esta el de escribir, y es escribiendo que mas arranques de posesiva inspiración he tenido. Escribiendo es que he visto el camino que debo seguir y aun sin saber lo que me espera, es haciéndolo que me siento más feliz. Y no espero menos de todos aquellos que escriben, aquí y allá, en cualquier parte. Numen ¿Lo han sentido? Sinceramente espero que si.