Juan de Jesús Saavedra Ensinozo no le gustaba que lo llamaran abuelo. Recientemente falleció después de noventa y tres veranos. Se fue a un merecido descanso, y con él se fueron muchas historias que con seguridad llenarían numerosas cuartillas. Historias de nostalgia y felicidad.
En la ausencia, siempre aparece el recuerdo. Afortunadamente, después de la partida de “don Juan” –como hacendosamente lo llamaban–, los recuerdos vinieron acompañados de muchas sonrisas. Sin embargo hubo un par de ellos que despertaron mi curiosidad. Ambos de los recuerdos, que de alguna forma extraña, están relacionados con la literatura.
El 29 de abril de 1981, mi padre le regaló a “don Juan” un libro. Gog de Giovanni Papini es una verdadera crítica a la sociedad de principios del siglo XX, una de tantas joyas de la literatura que deben estar siendo el hábitat de grandes cantidades de polvo en muchas bibliotecas olvidadas por aquello llamado “globalización”. Sin embargo, lo escrito por Giovanni Papini no fue lo que llamó mi atención en primer lugar. Como mencioné, el libro fue un obsequio de hijo a padre, y como era de esperarse, tenía una dedicatoria muy especial. Puño y letra de Boris Jesús. Yo no tengo muchos recuerdos de mi padre, y no quedaron muchas cosas en mi casa que me den pista de cómo fue –detesto las fotos familiares–, así que este regalo, que él le dio a su padre, hoy pasa a mis manos como un tesoro de mi identidad.
El segundo legado que dejó el señor Juan de Jesús –que no le gustaban que le dijeran abuelo– fue el recuerdo de un viaje, y lo interesante de ese viaje es que no hay necesidad de hacer uso de la memoria para remembrarlo. Ahora no tengo mucha información al respecto, pero después de una pequeña charla se llegó a la conclusión que el Worcester Telegram & Gazette, un pequeño periódico local de Massachusetts, EE.UU., publicó una nota haciendo referencia a la visita de “don Juan” a la ciudad de Worcester, en el año 1948. Esto no significa que el Telegram, como llaman al periódico los locales, publique notas por cada turista que los visita, sino que ellos consideraron que el señor Juan no era un turista cualquiera.
No me corresponde negar o afirmar esta información, sin embargo sería genial si fuera cierta. Resulta que la gaceta de Worcester reseñó la visita de Juan de Jesús porque él les dijo que su familia era descendiente de la figura más grande de la literatura en lengua española: Miguel de Cervantes Saavedra –¡qué talco!
Supongo que debería hacerse una gran investigación. Como también supongo que el Worcester Telegram & Gazette no se molestó en verificar la información de un joven proveniente de una potencia petrolera sudamericana. De aquí en adelante sólo puedo inventarme una historia: Juan, un joven caraqueño hambriento de aventuras, que quedó sorprendido por lo imponente de la ciudad de Nueva York de finales de los años cuarenta, se encuentra en un pequeño bar de la ciudad de Worcester, y piensa –como todos los hombres, no importa el tiempo y el espacio– que la mejor forma de conquistar a una mujer es inventando. Haciendo uso de su primer y elegante apellido, armado con un vaso corto de whisky y de fondo Farewell to Storyville de Billie Holiday y Louis Armstrong, encara a un par de jóvenes solteras, en un pobre inglés, les dice que es descendiente del más grande escritor que ha parido la tierra –¿qué mujer no caería ante eso? Sin embargo, un joven reportero del Worcester Telegram & Gazette, que está en el mismo bar, escucha las tácticas de conquista de un “don Juan” tropical, y se las cree. Juan intenta enmendar su travesura, pero ya era tarde, el reportero novato convenció al editor del periódico que parte del linaje de un literato clásico está de visita en la ciudad y la noticia de tan ilustre visitante causó revuelo en varias de las figuras más importantes del “corazón de la mancomunidad”. «Bueno, supongo que esta será mi gran aventura», pensó Juan. Un par de días después se publicó este corto artículo, que ahora se convierte en parte de mi acervo y les dejo para que lo examinen y disfruten tanto como yo.
Antepasado escribió «Don Quijote»
Descendiente de gran literato visita Worcester
Equipado con sólo dos expresiones en inglés -«gracias» y «no bueno»- un descendiente de un gran maestro del mundo literario gran mundo literario visitó ayer Worcester.
Fue Juan Saavedra de Caracas, Venezuela, que rastreó su ascendencia hasta Miguel de Cervantes Saavedra, autor del famoso «Don Quijote».
Todavía emocionado por las maravillas mecánicas de Nueva York, donde arribó la semana pasada, el apuesto joven venezolano expresó su deleite con las puertas automáticas.
Popular en Caracas
Indicó que ese aparato sería muy popular en Caracas.
El Señor Saavedra, que dirige Calzado Saavedra C.A., una fábrica de calzado, vino aquí a comprar maquinaria. Expresó que no tiene aspiraciones literarias.
Sin vacilar, llamó a su ilustre antecesor la mayor figura literaria, y dijo que ha leído «Don Quijote» en innumerables ocasiones.
Le gusta Worcester
No sabía cuántas generaciones lo separan del autor. La familia del señor Saavedra llegó a Venezuela hace unos cien años, dijo.
El empresario caraqueño comparó, con entusiasmo, Worcester con su ciudad natal, pero quedó perplejo ante el bullicio de la ciudad de Nueva York.
Lo acompañaron en Worcester Stephen W. Jacobson, de N.E. Shoe Machinery Co. y John T. Floyd Jr., consultor de transporte de la Cámara de Comercio Industrial.
(Leyenda de la foto)
DISCUTE EL PASEO POR LA CIUDAD
Juan Saavedra, a la derecha, de Caracas, Venezuela, conversa con John T. Floyd, Jr., consultor de transporte de la Cámara de Comercio Industrial*.