(Extracto de la novela doble, «Yo maté a Simón Bolívar«. Primer capítulo del libro Yang).
—
Beban de mi sangre
Siento sus pesadas botas pisotearme. Una estampida de nacionalismo –hoy desarrollaremos al país- dicen, mientras oprimen mi garganta e intentan violarme con sus tubos de acero.
Finalmente eyaculo, un chorro de semen cayendo en el rostro del dictador Gómez y salpicando a las potencias extranjeras.
Los nutro, permito que me chupen, sus avariciosos dientes royendo mis venas hinchadas, succionando mi corazón.
Ellos padecerán, ellos verán los diablos que salen de mi alma.
Habrá fiesta, habrá regocijo, al final todos vestirán oro, sin percatarse de que los llevaré al hoyo negro, que mezclaré su sangre y sus huesos hasta convertirlos en un líquido rancio.
Soy un abanico de posibilidades. Soy la libertad. Conmigo no habrá restricciones, no habrá moral. Todo lo pensarán, todo lo harán para beber de mi boca. Traicionarán, denunciarán, torturarán y matarán. Siempre vendrán pidiendo más. ¡Soy la droga perfecta!
Yo los espiaré. Me deslizaré bajo sus pies, oculto entre inmensas capas de tierra. Sentirán mi presencia, el imán de la riqueza atrayéndoles con su canto de sirena:
-Por qué no somos más adinerados –preguntarán en voz alta-, por qué no tengo una casa grande.
Estiraré mi barba mefistofélica para escurrir gotas que los alegrarán. Habrá inversión extranjera. Multiplicaré el empleo al antojo de sus políticos.
Las naciones desfilarán y venerarán este país, incluso a veces el respeto será sincero.
Seré una lanza, un arma diplomática. Tronarán los gritos en las salas de discusión, compraré alianzas y mantendré la máquina aceitada y andando.
La orgía durará siglos. Crearé lagunas enteras de betún donde ellos se bañarán y beberán hasta saciarse. Los cuerpos se revolcarán haciendo el amor en mi lodo de combustión y gula.
Algún día desfalleceré, pálido e incapaz de hacer girar el molino. Pero ellos no lo aceptarán. Tratarán de reanimarme, introduciendo tubos en cada centímetro de mi piel.
Y cuando se resignen y desistan en su tortura desesperada de mi carne, jamás serán agradecidos. No mirarán la época pasada con satisfacción y placer. No verán lo privilegiados que fueron.
Mientras me marchito y me seco, no puedo dejar de pensar en lo torpe y corto de vista que ha sido este grupo de seres aglomerados en un terruño que porta la cicatriz del Orinoco arañándole el Amazonas.
(Novela disponible en línea en Amazon.com. Libro Ying, libro yang).