Amén, Super[man].

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Recuerdo que en uno de mis comics favoritos, Watchmen, había un personaje cuyas habilidades o “superpoderes”, llegaban a convertirlo en víctima de comparaciones con Dios. Y la verdad es que nosotros los humanos creamos a Dios al igual que a Batman, Superman y La Mujer Maravilla. Así pensemos que Él exista o no, hay que admitir que nosotros lo creamos, ya sea Jesús, quien proclamó ser su hijo, él que nos dio los parámetros para creer en ese hombre de barba y sandalias, o la iglesia de sus seguidores que nos pinta a éste bajo el modesto nombre de Todopoderoso, nosotros fuimos los que le dimos su trono, nosotros lo elevamos a las alturas, nosotros le dimos un paraíso el cual gobernar, todo se lo dimos creyendo en él. La fe de la gente creyente es la que le da poder a la iglesia, la que le da poder a la idea de un hombre y la vuelve tan poderosa como un ser omnipresente que todo lo sabe, todo lo ve y todo lo domina. Capaz la idea de una existencia divina más allá de nosotros sea la naturaleza del humano, algunos creen en este dios cristiano de bata blanca y “look” de indigente aseado, como el único ser superior a nosotros, pero existen otras religiones con dioses o seres a quienes rinden devoción. E incluso algunas sociedades antiguas también tenían sus propios dioses en religiones actualmente carentes de una cantidad notable de seguidores, tales como los dioses del Olimpo en la antigua Grecia.

Stan Lee, creador de los comics Marvel, nos muestra otra opción. El mundo de los comics nos ofrece seres humanos y no-humanos que, por distintas circunstancias, poseen poderes con los que soñamos, habilidades realmente increíbles. Son la mezcla de los poderes sagrados que solo un dios posee, con un hombre común y un poco de cultura pop.

Creamos seres superiores que nos dan explicaciones. Son respuestas a interrogantes milenarias. Dios es tal vez la más grande de todas. Él nos da una respuesta extremadamente simple a la creación del mundo, nos divide el bien y el mal en pecados, nos pone castigos a nuestras travesuras, igual que promesas a nuestro buen comportamiento y asume responsabilidad de todo acto paranormal que ocurra. Nuestro mundo se resume a que todo “es obra de dios” o “como dios quiere que sea”. Reglas, normas, una guía de cómo vivir, eso es todo. Pero este ser que nombramos cuando nos asombramos o cuando hacemos peticiones, no es el único ejemplo de ese comportamiento humano. Los héroes de los comics nos dividen el bien y el mal con personajes. Todos quieren ser Superman, pero nadie quisiera ser Lex Luthor.

Nos gustan los superheroes porque hacen cosas imposibles para el humano, como volar, usar visión rayos X, destrozar un carro con las dos manos. Aunque ya un hombre pueda volar con el uso de un avión, no es suficiente, queremos hacerlo con tan solo una capa roja a nuestras espaldas. Nos encantan los actos heróicos, pero ¿no es un bombero igual a cualquiera de esos héroes? Puede que no tengan un cinturón con maravillas de la tecnología moderna, no usen capa y no usen los interiores por fuera del pantalón, pero estos simples humanos como tú y como yo arriesgan su propia vida cada día para salvar otra. Su trabajo es ser nuestro héroe volador con un poco más de reconocimiento que un carnicero. Aun así, preferimos pasar las páginas de la última aventura del Hombre Araña, que las del periódico las cuales retratan a un hombre cualquiera, sucio y lleno de polvo, que acaba de salvar a 12 personas de una muerte segura.

Para las hormigas nosotros somos superiores. Para un gato somos dioses. Para un gusano somos cualquier súper hombre que hayamos creado. En el reino animal somos superiores, pero nos aterra pensar que tal vez no seamos Batman, tal vez seamos El Pingüino, Dos Caras, Lex Luthor, Venom, El Duende Verde o Magneto. ¿Qué pasaría si somos los súper villanos que odiamos y no los súper héroes con los que jugábamos de niños? Seguimos creando superhombres sin darnos cuenta de que somos los más grandes héroes que una mente pueda crear y los más despiadados villanos que podamos odiar. Podemos hacer cosas increíbles que cambien el mundo, no necesitamos una entidad superior, la respuesta somos nosotros. Cuestiónalo todo. Crea. Inventa. No reces para que otro haga algo. No mires al cielo esperando una Bati-señal. Deja la capa en casa y cambia el mundo.

Dios nos salve.

Es un pájaro.

Es un avión.

No, eres solo tú, soy solo yo, es solo otro más viviendo mientras hace lo que leemos en comics y libros escritos por gente común. Somos super-heroes. Somos super-villanos.

Somos humanos.

Amén.

– G.

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