Más allá del bien y del mal. Preludio de WikiLeaks

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A estas alturas es inevitable comentar algo sobre el asunto de WikiLeaks y la publicación de más de 250 mil cables diplomáticos estadounidenses que revelan asuntos confidenciales y políticamente incómodos. Pero no quiero comentar aquí particularmente sobre el contenido de los cables (algo que ya se está desentrañando en detalle en muchos, muchos otros lugares) sino más bien sobre algunas cuestiones periféricas que me parece son pertinentes para preguntarnos o entender mejor lo que ha pasado.

En primer lugar, veo que cada vez más el comentario y la cobertura del tema están vinculando el tema de WikiLeaks y la presión política que está recibiendo desde diversos flancos, como un tema vinculado directamente con la neutralidad de la red. Pero me parece que esto no sólo es impreciso, sino contraproducente para ambas discusiones, la de neutralidad de la red y la referida a la censura en línea. Me parece que el argumento aquí gira en torno al hecho de que la red debe ser “neutral” entendido como un espacio no controlado o no censurado. Pero ese no es el tema de la neutralidad de la red como se viene discutiendo en los últimos meses, que es un tema de regulación de telecomunicaciones en la interacción entre los proveedores de contenidos y los proveedores de infraestructura: el tema de la neutralidad de la red es que los proveedores de infraestructura deberían ser agnósticos en la transmisión de los datos frente a los proveedores de contenidos, y no privilegiar o perjudicar a uno u otro en función a preferencias arbitrarias o acuerdos comerciales. Los proveedores de infraestructura (las empresas de telecomunicaciones) están en contra de esto, porque quieren la libertad de poder cobrarle a los servicios digitales de manera diferenciada en función al uso que hacen de sus recursos, pero esto termina perjudicando en última instancia al consumidor que ya pagó por un servicio (el acceso a Internet) para poder acceder a los datos que le dé la gana. No garantizar la neutralidad de la red abre la puerta a una fragmentación inmanejable del mercado donde el que peor la pasa es el consumidor final.

Ahora, los lobbies de telecomunicaciones en este tema son muy fuertes, y está claro cómo en EEUU sobre todo los bandos políticos están enardecidos por el tema WikiLeaks. Meter todo en el mismo saco es darle argumentos políticos a estos lobbies y a los legisladores involucrados para argumentar que eliminar la neutralidad de la red ya no sería solamente un tema de buena regulación en telecomunicaciones (que no me parece que lo sea), sino que además es algo así como materia de seguridad nacional. Y ya sabemos lo que pasa cuando la cosa entra en ese terreno…

En segundo lugar, está el tema que sí es relevante que es la censura en línea y la reacción de la red a presiones políticas, que el tema WikiLeaks ha llevado a su extremo más álgido. Como he leído en algún lugar en Twitter, WikiLeaks ha ganado este round simplemente mostrando que era posible hacer algo así. Incluso más fuerte que el contenido mismo de los cables, es el hecho de que para efectos prácticos, los gobiernos, servicios diplomáticos, incluso instituciones privadas saben que esto podría pasarles en cualquier momento. Y estamos viendo la reacción inmediata de todos los afectados: el dominio de wikileaks.org ha sido suspendido, el hospedaje que tenían con los servicios web de Amazon también, sus servidores se encuentran continuamente bajo ataques intensos, y eso sin contar la presión desde otros lados, como la orden de captura de Interpol sobre Julian Assange, la propuesta de declararlo un grupo terrorista en EEUU, amenazas de muerte, etc. No creo de ninguna manera que WikiLeaks sea invencible, sino que esto me evoca uno de los viejos mantras del manifiesto hacker: puedes detener a uno de nosotros, pero no puedes detenernos a todos. A pesar de toda la presión, la información sigue difundiéndose, y aunque se caigan los servidores aparecerá de nuevo, en sitios web, en torrents, en repositorios de archivos, etc. La política está experimentando lo que la industria discográfica aún no quiere aceptar: una vez que ya está allá afuera, mientras más intentes detenerlo, más conseguirá crecer.

Para todos los que no somos WikiLeaks, sin embargo, queda la pregunta: ¿qué tanto es, realmente, Internet un espacio abierto de participación (etc etc etc)? Si mi dominio puede ser suspendido, mi sitio web eliminado, y demás, queda claro que a menos que uno arme un revuelo del tamaño de Wikileaks donde la misma atención que uno atrae lo tiene a uno protegido, queda puesto en duda que tanto la red es potencialmente un espacio democrático para todos los demás.

En tercer lugar, algo que anoté arriba, es que ahora queda claro que esto puede suceder en cualquier momento. Ahora WikiLeaks anuncia que la próxima revelación será con información de una institución bancaria estadounidense, y se dice que tienen tanta información por soltar que incluso han dejado de aceptar nuevos datos. Voy a ponerme filosófico  un momento: si a alguien le quedaba alguna duda a estas alturas, ésta es la última muerte de la intimidad y la privacidad como las conocíamos. Ya no importa si eres un ciudadano privado o público, WikiLeaks igual puede revelar información que te afecta. Si al servicio diplomático estadounidense le pudo pasar algo así, ¿qué crees que puedes pasar con la información en tu disco duro, en tu correo, en tu celular, sobre la cual no tienes ningún control?

Las democracias liberales operan a partir del supuesto de que los ciudadanos viven en ámbitos públicos donde discuten asuntos comunes y ámbitos privados donde pueden hacer lo que les venga en gana (en teoría, con sus limitaciones, por supuesto). Esto supone, claro, que en el ámbito privado a uno nadie lo está observando – pero ahora se alza de nuevo la imagen teológica del dios castigador, que observa todo lo que haces, te juzga, y cuando hagas algo malo lo publicará para que todos los vean. Exagero, por supuesto. Mi punto es simplemente que cabe la pregunta de qué ocurre con las democracias liberales y con nuestra conducta privada cuando vivimos siempre bajo el supuesto de que podría ser publicada sin que lo sepamos, en cualquier momento. Es la culminación máxima del Panóptico digital.

En cuarto lugar, y finalmente (lo juro) una nota para resumir todo lo anterior. No creo que el filtrado de WikiLeaks sea algo que salgamos a las calles a celebrar como ninguna forma de liberación del poder corrupto ni nada por el estilo. Tampoco creo que sea algo que debamos condenar y decir que deberíamos garantizar que no vuelva a pasar. En cierta manera, creo que WikiLeaks está más allá del bien y del mal: argumentos perfectamente válidos pueden formularse a favor y en contra de lo que hacen y han hecho. Pero WikiLeaks, finalmente, es sintomático de una época y de las renegociaciones del poder y la información que estamos experimentando.

Por eso mismo, no considero que Assange deba ser celebrado como un héroe o un libertador. Porque, además, esa figura es antitética, precisamente, al tipo de transformaciones que estamos viviendo, en contra de la centralización del poder y de la información en núcleos todopoderosos. Creo que lo más importante que rescatar aquí es que todo esto debería incomodarnos, debe darnos una sensación de incomodidad profunda que no sea fácil de resolver. Me atrevo a decir que, si no es así, en realidad no estamos siendo lo suficientemente críticos. WikiLeaks revela fallas en las estructuras, pero eso no quiere decir que sea él mismo la solución a esas fallas, o la estructura alternativa. Debe ser motivo de incomodidad, de pregunta, de reformulación y sobre todo de mucha, mucha discusión. No se trata, creo, de juzgar si estuvo bien o estuvo mal, sino de reconocer que esto ya pasó, y seguirá pasando, y preguntarnos qué hacemos ahora con eso.

3 Comentarios

  1. Buena pregunta: ¿Qué hacemos con todo esto?

    Me parece que tu post da en el clavo. Como dices, este es el principio de una nueva etapa, llena de conflictos y reordenaciones de las estructuras de poder.

    Nada fácil el tema, pero este es el mundo que nos toca vivir. Así pues, a seguir meditando, discutiendo y definiendo el futuro y qué hacer con todo esto.

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