Extremos:el Dilema del Ascenso y el Descenso

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“Extremos” dura 120 minutos aproximadamente. En hora y cuarto alcanza la cima del mejor documental criollo del 2010, sin competencia alguna.
Pero el resto del tiempo, camina en círculos, le cuesta reencontrar el rumbo de su orientación conceptual, se pierde en el anecdotario tautológico y apenas logra recuperarse en los momentos finales, cuando la expedición culmina su aventura en las inclementes condiciones adversas de la topografía lunar de Groenlandia. Tampoco ayuda el hecho de dividirlo por capítulos a la manera de una novela de superación personal o de un diario de viajes radicales.
Con todo, la consistencia dramática y estética del film lo redime desde el inicio hasta el desenlace, a pesar de sus pequeños defectos.
Entre los innumerables aciertos de la producción figuran la contagiante entrega de sus protagonistas,el emocionante desarrollo argumental, la impecable dirección de fotografía, la manera efectiva de mantener al público en tensión a lo largo de la mayor extensión del trayecto(salvo contadas excepciones de monotonía y reiteración), la hermosa secuencia del mercado de Pakistán( cuya seriedad antropológica nos permite identificarnos con el lugar del otro en el mundo,bajo el afecto por la vida artesanal y desprendida),el permanente clima de camaradería y ausencia de solemnidad(amén de un espontáneo y oportuno sentido del humor criollo), la atinada selección de los testimonios y la conmovedora música de Nascuy Linares, acompañada por el también sensible tema de la banda Gaelica.
Juntos y revueltos descubren la clave del éxito para llegar a la cúspide de su expresión estética, después del moderado triunfo obtenido por su ópera prima,”Más allá de la Cumbre”, donde su joven realizador, Juan Carlos López Durán, sorprendió a propios y extraños con una película aparentemente del promedio, aunque única e inigualable en su fondo por reivindicar el empeño quijotesco del famoso Indio, José Antonio Delgado, devorado por las fauces de hielo de la peligrosa montaña Nanga Parbat, la novena del planeta y réquiem del sueño de innumerables exploradores,quienes fueron tragados por ella a la forma de una avalancha o de un derrumbe pesimista de Werner Herzog. No en balde, el cineasta alemán es referente y brújula para el colega venezolano.
Sin embargo,como es obvio, en la comparación con él sale perdiendo, pues todavía carece de su dimensión nihilista y deconstructiva, incluso de su oficio.
En manos de Herzog, “Extremos” profundizaría en mensajes latentes y subyacentes del guión, como la necesidad megalómana de desafiar a la muerte, las contradicciones en el discurso de los personajes, la manipulación inherente en el punto de vista del autor de la cinta, el contexto geopolítico de la puesta en escena, la paradoja existencial del fenómeno destacado, el origen de los patrocinantes de la misión, y el cariz nacionalista de la épica heroica.
Por algo, la pieza resulta siendo un imán no sólo para atraer clientes, sino para legitimar la imagen de anunciantes, empresas privadas e instituciones públicas. De ahí la relación con “Tocar y Luchar” y “La Vinotinto”. Por ende, vaya la autocrítica por delante.
Tenemos como reto superar el esquema de la responsabilidad social, en cuanto se convierte en una camisa de fuerza,en una alcabala y en un puesto de control para garantizar la evolución de la tendencia de la no ficción en la cartelera.
Por lo visto, la industria y la plataforma de exhibición y distribución sólo quieren comprometerse a estrenar documentales de aliento patriótico, inofensivos para el poder.
Si a ello le agregamos el asunto de la montaña, el cine criollo pareciera retroceder a la época alemana de las películas de escalada de doña Leni Riefenstahl al servicio de sus majestades satánicas.
En consecuencia, debemos evitar incurrir y caer en los despropósitos del relato propagandístico, con tono glorificador. Por supuesto, no hay mala fe en el diseño de producción de “Extremos”. Por desgracia, se puede utilizar como pantalla de exaltación y como cobertor de la actualidad.
De hecho, las conexiones del documental con el presente de violencia y polarización en Venezuela, son difusas e inexistentes. “Extremos” deja por fuera cantidad de dificultades por resolver.
Su huida funge de válvula de escape y de máquina de consolación colectiva. Muestra una cara amable de la nación, al costo de eludir su lado oscuro. Allí reside su dilema.
Entonces nos conduce al ascenso de la autoestima, al precio de enfrentarnos a un enorme abismo a la salida de sala.
Les tengo buenas y malas noticias.
Las primeras: somos testigos de excepción de unos paisajes deslumbrantes y a las vez desoladores.Somos guiados por un puñado de nobles y emprendedores deportistas. El lente nunca los abandona y sabe encuadrar el instante apropiado. El montaje es digno de reconocimiento y encomio.Las tomas son cortadas con elegancia al ritmo de la técnica del ralenti. Preparen pañuelo, porque les arrancará lágrimas con su alegato a favor de la amistad, el diálogo,la tolerancia y el respeto por el medio ambiente.
Las segundas: obedecen y responden a las omisiones antes aludidas.
Para ser sincero, me faltó un contrapunto a la visión uniforme de los entrevistados.
Por último, las panorámicas de los helicópteros son sorprendentes e increíbles. No obstante, le restan credibilidad a la situación de peligro.
Es un riesgo controlado y monitoreado.Listo para la evacuación.
Cualquier semejanza con la estilización prolija de «Nanook, el esquimal», no es mera coincidencia.
La manipulación dramática es evidente a la usanza de la serie de RCTV, «Expedición».
Continuamos en el período Flaherty.

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