La fuimos a ver con Lamala en una sala a reventar del Centro San Ignacio. Lamala aborrece las aglomeraciones y desde la entrada,quería abandonar la misión.
Yo venía de una jornada doble de edición( entre Vale Tv y FiboC), y también andaba boqueando como ella, pero igual me provocaba distraerme viendo una película, aunque fuese la peor del año, según algunos. Y en parte no equivocaron la sentencia: “El Último Maestro del Aire” es una experiencia difícil de digerir hasta para el fanático más incondicional de Shyamalan.
Si me lo permiten, me gusta creerme “el fanático más incondicional de Shyamalan” en Venezuela. De hecho, me busqué montones de problemas, fuera y dentro del trabajo, por defenderlo y justificarlo a capa y espada no por películas de consenso como “Sexo Sentido”,” Unbreakable” y “Señales”, sino por sus tres cintas posteriores, “The Village”, “Lady in The Water” y “El Incidente”. Todas ambiguas, todas extrañas, todas incómodas.
Juntas y revueltas, formarían una especie de trilogía maldita,incomprendida,infravalorada y paradójicamente reivindicada por la así llamada crítica intensa o esnobista, de la cual yo vendría a ser exponente.
Por algo, “Cahiers Du Cinema” eligió a la “Aldea” como una de las grandes de la década pasada. Salvando las distancias, para mí sigue siendo la obra maestra de su realizador y la mejor metáfora sobre el mundo medieval post once de septiembre, bajo el yugo de la ficción maniquea de “ellos contra nosotros”.
Después el autor profundizó en el poder de la fábula y de la mitología contemporánea en sus dos trabajos sucesivos,donde tampoco contó con el favor de la prensa especializada. Sin embargo, ambos son proyectos de interés y describen, a su modo, el estado apocalíptico de la aldea global ante el declive de sus creencias, de sus relatos de redención y de sus utopías de salvación, como el propio cine.
No por casualidad,la obra del director plantea un reto alegórico de plena vigencia posmoderna: reforzar el teatro sombras de la industria, mientras se revela su dispositivo y su artificio desde la autoconciencia. Por ello, los escépticos mueren temprano en su filmografía y reciben el castigo del realizador. Al mismo tiempo, Shyamalan celebra la necesidad y la vocación de descubrir la verdad, detrás del simulacro, como en “El Mago de Oz”.
De ahí la impronta de su arte aparentemente ingenuo, kistch,kafkiano y absurdo. En ocasiones el sentido del humor negro y el contrato de credibilidad con el público, logran su cometido del principio al desenlace. Es el caso de “Sexto Sentido”, cuyo argumento desató las pasiones del colectivo, a pesar de tratarse del clásico juego de espejos y de falsos semblantes,caros al director.
En otras, el acuerdo se rompe de manera inmediata y la audiencia, legítimante confundida, opta por retirarse de la sala o pasarle factura por el chiste malo, por la boutade, por la tomadura de pelo, por la estrategia de ilusión y desilusión estéticas.
En efecto, así ocurre con “El Último Maestro del Aire”. De entrada, la reímos nerviosamente para compensar nuestra completa estupefacción. En el transcurso del metraje, la llegamos a odiar. Al final, no sabemos cómo responder.
Por mi lado, gracias a la chispa de Lamala, el trámite se me hizo realmente llevadero,divertido y tolerable. Ella le gastaba bromas a la pantalla y desenmascaraba la farsa con astucia,para lidiar con su hastío. Me señaló parentescos con “La Historia sin Fin”, con series de televisión de cartón piedra como “Xena” y con los trailers proyectados antes de la función.
A su entender, la tendencia épica y milenaria de efectos especiales de cuarta generación, alcanzó un pico de saturación y en adelante comenzará a derrumbarse.Su cantidad de exponentes anticipa un “backlash”, el estallido de una burbuja en versión 3D.
Sea o no cierto el pronóstico, el filón parece agotado, cancelado y clausurado con el esperpento(¿cínico, irónico?) de Shyamalan al servicio de la compañía Nickelodeon, para convertir a su serie animada, “Avatar”, en una franquicia taquillera y respetable.
Pero ni una cosa ni la otra acontecieron. Rottentomatoes la lapidó con un promedio bochornoso de 7 % y el box office la terminó de sepultar en el olvido del ranking de los desastres del siglo XXI.
Un par de hipótesis se desprenden a la luz de su espantoso resultado frente al espectador de a pie. Número uno, Shyamalan se practicó un “Hara-Kiri”, se sacrificó en público para enterrar consigo al género de marras. Si lo hizo así, es un héroe, es un genio y merece todo nuestro respaldo.
Lastimosamente, se impone la segunda teoría de la conspiración, la tesis menos rebuscada. La megalomanía de Shyamalan volvió a fracasar estrepitosamente por querer pasarse de lista. Por ende y en definitiva, la película no acaba de funcionar ni como parodia, ni como cuento de hadas, ni como recreación de la filosofía budista,ni como biopic del hijo pródigo del Dalai Lama, ni como remake Disney de “Kundun” y “Siete Años en el Tibet” a lo “Kung Fu Panda”, ni como chicha ni limonada. Ni siquiera como tratado de paz en reacción a las ínfulas belicosas de los imperios del fuego.
Atención porque los malos son de origen Hindú como el realizador y los buenos viven en el polo Norte, como Santa Claus, con ojos azules y cabelleras rubias(de mentira).
Todo luce acartonado, chirriante,falso,estereotipado y ridículo, al extremo de conjugar las fantasías exóticas de un Miss Universo con los humos trascendentales, solemnes y chorongas de una sesión new age de espiritismo comandada por Walter Mercado y Hermés,el Iluminado.
Los primeros planos son igualmente desafortunados y delatan la inconsistencia del reparto protagónico, apenas rescatado por la presencia del elegido de la partida. Por su lado, el chico de “Slumdog Millionaire” brinda un recital de ojos pelados y caras amarradas, para el regocijo de la comedia involuntaria.
Un gato volador, de un pobre CGI, surca los aires en una referencia al manga y a la trayectoria de Miyazaki(Totoro), a la espera de remover las emociones de los pequeños de la casa. El Polo Norte huele a plástico y a fibra de vidrio, cual “Batman” versus el “Doctor Frío” en el bodrio de Joel Schumacher.
Las batallas y las coreografías repiten modelos horizontales, de cámara lenta y video game, pero sin la magia y la gracia de “Matrix” y “300”. Los “two shots” abundan y reflejan la desidia,la flojera y la negligencia moral del encargo.
Aquí, como diría Rivette en su ensayo sobre la abyección a propósito de “Kapo” de Gillo Pontecorvo, Shyamalan “sólo merece el más profundo desprecio”.
El happy ending es anunciado y la puerta de la secuela no tarda en abrirse de par en par. En la comparación arbitraria, la “Avatar” de James Cameron le propina una soberana paliza.
En resumen, Lamala me contagió de su espíritu y los dos rechazamos “El Último Maestro del Aire”, por una cuestión de principios. Para explicarnos mejor, los dejamos con una cita de nuestro Dalai Lama,Alfredo Roffe.Hasta luego y disfrútenla: “Taita Boves se estrenó finalmente en 7 salas. El mismo día se estrenaron “Como Perros y Gatos 2” en 28 salas y “El Último Maestro del Aire” en 26. Dos películas de muy baja calidad y con capital americano. ¿Cómo es posible esta marginación? En buena parte gracias a la Ley de Cine que tenemos redactada en tiempos de Carlos Andrés Pérez II y refrendada por nuestra socialista Asamblea Nacional”.
PD: el 26 septiembre todavía podemos corregir y enmendar el error.