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2 Cuentos ronie von rosa martins

 

Hace unos días Ronie Von Rosa Matins subió un par de cuentos escritos en portugués a panfleto negro. Para los que no pudieron leerlos he colocado esta versión en español de los mismos con autorizacin del autor.

Ronie Von Rosa Matins es profesor de Portugués e Inglés en Pedro Osorio, Rio Grande del Sur, Brasil. Post graduado en Literatura Contemporánea Brasilera y especialista en Lenguajes Verbales Visuales y sus Tecnologías. Maneja sus cuentos con ese nuevo lenguaje de la literatura brasilera que mezcla poesía, narración y elementos sicológicos. Anteriormente había leido algunos cuentos con una propuesta similar de otro autor brasilero llamado Edward Pimenta pero yendo más atras, el lenguaje y el estilo narrativo podrían tener sus raices en el trabajo de Clarice Lispector o en la novela objetal francesa. De cualquier forma Martíns le otorga un sello poético muy particular. 

Lobo

 Todas las prisiones están en el cuerpo. El límite del cuerpo. El espacio delimitado del cuerpo. La carne el hueso el paso tímido de la pierna exacta.

 La prisión es la cama el cuarto y la casa. La cerca es el espacio que te traza.

 En los libros las trazas. Letras y mas letras, palabras, verbos, versos, universos. Igual de preso. El mismo rehén de las limitaciones de su carne.

 Sobre la mesa el grueso volumen. Moby Dick. Ahab. El Océano.

 Civilizado. Domesticado. Aflojó la corbata. Horca estética de varios colores y tejidos.

 El respirar del cuerpo a pesar del nudo.

 El vaso de whisky por la mitad. Dos icebergs flotando. El deshielo. El hielo.

 Rasgan el tedio, la moral, las órdenes. Lo real.

  Una sonrisa se dibuja en labios que no sonríen. Pero. El alcohol es el secreto para el otro mundo. Dimensión de otra inmensidad.

 El cuerpo presiona una tecla y Nei Lisboa canta sólo para él: “Seremos siempre así, siempre que haga falta. Seremos siempre quien tuvo coraje. De errar sobre el camino y de encontrar la salida. En el laberinto del cielo que es  pensar en la vida. Y por el que siempre vas a pasar”

 Pensar en la vida. Errar sobre el camino.

 Los pasos llevan el cuerpo a la ventana. El vidrio prohíbe el aire. La visión es a través, filtrada, controlada. Los ojos de la casa. No miran hacia fuera, mas bien hacia dentro.

 No hay nadie. Todos no están. Memorias. Imágenes. Rostros. Acciones. Todos perdidos en el flujo de tiempo de Cronos.

 Civilización. Al final del brazo la mano y sus dedos. Uñas cortadas y pulidas. Mano enflaquecida. Brazo cansado. Los pies cubiertos por objetos de cuero. Lustrosos y blandos. ¿El pie? 

 Sentado se desamarra el zapato. La media oscura. Ahora la visión del pie. Todos los dedos. Sonríe. No siempre observa su propio pie. Mueve los dedos. Buena sensación. Un pie emblanquecido, sin vida.  Sin color. Al lado el zapato observa, aguarda, vigila. Listo para  enclaustrar nuevamente. Proteger, cuidar, colocar el pie al lado de tantos otros. Calzados. Ellos vuelan. Primero uno. Después el izquierdo. En la calle ya oscura se arrastran. Serán los pies de un mendigo cualquiera. Un hombre que mendiga pasos ciertos y exactos.  

 La casa está expectante. En silencio. Presiente algo. Las paredes vibran silenciosas. Puertas y ventanas están ansiosas y asustadas. Entonces la casa ofrece el cuarto, cama grande y blanda, aire acondicionado, televisión; seducir. Es lo que el carcelero piensa. Seducir al hombre.¿ No? ¿Todavía no? La cocina. La nevera repleta, queso rebanado, jamón, gallina, yogures, cremas, dulces, bebidas…¿no?

 El agua lava el cuerpo en ríos. Ríos que corren por la carne. Por el rostro. ¿No? ¿Son lágrimas? ¿Saladas?

 Desnudo. Apaga las luces. La oscuridad. Del otro lado la noche. La casa ja no tiene poderes. Las paredes son apenas ilusiones. Las fosas nasales buscan todos los olores. Todos los aromas que se mezclan y confunden. Los ojos se dilatan. Buscando en la distancia aquello que no se ve. La casa ya es nada. 

 Y la noche clama. La noche llama. Y entonces es ella. Sola. Redonda. Brillante. El piensa en la vida. Piensa en los zapatos. En las puertas. N la ropa. En las palabras dulces, en las reglas, en los detalles…piensa en las filas, en el humo de cigarro… y vomita. Vomita su civilidad. Por la garganta. Pedazos de una vida en pedazos.   

 Y él brama. Y aúlla. Y salta. La furia es el camino. El desatino. Y atraviesa el vidrio que corta. Y la sangre que escurre. El aroma, el gusto de la vida.

 Del otro lado de la casa la noche lo amolda, lo acoge. Y el corre. Piernas que no son las mismas. Otro corazón. Fuerza que invade cada célula, cada molécula. Salvaje. Entre los carros. Los puentes. Los hombres. El miedo, el susto. El pánico. Fiera. Sudor. Escurriendo abundante, expurgando todos los miedos, todas las ansias. Musculatura que salta sobre cercas. Se lanza sobre los árboles, arbustos. Placer animal. La tierra en el pie, el viento en las narices, los ojos engullendo todo, devorando toda una vida que pasa. El campo. Los árboles. La mata. El aullido. El grito. La furia se expandió sonoramente como una ola que va arrastrando todo y a todos. Después el silencio. Después los comentarios. Después la versión oficial, después la mentira. Después la exageración, después la leyenda. Después el tiempo. Después las calzadas. Después los predios. Después el acero y el vidrio, después… después.  

 ronie von rosa martins

Vigilia

 El cigarro ya comenzaba a calentar sus dedos. Le hubiese gustado incendiarse y de una vez por todas acabar con aquello. Esperar. Observar. Comprobar. Ya estaba cansado. Su vida no era más que pedazos de tantas vidas que observaba. Siempre al acecho. Escudriñando la vida ajena. Los detalles, la sordidez, las pequeñas alegrías, los dolores. La traición. Todos traicionaban. De una manera u otra la raza humana era traidora. Y le pagaban para que él observara y contara. Relatar los hechos.

 Noche. Sentado al volante del carro lanzó la colilla del cigarro por la ventana. El pequeño bólido incandescente trazó una curva en el aire y murió en el suelo escupiendo algunas chispas del antiguo brillo. Muerte.

 Todos querían saber. Interiormente ya lo sabían. Todos los que lo contrataban lo sabían. Pero necesitaban pruebas “¡Tráigame la verdad!”  Entonces él salía por las noches. Olfateando las fallas humanas, los deslices, las flaquezas.

 Llenó el vaso del termo de café. Bebió un largo trago. Muy dulce. Pero le gustaba. Le gustaban las cosas dulces…

 Entre la oscuridad y el silencio de la calle, un perro se aproximó y orinó la rueda del carro. Él sonrió. Le gustaría ser un perro y orinarse encima de alguien. Mostrar que ni siquiera estaba allí. Rechazar un trabajo. .mear sobre el pie de un idiota cualquiera.

 De golpe volvió su atención hacia la casa. Movimiento. Lentamente se abrió la puerta, una sombra masculina parecía besar un bulto que no salía hasta la puerta. Sn encender las luces alcanzó la calle. Manos en los bolsillos, cabeza baja.

 Si, era él. Ya tenía suficientes fotos y grabaciones para comprobarlo. La mujer estaba “frita”.  

 El marido en viajes de negocio y ella allí, disfrutando de la vida con el abogado de la familia. Intentó sentir alguna cosa con relación a los hechos. Nada. Rabia: un hombre trabajando y la vagabunda haciendo aquello…Nada. No conseguía sentir nada. El marido podía ser un crápula, golpear a la mujer, y esos escapes eran la única forma de ella “vivir” … Nada. No conseguía involucrarse más. La vida de los otros comenzaba a acabarse para él. Ya no había ningún placer.

 Estaba muriendo. Si vivía entre los pequeños estratos de los otros, entonces ahora estaba muerto.

 Guardó la foto de la mujer dentro de un sobre. Mujer bonita, unos treinta y siete años, ojos tristes y boca sensual. Recordó el rostro del marido.  Hombre serio y arrogante. Acostumbrado a mandar. Cejas espesas y sonrisa irónica. Guardó la foto del abogado. Chico joven y alegre, una mirada que denotaba algo de presuntuoso… Levantó el rostro hacia el espejo del carro. Se miró. Nada.

 Al otro día el marido recibió un extraño sobre. Un olor extraño venía de adentro. Abrió el sobre enojado y sofocado por el olor. Sacó del interior algunas fotos y documentos variados, todos manchados y mojados. Nada podía leerse o verse. ¿Pero qué es esto? Pensó. Agarró el teléfono. Discó el número que se sabía de memoria “¿Pero qué es esto?” “Nada.” Fue la respuesta al otro lado de la línea. “Me estoy yendo” “Hijo de P…” El olor a peste inundaba la sala. ”¿Qué olor tan horrible es éste?”  “Meado.”

 ronie von rosa martins

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