Hace un par de semanas vi The Social Network. Salí pensando que era una gran película, que la actuación de Jesse Eisenberg estaba muy bien y que el filme ilustraba con objetividad y elocuencia algunos de los temas que se han venido hablando durante el último par de años y sobre los que escribí en El Legado de Facebook.
Días después, me di cuenta de que en realidad The Social Network es una prueba más de lo mucho que sufre Hollywood para entender lo que está sucediendo en Internet.
Aaron Sorkin, guionista, tiene el suficiente tino como para poner a sus personajes a usar la terminología correcta y sostener discusiones que tienen sentido para los que trabajamos en sistemas. Pero luego, al presentar al personaje de Shawn Fanning (interpretado por Justin Timberlake), Sorkin sucumbe ante la tentación de pintar a la dupla Zuckerberg-Fanning como monstruos malignos que se roban una idea y joden a todo el mundo; y pierde el resto de la película tratando de reforzar esa idea.
Como documento histórico, e inclusive como relato, The Social Network es una película incompleta. Como dice Lawrence Lessig en una polémica y reveladora reseña,
…es como una película sobre la bomba atómica que nunca presenta la idea de que una explosión producida por fisión atómica es distinta de una explosión producida por dinamita. En cambio, sólo nos muestran una gran explosión y esperan que entendamos el mundo de diferencia que tiene esta innovación en materia de bombas
(…)
Zuckerberg no encontró barreras. Por menos de $1000, pudo montar su idea en la Internet. No necesitó permiso del proveedor de redes. No necesitó permiso de Harvard para ofrecérselo a estudiantes de Harvard, ni de Yale, o Princeton, o Stanford. Ni a ninguna comunidad a la que invitó. Porque la plataforma de la Internet es abierta y libre, o para usar el lenguaje de moda, porque es una «red neutral», mil millones de Mark Zuckerbergs tienen la oportunidad de inventar para la plataforma.
El tipo hace todo con $1,000 y Facebook es un éxito rotundo antes de que se consuman los primeros $20,000. Sorkin no sólo no entiende eso, ni entiende a la red, sino que además intenta descaradamente hundir moralmente a los protagonistas que la mueven hacia adelante. Quizás sus puntos sean ciertos. Quizás Zuckerberg sea un patán y Fanning un inescrupuloso cocainómano, pero me pregunto si Sorkin haría una deconstrucción tan entusiasta de, por ejemplo, Louis B. Mayer.