No entramos a Donostia por la puerta grande,sino por un vuelo comercial donde todo se movía,chirriaba y temblaba, a consecuencia de una tormenta feroz,como de película americana de catástrofe de los setenta revisitada por Iberia. Algo así como «Airport ’77» conoce a «Airplane!» bajo la dirección de Santiago Segura.
Mientras tanto, los reporteros pijos de Madrid fingían demencia a nuestro lado, repasando y memorizando sus líneas para enfrentarse a los divos(cuatro gatos en realidad)instalados en el Hotel de Lujo, María Cristina,cuyas habitaciones recibirán a la comitiva de la reina absoluta de la gala,Julia Roberts.
Si les interesa el chisme de «Hola!», la actriz arribará entre domingo y lunes al evento. Por lo pronto, su esperado aterrizaje en suelo español intentará recobrar e inyectarle la dosis mínima de glamour requerida por el Festival para sentirse bien consigo mismo y sus fanáticos menos intensos. Pero en general, a los críticos y a los cinéfilos incombustibles, el asunto de la «Mujer Bonita» les tiene sin cuidado y les resulta una concesión demasiado demagógica por parte de la organización,para seguir justificando su alto presupuesto gubernamental(hoy en recesión y de capa caída). Sea como sea, veremos todo un remake provinciano de «Bienvenido Mister Marshall».
Así las cosas, el avión comenzó su descenso en medio del chubasco y el palo de agua cerrado del cielo de Donostia. Yo asomaba la cabeza por una ventanita,cual comiquita, y desplegaba una sonrisa ingenua de pura satisfacción por la pequeña misión cumplida. Después del parto de Cadivi y de los miles de trámites burocráticos, la aventura y el sueño de emprender la huida hacia la madre patria,cobraba cierto sentido. Sin embargo, los trámites y las aduanas nos acompañarían de principio a fin. Además, era imposible tapar con un dedo el aire cargado del contexto.
Por un lado, los pájaros de mal aguero de «El País» anunciaban el «Apocalipsis Now» del Festival, producto de su pérdida de influencia ante la competencia de Toronto,Venecia y Roma. Verbigracia, informaban, su diezmada sección oficial representaba la prueba y la evidencia de su desfase y descalabro.Minutos luego, comprabaríamos la relatividad de semejante afirmación temeraria, de cara a la inabarcable y diversa oferta aglutinada para la ocasión.
Por el otro, la actitud arrogante de los colegas al pisar tierra firme, nos tumbaba la autoestima. Todos andaban muy ocupados en lo suyo,como para prestarnos ayuda y sólo guardaban atención para releer sus preguntas a Malkovich y Diego Luna. De resto, el mundo circundante les valía madre.
Por fortuna, conocimos a dos guías galácticos, a dos mentores, a dos señores «Miyagis» al inicio de nuestra travesía. El primero,de origen uruguayo, nos dio una clase de economía para pagar lo mínimo con destino a la Concha de San Sebastián. El segundo nos llevó a la Concha y fue la mejor sorpresa del verano:un taxista vasco simpático,cómico y parlachín, capaz de levantarnos el ánimo y la esperanza por el género humano. Se burló con nosotros de los etarras(joder tíos,son una mafia técnicamente quebrada, desvirtuada y carente de legitimidad popular. No se crean el cuento de nuestra luna de miel con ellos. Aquí les ignoramos y les ofrecemos resistencia), nos esbozó un cartograma de la geopolítica local, deconstruyó la historia de la guerra civil y para rematar,se cebó en las incongruencias del PSOE.
No faltaron las alusiones satíricas «al loco de Chávez» y las reflexiones sobre nuestra inseguridad.Yo me desahogué narrándole el absurdo de mi secuestro express en Caracas y él al final, me reconfortó con un abrazo.Mi miedo hizo eco en su inconsciente abrumado por el horror de las bombas de ETA. El pánico hispánico unía sus lazos de Norte a Sur. Por desgracia, el terror de Venezuela continúa en aumento. En paralelo, decrece el del País Vasco. El Festival de San Sebastián es también una muestra de ello, una cachetada de felicidad al reino de la oscuridad pretendidamente impuesto por las capuchas y los asesinatos selectivos de los separatistas radicales(aupados,amparados y celebrados por nuestra irresponsable izquierda caviar). El extremismo debe abandonar el chantaje de la intolerancia,legalizarle como partido y sumarse a la democracia. Lamentablemente, no les conviene entrar en el juego republicano. De ahí su cómoda y enriquecida permanencia en el anonimato, a costa de la extorsión y el engaño.
Por último, alcazamos a procesar nuestras acreditaciones para la tarde,al estilo «Karate Kid»,gracias a los empeños de dos amigas de la Mostra, y en especial, de mi pareja, Claudia Requena, quien logró el milagro de inscribirnos el día de la gala inaugural,cuando nadie apostaba un peso por nosotros en la sala de prensa. Hoy lucimos nuestros carnets como unos pequeños trofeos concedidos a la candidez y a la picardía del venezolano promedio. No por casualidad, en la sede ya nos conocen como «los venezolanos».Por ende, no pudimos asistir a ninguna de las funciones de prensa de la jornada de ayer.Con todo,entramos de carambola al estreno de «Abel»de Diego Luna con John Malkovich,ambos mejores delante de las cámaras,porque por detrás mueven a la sospecha. En una rato compartiré con ustedes mi crítica virtual alrededor de la ópera prima en cuestión. Así empieza entonces nuestro periplo y nuestro perigrinaje por una de las mecas del séptimo arte europeo.
Mañana regresamos con la próxima parte de nuestro relato.