Ahora PDVSA es del pueblo. Ese es el lema la «nueva» petrolera estatal socialista. Pero ¿es realmente PDVSA del pueblo?
Más allá del asistencialismo que representan los planes sociales (Misiones, becas, ayudas, etc) a través de los cuales el gobierno reparte una miserable porción de la renta petrolera a un grupo reducido de venezolanos cuya credencial fundamental no es ni siquiera ser pobre sino, en muchos casos, «tener un contacto/palanca»; ¿es PDVSA de los venezolanos? Examinemos. Cuando algo es de alguien, es porque ese algo le pertenece en propiedad a ese alguien. Sin pretender entrar en una disquisición jurídico-filosófica sobre el concepto de propiedad digamos, en términos llanos y simples, que la propiedad es el derecho que otorga el uso, goce y disfrute de una cosa y todos los frutos que ella produzca. Cuando algo es mío yo lo puedo enajenar (vender, hipotecar, dar en garantía, etc.), donar, dejar perder o destruir (solo si el bien es de mi exclusiva propiedad). En tal virtud, la pregunta puede concretarse en ¿somos los venezolanos propietarios de PDVSA? La respuesta es un tajante y rotundo no.
Ahora, hagamos el siguiente ejercicio mental, ¿qué pasaría si PDVSA realmente fuera de los venezolanos?
Dado que esto de la nacionalidad venezolana hoy día se ha trivializado tanto que hasta Arturo Cubillas y Rodrigo Granda son nuestros compatriotas, me referiré, como requisito esencial, a venezolanos por nacimiento. Es decir, así como para ser candidato a la presidencia de la república se necesita ser venezolano por nacimiento, así mismo para ser beneficiario, en este ejercicio mental, de una alícuota de la petrolera venezolana hay que ser venezolano por nacimiento. Como solamente se es hábil en derecho para la administración y disposición de este tipo de bienes a partir de los dieciocho años y, además, porque no queremos incentivar una explosión demográfica aun mayor, dándole más razones a cierto estrato socio-económico que en vez tener los hijos que humanamente se pueden mantener, se comportan más como acures que como otra cosa; otro requisito para ser beneficiario de acciones de PDVSA en este ejercicio mental será, lógicamente, tener 18 años de edad.
¿Cuántas personas son simultáneamente venezolanos por nacimiento y mayores de 18 años? La respuesta exacta no la conozco (el último censo en Venezuela se llevó a cabo, si mal no recuerdo, en 2001), pero como esto es un ejercicio creo que un número aproximado válido podría ser 15 millones. Estimo que ese número cumple con ambos requisitos planteados (si alguien tiene una cifra fidedigna o más precisa hágalo saber por favor).
Vamos a la parte matemática del asunto ahora, según las cifras oficiales del gobierno venezolano, PDVSA produce diariamente 3.3 millones de barriles de petróleo, el barril de crudo venezolano se cotiza actualmente alrededor de 75 dólares por unidad, pero digamos que de esos 75 dólares, 10 dólares se van en los gastos de exploración, explotación, extracción y distribución (y en los sueldos de los empleados de PDVSA). La ganancia neta por barril es de unos 65 dólares. Haciendo la multiplicación correspondiente tenemos que la ganancia neta diaria es de 214 millones 500 mil dólares (producto de multiplicar la producción diaria por el precio unitario del barril de petróleo venezolano), si multiplicamos eso por 365 días, obtenemos un total de 78.292.500.000 (poco más de 78 mil millones de dólares anuales de ganancias netas); luego, al dividir ese monto entre los venezolanos, propietarios de PDVSA, eso arroja un resultado de 5.219,50 dólares americanos por persona. Multiplicamos esa cantidad por 8,50 para saber a cuantos bolívares equivale ese monto en moneda local y obtenemos la cantidad de Bs. 44.365,75. Esta sería la utilidad que una vez al año pagaría PDVSA a cada venezolano copropietario de la empresa. Una familia venezolana promedio de cinco miembros, de los cuales dos serían los padres, tendría además del ingreso por su trabajo, una entrada adicional correspondiente a más de siete mil trescientos bolívares mensuales. En el peor de los casos, suponiendo que ambos padres ganaran sueldo mínimo, estamos hablando de diez mil bolívares mensuales (más cesta tickets, bonos vacacionales, aguinaldo, etc). Lo suficiente para contratar un seguro médico para toda la familia y no irse a morir de mengua en un hospital público (los cuales obviamente ya no existirían), y para poner a sus hijos a estudiar en un liceo (privado) que no se esté cayendo a pedazos. Suficiente para que nuestros ancianos, pensionados del Seguro Social, puedan tener una vida medianamente digna. Suficiente para acabar de una vez por todas con la patética mendicidad de Chavezcandanga en 140 caracteres y más.
Por supuesto este pequeño ejercicio demandaría desmontar el petroestado clientelar, demagógico y populista, exportador de revoluciones, donador permanente de cuanto sus chulos del ALBA necesiten, financiador de campañas presidenciales extranjeras, manutensor directo de la dictadura cubana, comprador compulsivo de cuanto juguete de guerra le vende España o Rusia, padre de la corrupción más brutal y descarada que el país haya conocido y que nos permite a ver funcionarios gubernamentales de tercer nivel en vehículos blindados, yates y aeronaves de su propiedad, y un larguísimo etcétera.
Y antes de que algún «avezado» pregunte ¿y de que se va a mantener el Estado (aunque lo correcto sería decir el gobierno)? Pregúntese de qué se mantiene el Estado en los países no petroleros, quizás allí encuentre su primer indicio para responder esa pregunta y ver el origen de nuestra catástrofe, y es que parafraseando a Juan Pablo Pérez Alfonso (padre fundador de la OPEP), la maldición de Venezuela es su petróleo. Si en Venezuela no tuviéramos petróleo, hace décadas hubiéramos aprendido que vivir del Estado no es una opción y que hay que trabajar, producir y vender para vivir, en vez de seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro.
Y luego dicen que los liberales lo que queremos es mantener el status quo, defender los intereses de los ricos y mantener al pueblo llano en la indigencia. La consigna de «los ricos ya estamos completos» es absolutamente antiliberal y define, más bien, el modelo mercantilista que se gesta en las sombras del socialismo (totalitario o democrático).