Por arriba y por debajo nos acecha el fantasma de la doble moral ante el caso de Ecuador, cuyos efectos colaterales desnudan la precariedad del pensamiento político en la era contemporánea, bajo la influencia de oscuros intereses polarizados, a la izquierda y a la derecha del espectro.
Al oficialismo le conviene el asunto para reafirmar el tono dogmático de su agenda maniquea, donde los buenos revolucionarios son víctimas de las maquinaciones conspirativas de los villanos, quienes planifican golpes de estado a la sombra del departamento de estado,según la cartilla y el modelo de Chile,Guatemala,Honduras, Haití, Venezuela y Bolivia. Ahora se anexaría Quito a la cadena de operaciones clandestinas organizadas por los halcones del imperio, a objeto de desestabilizar la región y cortar el hilo constitucional de los gobiernos “progresistas del continente”. Nadie en su sano juicio puede comprar el guión de semejante telenovela de quinta categoría, titulada “si quieren matarme,mátenme”.El clásico melodrama machista de “todo once,tiene su trece”.
Para empezar, la teoría de Correa y Chávez se cae al compararla con el cuatro de febrero y al cotejarla con la información del contexto de la supuesta asonada policial.
Primero, es un absurdo histórico creer en la legitimidad de origen de la sublevación del Teniente Coronel, de cara a la mentada arbitrariedad totalitaria de los pacos del país vecino. Ambos son fenómenos del mismo tenor, escasamente heroicos y dignos. En realidad, nos guste o no, fueron zarpazos a la democracia.
Si CAP resultaba molesto y antipático, pues los militares debían aguardar en sus cuarteles hasta la llegada de una respuesta institucional por parte del Legislativo o del Tribunal Supremo de Justicia. Es decir, los uniformados hicieron mal y metieron la pata al quererse abrogar el derecho de salir de un Presidente incómodo, pasando por encima de la voluntad popular. Algo similar hicieron los siniestros tombos encargados de lanzar bombas lacrimógenas contra la cara del Jefe del Estado. Un bochorno total, aunque parezca merecido o superficial. Pero no lo es.Aceptarlo supone darle respaldo a posiciones unilaterales, violentas y reaccionarias, cercanas al fascismo. Conmigo no cuenten para taparme los ojos frente al hecho.
Sin embargo, tampoco agrada la desproporcionada represalia y revancha asumida de manera personalista y demagógica por Correa, al esconder la causa del despropósito y quererlo encasillar en el libreto de una trama rocambolesca destinada a reforzarlo en su puesto.Es imposible tomárselo en serio cuando busca desesperadamente convertirse en un mártir a la altura de Mel Zelaya, Salvador Allende y Betrand Aristide, todo con la excusa de perpetuarse, disolver el Parlamento(como Fujimori) y decretar el Estado de Sitio.
Irónicamente, después se rasga las vestiduras al traer de vuelta al cadáver político de Lucio Gutiérrez, para utilizarlo como el rufián de la charada. Uno es el espejo del otro. Al menos, Lucio era menos hipócrita, de entrada, y le vendía el alma al mejor postor.
Correa se las tira de independiente y de avanzada.Lamentablemente, es conservador,trasnochado, ingenuo, cursi y le copia los discursos descafeinados a sus padrinos de la izquierda caviar. De ahí su oportuna deconstrucción realizada por el colega XLuis. El señor, no quepa la menor duda, es una caricatura con patas y poco cerebro, al punto de matarse solito, porque se empeñó en sacarle los dientes a la guardia civil y lo rebotaron con una pela de proporciones épicas. De haber negociado con la policía antes del desastre, el desenlace sería muy distinto.
Por desgracia, los ignoró,los despachó,los madrugó con la impopular Ley Orgánica de Servicio Público(tendiente a restarles beneficios económicos) y se la cobraron feo en la calle.
Entiéndase, el problema nació desde la plataforma de un proyecto y de una reforma de corte neoliberal. Jamás tuvo como punto de partida un plan de desestabilización o un medida de carácter socialista del siglo XXI. Simple y llanamente se trató del maquillaje de un recorte salarial, como sucede en las empresas y en las corporaciones de cuarta generación.
Por ende, surgió la alternativa de la huelga de manos del lado afectado por la moción. Y por consiguiente, es obvia la relación con el paro(fallido)orquestado por los sindicatos de España, para protestar por el “pensionazo” acordado por la gestión de Zapatero, en aras de paliar la crisis de la madre patria. La gran diferencia estriba en el desarrollo y en el final de la propuesta.
La revuelta en España fue cabilla. Yo estuve ahí por casualidad y no me la contaron. Destrozaron vidrieras, quemaron buses y cortaron rutas. Pero Zapatero( a quien por cierto no me banco), apenas se inmutó.
En cambio, Correa armó el show mediático, condenó a sus rivales de golpistas, se hizo la víctima y encima aprovechó para darle un segundo aire a su alicaída imagen, con todo y aprobación de la Ley Orgánica de Servicio Público. George Bush no lo hubiese hecho mejor.
Si me lo permiten, aquí se terminó por aplicar a la perfección la receta de la Doctrina del Shock, basada en agarrarse de un evento catalizador para impulsar un modelo y una política de orientación capitalista, diseñada con el propósito de menoscabar los cimientos y los pilares financieros del colectivo.
En paralelo, la interpretación sesgada de la oposición a Correa, tampoco acertó en la diana. Se minimizó la locura de la Policía y se le justificó de plano, desviando la atención y confundiendo al respetable.
Irónicamente, los periodistas vieron como algo normal la lanzada de la bomba lacrimógena contra Correa y su retención. Pero si en Venezuela tocan a un reportero con el pétalo de una rosa, Globovisión enciende las alarmas y declara el atentado a la libertad de expresión.
En consecuencia, nos conviene prescindir y trascender el dilema impuesto por la dictadura comunicacional de nuestra guerra fría.Sólo así comprenderemos la magnitud del embrollo y su vinculación con nuestra eterna inconsistencia republicana.