Al contrario de lo que el cine ha divulgado, las pirañas no suelen atacar a los humanos, correspondiendo los escasos ataques registrados a los especímenes del género Pygocentrus (panza roja). De hecho, los nativos se bañan tranquilamente en las aguas frecuentadas por estos peces, siendo la piraña un alimento cotidiano entre las poblaciones locales.
Wikipedia.
«Piraña 3D» nos decepcionó. Punto. Nos esperamos más de Alexander Aja, de los Hermanos Weinstein, de Dimension Films y de la buena idea de hacer un remake de la película original de Joe Dante,»Piranha»,antes de volverse famoso con el éxito de «Gremlins».
De hecho, ambas guardan no pocas correspondencias dentro de los parámetros del género fantástico para la posmodernidad: una mirada cínica y distanciada de los personajes, una clara identificación con la plaga bíblica encargada de poner en su sitio la arrogancia del hombre contemporáneo, un estilo deliberadamente feísta heredero de los maestros de serie «B»(por algo Roger Corman funge de productor de la primera versión de «Piranha») y un anárquico subtexto político en contra del poder.
En la cinta de 1978, la epidemia surge como consecuencia de un fallido experimento genético efectuado en una base militar abandonada. Las secuelas de Vietnam siguen frescas en el inconsciente colectivo y el terror responde como puede.También son los años de la guerra fría y sus replicas Hollywoodense en «Tiburón», «Star Wars» y «El Exorcista». Es tiempo de enfrentamientos binarios en blanco y negro.
En la pieza del 2010, el metamensaje progresista desaparece y se diluye en un torbellino de banalidades,pretendidamente subversivas y transgresoras, a la gloria de los chicos malos del off Hollywood.Los monstruos marinos renacen como bestias jurásicas incontenibles, tras la llegada de un movimiento telúrico en el apacible lago de la función, epicentro del consumismo, el egoncéntrismo y la trivialidad del sueño americano encarnado por los jóvenes depredadores del tercer milenio.
De inmediato, la aparente rebeldía y contracultura de la cinta, deviene en una fastidiosa reprimenda contra los chicos de la generación de relevo, por su lujuria desatada, su hedonismo, su ánimo de parranda y su entrega dionisíaca. Paradójicamente, «Piraña» se quiere deconstructiva, libre, de avanzada y desmelenada. En realidad, es pacata, puritana y reaccionaria, al punto de erigirse en una extensión contemporánea del mito de la caída de Babilonia por su deriva carnal,dentro y fuera de internet. Algo comprensible en pasado. En presente, carece de sentido y coincide con las posiciones de censura en la red sobre el sexo y demás hierbas eróticas.
Lo peor del caso es la doble moral del largometraje en cuestión, al estilo de «Martes Trece», en un regreso al cine de terror pudibundo de los años ochenta. Por un lado, las pirañas condenan a la pena de muerte a los explotadores del género de los concursos de franelas mojadas, las parejitas ebrias y el «WIld On» del Spring break, a la manera de la cadena E! Entertainment.
Por el otro, el director dedica buena parte del metraje a sacarle provecho económico al físico de su reparto de figurantes femeninas, entre advenedizas y profesionales del porno, grabadas en secuencias concientemente absurdas y paródicas de la convención. Aun así, la ironía tampoco sirve y funciona para justificar la vulgar operación de mercadeo, porque el autor acaba por extraer ganancia de su propia autoinmolación a través de un alter ego,quien manipula las acciones morbosamente, como un fotógrafo del pánico, como el camarógrafo amarillista de «El Diario de los Muertos»,como la reportera de «La Hora Cero» devorada por su deshumanizada codicia.
En paralelo, el maniqueísmo de la trama convierte en héroes a los personajes puros, cuyos impulsos no ceden al chantaje de la tentación, bajo el paraguas de una madre protectora de la policía.Naturalmente, el humor negro busca compensar el trasfondo conservador del cliché, del tópico,del argumento clásico,aunque no lo logra.
De resto, como es lógico, abundan los homenajes a Spielberg y a los fundadores del gore sesentero. Richard Dreyffus muere al principio para cerrar el ciclo de «Jaws», en el interior de una lavadora de tinta roja en 3D. Por consiguiente, el formato estroboscópico irrumpe con la arrogancia edípica del hijo empeñado en liquidar al padre.
Lastimosamente, la «Piraña» de Alexander Aja naufraga en su cometido estético y ético, al desarrollar unos pobres efectos especiales en CGI y al hinchar su metraje por compromiso para pescar en el río revuelto de la tercera dimensión.
Al final, él y lo suyos son parte del extenso cardumen de las especies de carroña de la comunicación.Gracias a ellos, el cine se estanca y se perpetua en la misma pecera de caribes en extinción.
No en balde, el epílogo concluye con la inevitable promesa de la secuela.
Otra franquicia hegemónica acaba de resucitar para desgracia de la diversidad.
La meca vuelve a practicarle una sesión, una terapia de lifting a su memoria rugosa de antaño.
Una belleza, una espontaneidad,un defecto de fábrica se pierde en el tratamiento.
Por eso me quedo con la interpretación camp de la «Piraña» de 1978.
Sus colores marchitos de VHS y de Home Movie son un patrimonio a reivindicar en futuro.
Be Kind Rewind.