panfletonegro

Predators:This is The Endgame


La primera fue una sólida propuesta comercial de John McTiernan protagonizada por el arquetipo del héroe de acción del cine de rearme moral de la era Reagan: Arnold Schwarzenegger, quien fue en su momento deconstruído por Luis Britto García en la revista «Encuadre»,al identificarlo como un emblema republicano de la contrainsurgencia en Centroamérica.
La lectura del autor de «Abrapalabra» daba en el clavo de la geopolítica del filme pero resultaba limitada para estudiar las resonancias culturales y estéticas del fenómeno,sintomáticas de la posmodernidad neobarroca y de la derivación replicante de los géneros canónicos.

En efecto, la cinta era el ejemplo del modelo de fusión en curso, para salvar a la industria, a camino entre la aventura,la comedia,el melodrama coral y la ciencia ficción pura y dura,bajo una evidente influencia del pensamiento nihilista,existencialista y crítico de los años por venir.
El protagonista encarnaba el estándar de una individualidad corpórea y mental,inflada por los esteroides,desligada de compromisos y adaptada a los cánones darwinistas del capitalismo contemporáneo, donde todo valía y triunfaba la ley del más fuerte, en un anticipo del futuro inmediato de los reality shows, de las distopías caníbales en ascenso,de programas como «Lost» y de largometrajes a la usanza de «Cloverfield». Ya no había espacio para la esperanza y la ilusión.Sólo quedaba el consuelo de sobrevivir y de reafirmarse a través de la guerra personal hasta la muerte.

Con el paso de las décadas, el pesimismo de la serie devino en una mera impostura del sistema de estudios, carente de alcance, pegada y consistencia.A falta de criterio y creatividad, Hollywood renunció a la posibilidad de dotar de sangre fresca a la momia y al anzuelo de la franquicia, al reducirla a su mínima expresión para hacerle competencia a Jason,Freedy,Cara de Cuero y demás monigotes del terror antes y después del once de septiembre.
El colmo llegó cuando lo obligaron a batirse a duelo con Alien en una suerte de Celebrity Death Match, de lucha libre o de circo romano, a objeto de definir el campeonato mundial por el peor engendro de la liga fantástica de la meca.Así, la fábrica de sueños optaba por practicarse un Hara-Kiri mediático, para sacar algún beneficio de su muerte lenta. El camino de la autoparodia constituía la última frontera por cruzar de cara al abismo de la sequía general.
Por fortuna, un realizador con verdadero criterio decidió resucitar al cadáver exquisito. Su nombre es Robert Rodríguez, el reconocido director de «The Faculty»,»El Mariachi» y «Grindhouse».Pana de ruta de Tarantino y capaz de encontrar oro en los lugares menos recomendados y fértiles, en apariencia. De hecho, lo volvió a lograr con «Predators», la mejor de la cadena tras el hito de la original.Por prudencia, no la firma él. No obstante, la calidad del producto lo delata y lo ennoblece como promotor de talentos emergentes.Sea como sea, la nueva secuela o precuela se las trae.Ojalá no perviertan sus hallazgos en próximas entregas.

Cuatro atributos reinvidican el visionado feliz de «Predators».
Número uno, su brutal sentido del humor negro, encabezado por un curioso Adrien Brody abocado a subvertir la memoria de su precedente directo. Remeda sus frases y lugares comunes, mientras le aporta un necesario cambio de identidad. Por ratos conjuga la sensibilidad del soldado de «Avatar» con el temple del desactivador de bombas de «The Hurt Locker». Rompe con la tradición y a la vez la consolida.Ni hablar del pequeño papel de Laurence Fishburne en plan de «Morfeo» conoce al Coronel Kurtz de «Apocalipsis Now», aunque con el afán de triturar su legado conjunto. Su intervención de cinco minutos eleva el promedio de la puesta en escena, y nos permite comprender y tomar conciencia de la proporción del desmontaje y del distanciamiento. Además, constata la dimensión de los homenajes(satíricos) a la literatura clásica de Joseph Conrad(El Corazón de las Tinieblas) y Hemingway. No en balde, el libreto alude a títulos como «Adiós a las armas» y «Hombres en guerra» a la luz de una devastadora metáfora sobre la cacería.
Coje dato,Memo Arriaga.
Segundo, el reparto secundario es otro acierto. El casting reúne a los mejores mercenarios del planeta y con ellos construye una síntesis virulenta de la globalización, marcada por el fuego del combate, por la desconfianza, por la ausencia de valores y por la destrucción mutua asegurada, de la mano de cada uno de los representantes de nuestro entorno bélico,a diestra y siniestra.
La guerrilla, la mafia, la yakuza,el pentágono, la retaguardia y la resistencia son juzgadas por igual en un infierno del Dante encargado de agruparlos como un castigo divino, para augurar por su redención. Los matices y las sorpresas abundan en el desarrollo de los caracteres, a pesar de los estereotipos raciales,étnicos y sexuales. Un japonés rinde homenaje a las piezas del manga nipón, al empuñar un sable frente a su enemigo. Una mujer brinda lecciones de feminismo,auténticamente progresista,al margen de romanticismos cursilones.Un Mad Doctor se siente a gusto y como en casa. La isla de los monstruos es su hábitat natural, en un reflejo esquizofrénico de la audiencia alucinada por el espectáculo de la pantalla grande.

Tercero, el acabado técnico es impecable, de la fotografía a la edición. La cámara sabe acompañar al suspenso y el lente nos sumerge en un ambiente «polisensorial» de raíces psicodélicas y pesadillescas en la selva. La combinación de efectos analógicos mueve a la nostalgia y supera lo conseguido por el trabajo digital. Los Depredadores evaden el filtro de la limpieza C.G.I. y rescatan la credibilidad de las propiedades del latex, amén de la herencia de la escuela del maquillaje artesanal.

Cuarto, la moraleja dispara en múltiples direcciones, gracias a la impronta de un guión inteligente,apenas salpicado por un puñado de clichés predecibles.
El chico conquista a la chica, el gladiador obtiene su medalla de honor y se gana su corazón púrpura al calor de la batalla y el desenlace copia el formato burocrático de los capítulos anteriores de la saga.
Con todo, el epílogo rechaza la salida demagógica y optimista, al volver a sumir al público en el caos y en el desierto del eterno retorno de la temporada de cacería.
El desenlace abre la puerta para la continuación y cierra la función con un telón y una cortina de colores inquietantes. Detrás de ella podemos descubrir nuestra esencia y la de cientos de conflictos sin resolver en el presente. Por lo visto, los depredadores controlan el planeta y nosotros somos su presa,su trofeo y su carne de cañón.
Nuestra especie en extinción sigue en juego.
Parece el subtexto de una canción de Megadeth.
This is The Endgame.

Salir de la versión móvil