En mi país, Venezuela, caben teorías de conspiración paranoicas, animales y haladas por los cabellos, en cualquier proyecto que se piense, se ejecute y se mantenga exitosamente. No nos diferenciamos de otros menos afortunados pero sólo aquí es risible; lo hacen risible y generalmente, sólo nos reímos hasta que se siente la bota en el cuello. ¿Alguien le puede explicar a Mario Silva cómo funciona la juventud, la inteligencia, el libre pensamiento, el acceso a la información y el proceso de aprendizaje en las nuevas generaciones? No, mejor no. Luego podría ganar una elección y, los menores de 30 años, corremos el riesgo de que no haya entendido del todo.
Este fragmento en video de su discurso repetido – ver aquí (TwitVid)-, en el que ataca la producción de los vídeos humorísticos de Alejandro Hernández, un chamo de 19 años, quien cuelga su bueninvento en Youtube como The Alejandro Hernández Show, no es más que el berrinche de todos los días pero – desgraciadamente- esta vez lo vi, aupado en importancia por retweets en Twitter. En parte, Silva suena como la maestra de Charlie Brown pero, al procesarlo, molesta porque es demasiada la pena ajena. Al fallar calificando la actitud de Alejandro – nombrándola como ‘emo’-, me recuerda al papá de cualquiera cuando dice en público una bestialidad, tratando de citar o de hablar de lo que le gusta a su hijo. Es una falta de vergüenza que gente de cierta edad la ponga tan fácil. The Alejandro Hernandez Show es demasiado fino. ¿Se van a picar porque – presumen que- el chamo no es chavista? Sean serios.
Me parece que hay una cuenta que no les cuadra. El creador del show virtual es inteligente, talentoso, tiene obvias habilidades para desarrollar un proyecto coherente dentro de sus intensiones, construye un discurso, lo comunica, capta la atención de un número importante de personas y ¿no es chavista?. No puede ser. Esta gente, los opositores, ¿no son inválidos mentales? ¡Ay, chamo! Nada qué hacer con él. El discurso no va por Alejandro; va por el futuro. Inventan algo absurdo, cualquier cosa, un temor nebuloso para fomentar sospechas de peligro en la psiquis del individuo, advertirlo sobre lo que piensa antes de que eso lo convierta en un ser banal, un alborotador, un instrumento de lo temido, un foco de atención para el poder o una amenaza a la seguridad nacional. Por si acaso, que nadie se atreva a cualquier cosa. Quien está picado de culebra (…) Así lo deja claro frente a la cámara.
La verdad es que ni siquiera se acercan. Alejandro no hace un show político y no podría saber con seguridad si tiene una posición en el tema. Me parece una persona reinterpretando su cotidianidad. Es más, no es el contenido político de los videos lo que debe discutirse ya que es parte de la teoría absurda de La Hojilla sino cómo hacer acusaciones paranoicas e intervenir lo que se desconoce, planteando un debate con argumentos levantados con prejuicios culturales y sociales, es irresponsable, insostenible, llorón y más pero no tengo ganas de redundar en lo que, ya sabemos, es una estafa comunicacional en el canal -que algún día será- de todos los venezolanos.
Si Alejandro hace chiste de Tibisay Lucena o los cortes de luz, es porque la juventud desconoce el poder. No lo disminuye ni lo enaltece. No es que ‘ser chavista no está de moda’ sino que para la mayoría de los jóvenes ningún político lo está, aunque le dé su voto a alguno. No creo que valga la pena organizarle las ideas al programa porque puede ser que en La Hojilla quisieran recaer en la terminología superficial y mal empleada, referirse a los intereses de los jóvenes y sólo hablar de moda para anularlos y mutilarlos intelectualmente. Accidentalmente, en el discurso, la Revolución Bolivariana vuelve a quedar empacada como un producto y uno puede verle algún sentido triste a aquel concierto pre electoral que nos quiso integrar a modas pasadas. En serio, ¿no se dieron cuenta de que así no funciona?
Para los jóvenes está ‘de moda’ ser alguien, tomar el control de sus vidas, ser pequeños adultos. Para lograrlo, consumen información, acumulan conocimientos, intentan llevar a cabo cualquier proyecto y obtener un reconocimiento precoz por ello. Esos no arrugan si no van a planchar. Yo, más cerca de los treinta que de los veinte, hago tres cursos de edición de video antes de aventurarme a algo como lo que hace Alejandro Hernández; mientras, mi hermana de dieciocho lee la Enciclopedia Británica, aprende a tocar el bajo en cursos virtuales y, si Youtube le dice cómo, te hipnotiza. Ejemplos extremos, puede ser; pero el chamo es bueno en lo que hace, sólo eso. Hay genios más destacados y más malvados: el pana que saboteó las páginas del Estado, por nombrar alguno.
Que nadie se sienta regañado, los viejos nunca han respetado la irreverencia y éstos, menos. Cuando lo escribo, siento que sumo una oración de paja porque no me sorprende. Lo que siento es lástima por el fanático, por quien no puede admirar lo hecho por otro, tolerando aquello en lo que no congenia con el autor. Silvio Rodríguez es uno de mis héroes musicales y pregúntame qué siento en los ovarios cuando habla de la Revolución Cubana.
Que me disculpe Alejandro si quería restarle importancia al episodio de La Hojilla, en el que le tocó ser protagonista de la manía persecutoria y villano en el sentimiento de misión especial en la vida. Ese nombramiento es parte del fulano reconocimiento precoz. Ignorarlo era lo más adecuado, hasta que alguien como yo se pregunta quién tenía una idea genial y le dará delete para evitarse la posible angustia y la atención de los malasangre. No sé. Cómo saber si alguien se ahorrará algunos chistes. Nadie sabe.