Cada embestida tuya
me retumba en la garganta.
Primero picazón,
luego
úlcera.
Se me acumulan los gemidos y los gritos,
las vulgaridades estridentes y las respiraciones de animal en celo.
Me presionan la lengua, los dientes, los labios
(luego) tus labios, tus dientes, tu lengua
… y terminas tragándotelo todo,
con tu garganta vertedero
de sonidos ahogados
y fluidos.
La desesperación por autorepresión
que se filtra de la boca-jaula,
a la garganta inflamada de impaciencia,
a todo lo demás que no es ni boca, ni garganta
que es cuerpo y piedra pómez;
una forma absurda fragmentada en movimientos bruscos y borrosos
mancha a un medio de segundo… quizás menos:
“bulb” de dedo tuyo:
tiempo de exposición inacabable
y, a la vez,
insuficiente.
Se me filtra la contención por todo el cuerpo
y termina articulándome las extremidades y los músculos:
Angustia-titritero,
que me hace clavarte las manos en la espalda y
enterrarte las uñas en los huesos.
La inquietud de muda acorralada
de silencio de implosión;
que te aprieta con las manos y con los muslos,
que te quiere tragar vivo para ver si,
una vez adentro,
alcanzas a escuchar mis sonidos:
Mis acordes, mis arpegios…
Para que tu presencia de aire caliente,
de vapor de géiser,
para que tus aires y tus vientos
hagan sonar todas mis cuerdas.
Terminas tragándotelo todo.
Hasta el sonido de la cama que no es cama,
que es andamio,
que es telaraña metálica,
que duele en las rodillas y en la espalda.
Te tragas hasta el sonido de los pajaritos.
No dejas nada en el espacio que pueda sonar sin ti,
sin atravesarte.
Te tragas los roces bruscos de las figuras anónimas que se mueven,
(y que sólo se sabe que se mueven por los roces)
Bocanadas y bocanadas
en una oscuridad de ojos ciegos:
ojos-mutantes:
que se convierten en nariz,
en piel,
en vibración,
en pelo,
en epitelio…
que aprenden,
por adaptación evolutiva,
a respirar,
tocar,
sentir…
Colmado de tanto beber(me),
hinchado de contenidos y fricciones,
el derramamiento se vuelve inexorable…
Entonces, abro la boca para recuperar mi aliento,
para que me ahogues con tu savia espesa y amarga
que es grito mío
y alivio tuyo.