Yo he conocido lluvias alegres, lluvias que me han hecho feliz. No sólo la de Gene Kelly en Singing in the rain. Cuando era niño me gustaba ver llover, salir y mancharme de barro, para luego ver a mi mamá encabronada por ensuciarme la ropa. Si una imagen me gusta es la de una pareja besándose o tirando bajo la lluvia, como Scarlett Johansson y Jonathan Rhys Meyers en Match Point.
Pero hay otras lluvias, las trágicas, como la de diciembre del 99 en Vargas. Y las decadentes. Vamos a hablar de una de esas lluvias, justo hoy, domingo, a las cuatro de la tarde, cuando llueve endemoniadamente en nuestro país. La lluvia de la que voy a hablar es la del pasado viernes, eran las tres de la tarde, en el Parque Miranda.
Yo había llegado a Caracas a eso de la una, luego de tres horas atrapado en una descomunal tranca, debido a un grupo de buhoneros que protestaban en la Panamericana por su “derecho” a vender juegos pirotécnicos en estas navidades. Me encontré en el parque con una amiga, emocionada y optimista, porque ya había llenado dos bolsas de libros de filosofía y feminismo, sus temas favoritos. Esos libros, según me acotó, los había conseguido en cincuenta bolívares, y era increíble, porque en las librerías no bajaban de doscientos.
No han pasado diez minutos desde que estoy allí y ya me quiero ir. A todo volumen, suena la música de los ultraconservadores de Dame Pa’ Matala, cantando en contra del niño de hoy en día, que según ellos necesita disciplina y jabón en la jeta. Francamente, para escuchar a un cura cantando en clave de reggae, prefiero oír a las monjitas, con su hábito color crema, regañando a los pequeños. Pero eso de un tipo con barba y chiva, franela del Che, batola de santero y cara de marihuanero malpegao, hablando como un monseñor conserva, jamás me ha cuadrado, ni siquiera un poco. Sin embargo, tengo amigos a los que les parece que la horrenda música de ese grupo es buena. En la cola, venía oyendo el primer disco de Skin, que tal vez no sea el mejor disco de rock que se ha hecho en Venezuela, pero honestamente me sorprendió. ¿Por qué negarlo? Me gusta Skin, me gusta su disco. Yo supongo que si los chicos de Dame Pa’a Matala ven a Skin, un grupo conformado por tres chicas, que cantan cosas como: “No creo en nada, no creo en nadie, ni en tus malditos ideales”, les da una vaina.
En Twitter, dos “jóvenes autores”; de esos que son jóvenes porque nacieron de los ochenta pa’ lante, aunque en realidad, son unos ancianos decrépitos y sin alma; están contentos y hablan de las maravillas que encontraron, de los cómics que compraron, de los libros de Bolaño que piensan imitar, eh que digo, que compraron.
Yo no estoy feliz, estoy viendo imágenes del Che cada cinco segundos, alternadas por algunas de Trostky y Chávez.
Una feria del libro debería reconciliarte con tu idioma, sin embargo, estando allí, empiezo a admirar a las sifrinas del este de Caracas, con su spanglish balurdo, o sea, hello, ya no es Parque del Este, ahora es Miranda, y mira a este tipo, guao, o sea, el tipo tiene barba y chiva, tiene un blackberry géminis, pero tiene bajo el brazo un libro llamado: “Malcom X, el poder de la clase obrera”, o algo así. This is fucking depressive!!!!!!!
Por allá está una autora de veintitantos, que camina y Twittea, está feliz. Según sus propias palabras, está “cazando” escritores, no sé si para pedirles autógrafos. Más allá está el WTF del día, un stand de la Fundación Polar; sí, la de Mendoza, el que no le para al Presidente, aunque éste se desgañite todos los domingos insultándolo.
Llegamos al stand de la editorial Pathfinder, dónde un colombiano me sonríe; debe creer que mi barba es sinónimo de que estoy emulando al Che. En realidad, pana, es que me dio la gana de dejarme la barba, además, no me gusta afeitarme. El colombiano me dice que el imperio caerá, que debo comprar sus libros para organizar un movimiento social, porque la caída de Usa está próxima a llegar.
Camino un pelo más, y mi amiga va a comprar más filosofía, algo de Lacán y Barthes. Yo no compro nada, yo me concentro en el videito que proyectan junto al libro de Ernesto Villegas, que contiene la verdad oficial sobre el 11 de abril.
Más allá me encuentro a este par, en el stand de la Fuerza Armada, porque la fuerza armada tenía un stand, no me pregunten por qué, y menos me pregunten qué tiene que ver las FAN con los libros.
Vamos a llamarlos Pancho y Lolo, con el perdón del guitarrista de Miranda, banda de la que, por cierto, soy fan, y si no les gusta, fuck off.
Lolo y Pancho, son los únicos que no me parecen fuera de lugar en este verguero. Esta no es una feria del libro, es una feria militar, así qué, por qué no, unos militares de cera, mirando con desconfianza. Tiene sentido.
Nos movemos a la parte de libros usados, y allí sí, vimos algunas cosas buenas; yo sólo compré un libro: “La guerra del fin del mundo” de Vargas Llosa. Regalé hace tiempo ese libro y no pude resistirme a comprar esa edición, usada, a treinta lucas. Mi amiga siguió comprando. Yo veo un afiche de los Beatles, y me acuerdo de Fidel, haciéndole estatuas a John Lennon, luego de haberlo prohibido cuando estaba vivo, o al charlatán de Silvio, cantando sobre las balas que derribaron a John, aunque antes renegaba de los Beatles. Pero claro, los Beatles ya no existen, y como ya no existen, puedes usarlos a conveniencia. Los muertos sirven para todo, en especial para los más vivos.
Confieso que el ultraderechista que hay en mí, despertaba a cada paso. Me volvía intolerante, a medida que caminaba entre stands decadentes. Es decir, que vaina tan patética es esta, ¿nadie se da cuenta de que esta feria es una gran mierda, que da lástima, que da pena, que es triste y balurda? Cuando de repente, el chaparrón.
Una enorme lluvia nos cayó encima. Yo me refugié en un toldito, habilitado para presentar una deslucida clase de yoga. Mi amiga fue al cajero a buscar efectivo para terminar de pagar los libros que había comprado, y yo tuve que aguantar las ganas de fumar, porque en el parque está prohibido, me concentré en las tres señoras y sus posiciones de yoga.
Apenas escampó, mi amiga pagó lo que iba a pagar, yo me fui a encontrar con una persona a la que le tenía que entregar algo en la entrada del parque, y hecho eso, mi amiga y yo salimos de ahí. Ella sonreía feliz, todos están felices con esa feria, a todos les gusta, todos sonríen; así que el que está mal debo ser yo. La feria fue maravillosa y yo no me di cuenta.
En el metro me rasco la barba y pienso, maquino vainas, y cuando estoy a punto de entender por qué esa feria es tan empobrecida y marchita, surge una voz que anuncia: “Estimados usuarios, les informamos que el Metro de Los Teques, no prestará más sus servicios por el día de hoy. Lamentamos los inconvenientes causados”.
Salgo en Plaza Venezuela, y como es de esperarse, eso está colapsado, miles de personas, unas encima de otras, peleando por el autobús que lleva a San Antonio. Como buen burgués que soy, voy a un cajero, saco plata y agarro un taxi; la cola que me encuentro subiendo hacia mi ciudad, también es descomunal. No sé que es esta vez, una tranca, un choque, alguna otra protesta. Por la ventanilla veo a la gente que no pudo usar el metro, viajan como sardinas en lata dentro de los autobuses, pero, extrañamente sonríen. Qué Patéticos ¿no?
Technorati Tags: Filven 2010, Feria Internacional del Libro de Venezuela
Nota: las demás fotos, en mi Flickr.
JM como me cagué de la risa con lo de Poncho y Lolo, ja ja ja ja ja ja ja a mi también me gusta Miranda ja ja ja. Ése es el verdadero momento WTF de la velada. El kitsch bolivariano es delirio del más puro y duro. Si no fuera porque están destruyendo el país, me tripiaría la vaina.
Saludos camarada, muy buena la crónica.Propaganda, folletines y maniquíes, ¡Venceremos!
Estoy de acuerdo con el 90% de esta crónica. Mi experiencia con Filven fue distinta pero acorde con la desazón narrada aquí, asistí como autora invitada. Tristemente, debo contar que los organizadores me contactaron por casualidad: «tú escribes narrativa, ¿verdad?, nos falta una escritora para los foros de lectura». Acepté, porque me parece que cualquier espacio siempre estará bien para la disertación literaria. En el encuentro conocí a algunas escritoras sureñas de calidad excepcional. Sin embargo, tuve que presenciar, con mucho desencanto y vergüenza, la «crítica» que había redactado un señor escritor con relación a la presentación del libro de una de las chicas: el análisis era, en términos teóricos,superficial; demostraba ignorancia de los temas fundamentales desarrollados en el libro de la escritora pero, lo más lamentable, era asumir la crítica literaria en su sentido literal y denostador: es decir, se trataba de argumentar los elementos que el relatador consideraba «negativos» del libro que le habían encargado presentar. El episodio fue, debo decirlo, doloroso…
triste, no hay otra palabra.
Mi encuentro con la Filven el año pasado fue algo asi, por eso este año decidi no ir. No era solo el desfile de libros socialistoides que he visto miles de veces en los pasillos de la UCV y de Bellas Artes, algunos de los cuales estan en mi casa y en mi vida me ha interesado tocarlos, eran tambien esos «infiltrados», editoriales privadas y del primer mundo vendiendo sus libros al mismo precio que en las grandes librerias, y yo con la inocente idea de conseguir el primer libro de la trilogia Mileniun, terminé comprandolo en una Nacho del Sambil. Lo que realmente me daban ganas de llorar eran algunos especímenes socialistas como cierta dirigente estudiantil con una pinta retro-fashion seudosexy que casi ni la reconozco. La Filven es una especie de meta-dejavú, hemos vivido ese episodio miles de veces de miles de maneras distintas pero siempre es lo mismo, la historia se repite, nadie aprende pero eso si, muchos cobran!
Gracias, Adriana. Lolo y Pancho, son como para un dúo de vallenato, ¿verdad? Mira, necesito hablarte. Aparece.
Nina: No conozco en detalle ese episodio, pero puedo imaginarlo. Disculpa que lo diga, pero este año, hasta los eventos que acompañaban la feria (foros, charlas, etc) eran como Tapa Amarilla.
Andreína: Sabes que mi rollo no es político, porque como bien señalas, esos libros “socialistas” los encuentras en la UCV, o en el puente de la FF. AA. Es un asunto más complejo, una especie de depresiva decadencia generalizada que hay en este evento. No supe explicarla mejor, que escribiendo una crónica.
Gracias a las tres por comentar. Saludos.
(escribo sin acentos)
Este es uno de los articulos que màs he disfrutado en la época reciente de Panfleto. No solo porque logra un buen balance entre el reportaje y la ironia, sino porque utiliza sutilmente las imàgenes para crear un metatexto igual de critico y àcido.
De pana que, o estàs escribiendo que jode de bien, o la vaina fue tan mamarracha que te la pusieron mango bajito…
Saludos
«la vaina fue tan mamarracha que te la pusieron mango bajito…».
Me descubriste!
Cuando fui sentí lo mismo y claro, también llovió. Gracias por dejar constancia escrita de un sentimiento que, como ves, se colectiviza. Saludos.
Jajaja Muy buena la crónica.
Estoy seguro que si uno buscaba con paciencia podía encontrar cosas realmente interesantes. La verdad, yo no tuve paciencia… recorrí todos los pasillos como en cinco minutos y luego me fui al pabellón del Comic, que me parece lo más rescatable de la feria (allí se dieron charlas y talleres muy interesantes con exponentes nacionales e internacionales, y estuvo casi… casi libre de política)